Por Omar Nava Barrera
Platicando con un simpatizante de AMLO y colaborador de MORENA, en el marco de los comicios en el Estado de México me expresaba su alegría y esperanza por la derrota histórica del PRI. Argumentaba que para el 2024 se le daría continuidad al proyecto de la 4T y sólo era cuestión de elegir muy bien al próximo reemplazo de Obrador. Al respecto, traté de problematizar sus afirmaciones, y sin afán de borrarle la sonrisa, le comenté que era importante no perder de vista una serie de factores y circunstancias (políticas, sociales, económicas e históricas) que nos irían permitiendo tener una mayor claridad acerca del devenir presidencial del país.
En artículos pasados venía desarrollando la idea sobre la importancia de hacer análisis profundos sobre los llamados gobiernos progresistas en Latinoamérica. De lo que se trata también es de una reflexión pedagógico-política en tanto se busque aprender a profundidad cómo llegaron, cómo se desarrollaron y cuáles han sido las contradicciones de dichos gobiernos. Algunos cuestionamientos serían: ¿qué tan profundamente crítica es la agenda de los gobiernos progresistas como para hacerle frente a la maquinaria capitalista? ¿En realidad se va construyendo una alternativa concreta frente al corporativismo extractivista global?
Pareciera que poco o nada se aprende de los errores y contradicciones de los llamados regímenes de izquierda centro. Qué tanto se aprendió del encarcelamiento de Lula Da Silva y de toda la contra ofensiva de la ultra derecha brasileña, o del golpe de Estado en el Perú contra Pedro Castillo; o bien de los actuales intentos golpistas contra Gustavo Petro en Colombia. La lista de una Latinoamérica violentada por las ambiciones imperialistas es larga. Ahora bien, creo que son tiempos en los que el actual gobierno mexicano se tendría que cuestionar ¿qué tanto ha aprendido de otros gobiernos “similares”? ¿Cuáles han sido las (grandes) contradicciones? Y si en realidad tienen una agenda popular para el pueblo, del pueblo y, sobre todo, con el pueblo desde las bases.
Que el PRI haya perdido su bastión más grande, desde 1929, frente a Delfina Gómez del partido ahora hegemónico, no representa gran cosa si lo ponemos en perspectiva respecto a las problemáticas históricas que siguen enquistadas en el país y en la región latinoamericana. Es decir, de lo que se trata es de entender que el verdadero problema es construir las condiciones necesarias (aunque sea un horizonte a mediano y largo plazo pero que sea un hecho) para consolidad una economía y política verdaderamente alternativa ante el extractivismo del capital. Además, si los gobiernos progresistas se consideran críticos y alternativos, ante el imperialismo capitalista, tienen que comenzar por entablar un diálogo y darles cabida a las agendas del movimiento social y frenar al mismo tiempo los mega proyectos depredadores. Es urgente que los gobiernos llamados “progres” den un vuelco histórico porque es verdad que si las agendas políticas de izquierda no se radicalizan verán la muerte muy pronto.