Por Melchor López
Cuerpo que saluda. Cuerpo que abraza en el festín y que estruje de emoción y lanza miradas de alegría y sorpresa. Cuerpo que ahuyenta la calumnia, lo indecoroso e inservible. Hay ocasiones en el que el cuerpo descansa en su tranquilidad. Alejado de la derrota, el cuerpo pone por delante el alma, esa forma de ser exteriorizada y que puede ser atrapada por otro cuerpo que sienta lo mismo, o algo parecido.
El cuerpo de la identidad es seguridad y respaldo de andar sin miramientos por la construcción de la comunicación entre entes. Hay cuerpos en el olvido. Y otros enclaustrados y, sin autorización, los meten a los asilos. Y allí quedan como cuerpos desterrados, sin pasado.
Hay cuerpos que apañan un libro para colocar su vista y leer y elaborar un cuerpo imaginario de lo que perciba. ¿Lo que no se ve tiene cuerpo? Desde la imaginación puedes hacer un cuerpo/robot. ¿Quién recuerda el cuerpo de ficción creado por el doctor Frankestein? ¿Tú tienes en tu mente el cuerpo de algún personaje preferido?
En la escuela, quien enseña mira los rostros de los cuerpos estudiantiles que inician el curso después de dos años de vivir clases por medio de internet. Le llaman clases virtuales, por la pandemia, en las que no se supo exactamente quién era el otro, el que enseña. Fueron cuerpos escondidos; cuerpos en silencio/desconocidos por tanta pantalla apagada. Cuerpos con rostros en la oscuridad.
La autoridad somete cuerpos. El cuerpo del poder que dicta e impone al que acata. Cuerpo unidireccional en disputa si hay un poder gandalla. El cuerpo es uno cuando pregunta; y es otro al responder. Si la respuesta es incorrecta, impacta en el interior en los cuerpos. Es el instante de las emociones que jalarán a los sentimientos. ¿Por qué nace la ansiedad/presión en el cuerpo?
Hay cuerpos extraños y cuerpos que extrañan. Hay quien no sabe esperar y extraña con tristeza. ¿Cómo se hace un cuerpo triste? La tristeza tiene cuerpo. La tristeza es un cuerpo. Aunque no se entienda, el cuerpo se hace. Si el cuerpo se da cuenta de la tristeza, se cae. Por otro lado, el cuerpo amable, generoso, deleita si se comparte a otro idéntico. Se hace el cuerpo del lenguaje que construye uno nuevo.
El cuerpo que espera una llamada de atención, sufre por la incertidumbre. En este momento, la incertidumbre no tiene cuerpo; pero se crea al nombrarla. El cuerpo que no quiere preguntar. El que no desea tener respuestas. El que llega y lamenta. El que responde. El desconcertado. Y el que lo desea todo. El que se sorprende.
Estar en el juego de los cuerpos que debaten. El cuerpo que tiene límite. El que explora sin objetivos. Con el cuerpo quiero negar. El que niega mantiene ecuanimidad. El cuerpo que no ha expulsado de su mismo cuerpo otro cuerpo: el recuerdo que le incomoda.
El cuerpo sin compromiso que deambula la ciudad es el cuerpo de la abstracción. El cuerpo que se mete al micro y empuja para ganar espacio y la mínima comodidad. Disputa directa entre cuerpos que tocan los hombros del vecino que de igual forma desea un pedazo de tranquilidad; y que reaccionan con enojo si no la logran. El cubrebocas esconde el cuerpo del enfado.
Taxista que a lo lejos ve al cuerpo del usuario que levanta la mano en señal de abordar. El cuerpo del dialogo entre el usuario del taxi y el conductor. El cuerpo de quien se la rifó en el transporte público y está cansado y ya está dormido en el hombro del vecino que no la hace de a tos porque quien dormita parece ser un estudiante; y recuerda cuando tuvo que hacer lo mismo por tener que estudiar y trabajar. Maldita referencia, puede decir el cuerpo. Pero es mejor quedarse callado y lo hace el cuerpo cansado.
Dos cuerpos en el metro. Veo sus ojos y la mirada. Arriba del cubrebocas. Él sostenía un pastel con la palma de la mano derecha. Y enfrente una morra con el cuerpo erguido, en disputa. La distancia entre ambos se mantenía en unos centímetros. Un cuerpo aventado por el enojo contra el enemigo rompe la distancia y en el ataque toca el otro cuerpo. No se supo el porqué del cuerpo del enojo entre ella y él. El pastel no se cayó.
El cuerpo que corre. El que nada. El que mete gol y enciende otro cuerpo para celebrar o beber la derrota. Cuerpo del que aflora la emoción y la alegría. Cuerpo que de llanto se empapa. Cuerpo que salta de dicha si él es el protagonista del triunfo y en automático comparte dicha. Nada como el triunfo. Del otro lado, el cuerpo que pierde y se larga a la cantina. Cuerpo en la cantina para beber hasta agotar. Cuerpo desde donde sale la lengua que dice cosas lindas. Cuerpo que ve en el recuerdo otro cuerpo.
Cuerpo que sabe descartar. El cuerpo de la tesis plagiada es un cuerpo extraño, por irreconocible. Cuerpo de tu par que no te deja de mirar porque no ha volteado a ver su celular; de esos cuerpos ya hay muy pocos. Nadie sabe del otro cuerpo que está en movimiento porque cambia y es otro cuerpo. Hay cuerpos que se pudren. Cuerpo sin sonrisas. Hay un cuerpo desprendido que se llama alma.
Cuerpo del viejo regordete de rojo en diciembre. Y de los Reyes Magos en enero. La piñata rota por el palazo jala hacia el suelo otros cuerpos en disputa. Cuerpo del imaginario de recibir regalos. Es inicio del cuerpo del 2023, año en el que poco a poco se deja encerrado el cuerpo del miedo que se instaló con la pandemia.
Hay un cuerpo colectivo. Es el de los familiares que buscan los cuerpos de sus seres queridos con el cuerpo de la duda y de la paciencia/impaciencia e incertidumbre; el cuerpo del deseo de estar con ellos. Cuerpo de dignidad, la de los padres y madres, cuerpo de lucha social.