Por Melchor López
La pandemia mundial por la COVID19 provocó el encierro de prácticamente toda la población. Fue en ritmos y tiempos diferentes entre continentes: mientras que en América Latina se marcaba una pauta, en otras geografías, ya habían transitado o superado alguna faceta de la pandemia. La palabra contagio y el recuento de decesos por la enfermedad llegó a marcar la cotidianidad intercontinental. El cubrebocas todavía se menciona. Y su uso fue generalizado desde inicios del 2020 a la fecha, marzo de 2022.
En México se sacó a los estudiantes de las aulas y, después, las sesiones de trabajo fueron por medio de las redes sociales e internet. La Secretaria de Educación Pública (SEP) dijo el 23 de marzo de 2020: “Se suspenden las clases en las escuelas de educación preescolar, primaria, secundaria, normal y demás para la formación de maestros de educación básica del Sistema Educativo Nacional, así como aquellas de los tipos medio superior y superior dependientes de la SEP”.
Y el árbol de los problemas apareció. La deserción escolar fue uno de ellos. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) dijo en su momento: “Se estima que, del 2.2% (738.4 mil personas) de la población inscrita en el ciclo escolar 2019-2020 que no concluyeron, más de la mitad de ellos (58.9%) señaló que fue por un motivo relacionado a la COVID-19, el 8.9% por falta de dinero o recursos, el 6.7% porque tenía que trabajar y finalmente el 25.5 % restante mencionó otros motivos distintos”.
Después de dos años, los estudiantes han regresado a la escuela para verse con sus pares, docentes y demás equipo de la institución escolar. Las creencias, los saberes y los conocimientos son diversos. Cada uno tiene su mirada y punto de vista. Hay quien desea quedarse en casa. Otros, ya querían iniciar/pisar por primera vez su escuela.
Machetearte entrevistó vía redes sociales a estudiantes, de nivel medio superior de una escuela pública, para saber su sentir ante el inminente regreso a las clases denominadas presenciales. Nohemí narra: “Mi peor experiencia en esta pandemia fue que me distancié de mucha gente, tanto familia como amigos. Me estresa y tengo ansiedad de estar en mi casa y a veces me ponía a llorar por pasar tanto tiempo encerrada”.
Rebeca no olvida lo que vivió: “Lo peor de esta pandemia fue cuando toda mi familia se enfermó de COVID; no fue muy agradable ver mal a la gente que quiero”. El imaginario que predomina es el del riesgo. Rebeca relata: “No quiero regresar por el temor a contagiarme en la escuela y en el trayecto, ya que yo ocupo transporte público. Y si me contagio tengo temor de contagiar a mi mamá, ya que ella es de la tercera edad; y mi papá, al que le dio COVID hace seis meses y casi se moría. Entonces no quiero correr riesgo de contagiarlos y que se mueran”.
Hubo quien aprendió fuera de la escuela. Aquí el testimonio de uno de ellos: “En esta pandemia, empecé a aprender a hacer música a través de un programa de producción musical. Quiero masterizar una canción a través de un Parametric EQ, Compresor normal y de multibanda, Imager, Clipper, entre muchos instrumentos. Me da motivación querer saber más de lo que me deparará en mi vida”.
Alberto describió lo que vivió en esta pandemia con las clases virtuales: “Nunca he sido de tener una relación muy cariñosa, pero tuve una experiencia con una chica que siempre la veía en un café internet. Pero el problema fue que en el último día que la vi, su padre fue por ella y la empezó a jalonear. Y yo no hice nada. Debí quedarme… pero ella me dijo que me fuera y que nunca regresara. Y el abandonarla y dejarla ir fue muy triste para mí ya que teníamos una buena relación y nos queríamos mucho. Pero supongo que así es la vida. No tienes que esforzarte mucho porque tal vez te duelan los arrebatos y sacrificios que enfrentas con el pasar de los días”.
Experiencia fuerte, también la tuvo Viviana: “En esta pandemia fue cuando me enteré de que fallecieron familiares, y más me dolió, porque uno de ellos fue mi padrino y sucedió antes de mis XV años y me había prometido bailar conmigo ese día”.
Al final de la entrevista se les pidió un comentario libre. En Kenia está la incertidumbre: “No sé qué pensar del regreso a clases, solo quiero resignarme; me distraigo demasiado. Soy mala en la escuela, no sé, siempre trato de adaptarme, pero esta vez no; ni me causa emoción conocer a los del salón. Es como esas veces que te levantas sin ganas de nada, sin ganas de sentir algo, así es como me siento”.
En un alto porcentaje, la comunidad estudiantil de nivel medio superior afirmó que se aprovecha y aprende más en las clases presenciales, debido a los distractores en casa. Hubo varias experiencias en las que las clases las tomaban al ir por un mandado o desde su centro de trabajo. Porque, como marca el INEGI, no todos tuvieron las mismas condiciones económicas y familiares para las clases desde el hogar. Por otra parte, reiteradamente se mencionó que no desean ni la casa ni la escuela. Quieren un lugar tranquilo. “En este momento me gustaría estar en la playa—narró Ximena— ya que es un ambiente mucho más relajante que solo estar encerrada. Porque esta pandemia ha hecho que no podamos relajarnos; solo estamos estresados por no contagiarnos, por cuidarnos. Me gustaría estar en un tiempo atrás, donde no hubiera pandemia; o más adelante, para que ya se acabe”.