Por Carmen Escalante
“Que se queden en su país, para qué tienen tantos hijos, les están pagando…” Éstas y otras frases de un catálogo extenso de bienvenida cordial han sido las palabras que recibieron a los aproximadamente cuatro mil migrantes que entraron por Tapachula, Chiapas, el 23 de octubre pasado.
La Guardia Nacional también estuvo presente en ese evento tratando de evitar que ingresaran al país.
Apoyados por Irineo Mújica, activista por los migrantes, personas de Haití, Honduras, Panamá, El Salvador, Nicaragua y Cuba, forman parte de esta caravana migrante qué, según su propia voz, buscan escapar de la miseria, represión y la violencia extrema de sus países, aunque, según voz de otras lenguas, dicha caravana junto con Irineo, sólo es carne de cañón que busca evidenciar a los gobiernos del presidente Biden y al peje, sobre la deficiencia de sus políticas migratorias.
Aseguran que es un nuevo complot y nada que ver con la miseria y violencia que los migrantes y las estadísticas, dicen que hay en los países de los cuales huyen.
La caravana, formada en un inicio por cuatro mil personas, entre ellas 1250 niños de entre dos meses y doce años, buscan pasar por territorio nacional para llegar a Estados Unidos. con la esperanza de poder trabajar libremente y sin discriminación allá con Biden.
Mucha gente se cuestiona sobre porqué en sus países los integrantes de la caravana no organizan un movimiento social con éstas mismas personas y cambian las políticas que los gobiernan en sus lugares de origen. Ya sabe usted, éste tipo de cosas que son bien fáciles y para las cuales solo se necesita educación, estrategia, líderes que lo quieran y lo sepan hacer, algo de libertad para poder realizar este tipo de asociaciones y estrategias, en fin, una serie de detalles mínimos que seguramente no ha hecho nunca nadie en la historia de sus respectivos países para obtener mejores condiciones de vida.
La caravana también está conformada por mujeres embarazadas, madres de familia cargando hijos pequeños, mujeres solas, atravesando caminos bajo el sol caliente, humillaciones de los lugareños, mala atención médica y poco apoyo humanitario, con un solo objetivo en común: la esperanza de llegar a un país donde suponen, les espera una vida mejor para sus hijos, con empleo, educación y menos violencia que la que sufren en sus países.
Algo así como lo que hacen los mexicanos cuando se van de mojados a los yunaites.
Muchos de los migrantes que siguen en la caravana ya están amparados y a 350 de ellos el Instituto Nacional de Migración les otorgó, la visa humanitaria para poder circular libremente por México.
La caravana se ha reducido a la mitad y se encuentra en el estado de Oaxaca al momento de escribir este artículo. Muchos migrantes desertaron por enfermedades que adquirieron ellos o sus hijos en el camino como el dengue, ya muy cansados, con los pies ampollados, la salud frágil y la esperanza perdida, pidieron ser deportados a sus lugares de origen.
Aunque se menciona que ya se están haciendo nuevos llamados a migrantes para convocar a otra caravana el 18 de noviembre en Veracruz.