Por Omar Nava Barrera
El próximo 6 de junio serán las elecciones en los 32 estados de la república para los cargos a nivel local y federal, se busca renovar cámara de diputados y diversos cargos políticos. Sin duda será un medidor que dará cuenta de cómo anda la partidocracia mexicana en tiempos adversos de pandemia.
Y de entre el contexto de propaganda electoral surge la pregunta, ¿en realidad las elecciones representan una opción viable de transformación en estos tiempos turbulentos? Si tomamos en cuenta que desde hace décadas existe una gran deslegitimación de la partidocracia mexicana y a pesar de la entrada de un “nuevo” régimen político, los cambios sociales son tan lentos que se necesitaría de muchos años más para encontrar legitimidad y saber si en realidad estamos ante una transformación nacional, sin embargo, no pareciera que estemos ante un cambio radical, los hechos demuestran que la izquierda-centro de morena necesita pactar con la mafia empresarial y reciclar viejos políticos del antiguo régimen para poder sobrevivir como partido en el poder.
En este sentido, una muestra de la podredumbre partidista es la grotesca postulación de actores de televisión y ex-futbolistas a cargos políticos. La despolitización de la partidocracia ha llegado a extremos vergonzosos, dichas acciones solamente demuestran que la creatividad en la política mexicana no existe y al parecer nunca ha existido desde las instituciones oficiales autorreferenciales. Queda evidenciado que prefieren apostarle a la farándula y a los viejos políticos que a la organización popular de base.
Pero la cereza en el pastel de la grotesca politiquería mexicana es la coalición “Va por México” en el que se aglutina, con desesperación, el cascajo de la derecha mexicana. Se hace evidente lo que AMLO venía exhibiendo desde hace años, en la derecha mexicana no hay diferencias pues la mafia político-empresarial es tan sutil y virulenta que se enquista en cualquier espacio político partidista. De tal suerte que, lo que deben tomar en cuenta los morenistas y obradoristas es que su militancia y sus perfiles políticos no están exentos de tal degradación.
Por consiguiente, la extrema crisis de creatividad política es inherentemente proporcional a la despolitización de la partidocracia mexicana. Me estoy refiriendo a esa terquedad de no querer hacer trabajo popular de base con la diversa población mexicana, la estupidez de desvincularse de los movimientos sociales y cerrarse a un verdadero diálogo democrático con la sociedad, ¿a qué le apuesta entonces el supuesto progresismo de morena? Porque para las próximas elecciones el plan de la derecha es clara: la desfachatez, el oportunismo y la apuesta por la desmemoria del pueblo, toda una estrategia propia de la política gore mexicana.
Tal pareciera entonces que los cambios verdaderamente transformadores para el bienestar del pueblo mexicano no será por la vía electoral. Y mientras la supuesta izquierda-centro morenista se presente como una postura que atenúe al inconmensurable capital, se tendrá que ceder y negociar de acuerdo a sus políticas depredadoras, muy al estilo sumiso del régimen anterior. En medio de este contexto extractivista, la despolitización de la partidocracia mexicana consiste en negar el disenso (movimientos sociales), la problematización (crítica a los mega proyectos depredadores)y los grupos subalternizados (feministas, indígenas, docentes de asignatura etc.)