Por Gonzalo Lara
La detención y extradición de uno de los peces gordos de la pasada administración ha despertado expectativas de que en México comience un macroproceso como los que se han visto en Perú, en Brasil y en otros países en los que se ha llevado al banquillo de los acusados a pájaros de altos vuelos de las esferas políticas y empresariales vinculados con monumentales desfalcos y tráfico de influencias que les han venido a partir el queso a economías de por sí ya bastante castigadas.
El ahora extraditado alguna vez escupió algo así como: “tengo tiempo y dinero para darles en la madre a los que se metan conmigo”. Pues ya se metieron con él, con su mamá y con su esposa y, tiempo, seguramente que sí va a tener ahora que se decidan a meterlo en el Reclusorio Norte, a donde supuestamente irá a parar. Las apuestas ya están girando y hay quienes ven difícil que el muy protegido exdirector de Pemex se quede en el tambo como un mortal más.
Voces como la de la periodista Lidya Cacho aseguran que, según fuentes, sólo días antes de la extradición desde España del exdirector, éste se encontraba más fuerte que un ruso de la mafia, con la cual se le vincula; nada que ver con el supuestamente deteriorado Emilio Lozoya que antes del reclu tuvo que parar en un hospital por su dudoso estado de salud.
En estos días comenzarán las audiencias de algo inédito en nuestro país, pues los sobornos, como el que Odebrecht le pagó a Emilito por alrededor de 10 melones de dólares para darle a la constructora contratos por debajo del agua, nunca habían llegado a tribunales ni mucho menos a detenciones de una piedra que podría ser el inicio de una avalancha que arrastre a más de un caradura de los que nunca son tocados ni por el folio de un expediente.