Por Nino Gallegos, para APIAvirtual
A la larguedad y la brevedad, la gravedad de la política, cuando es psicopatológicamentey fisiológicamentede la boca del estómago a la boca de la garganta, a bocajarro, el acto y el hecho, el tiro y el tajo, el pozo y la fosa, el grito desfondado desde el fondo, Martin Jouber, propone:“Erradicar las diferencias de género (socialmente impuestas) y acabar con la masacre del cuerpo”.
“Sin duda que los intelectuales, académicos y profesionales varios no paran de hablar de la profunda relación entre la teoría y la praxis: pero, en las prácticas, no hacen sino obturar esa conexión. La hablan, pero no la ejercen; e incluso están ahí para impedir que esa conexión ocurra y sea ejercida por los productores directos, puesto que todos sus privilegios y su posición de autoridad “competente” correrían peligro: perderían su sentido, su función social y simbólica de poder. No están dispuestos a aceptar que hay una gran «indignidad» en hablar «por los otros» o “nombre de” los otros. Si actualmente el pueblo existe sólo como una masa amorfa, modelada por las representaciones represivas del poder, ello se debe en gran medida a que los movimientos revolucionarios y los movimientos de izquierdas no solamente no han hecho nada para cambiar su situación, sino que además reproducen en su interior sistemas burocráticos y represivos muy similares a los del poder. Ellos pretenden hablar “en nombre del pueblo”, pero sin tomar ninguna medida que favorezca la cristalización necesaria para gestionar de manera directa los problemas cotidianos del deseo». Indignidad y oprobio de representante que se replica, por ejemplo, cuando los varones sentencian y decretan que la prostitución es un «trabajo»; situación muy conveniente que los coloca inmediatamente en calidad de simples, inocentes y neutros «clientes» o «consumidores»; discurso que mistifica, precisamente, la relación disimétrica de poder que ellos vehiculizan y actualizan una y otra vez: mistifica que ellos no son simples “consumidores”, sino productores y reproductores de la violencia machista y patriarcal (ellos producen aquello que “consumen”).
A los 25 años, la política, a la mexicana, se ha transformado en serse y hacerse una cantidad en la corrupción y la impunidad, en la violencia y la criminalidad, sin más calidad que la verdad, la ley y la justicia en el Estado de Derecho y los Derechos Humanos, la violencia política del Estado mexicano, en el caso de la mujer, la violencia política de género, es más a conveniencia que a convicción de los machos y las hembras en Morena de la mayoría constitucional, porque al “solidarizarse” con el “No Estás Solo” a Cuauhtémoc Blanco, nomás le quemaron las patas futboleras y las manos rateras y calzoneras, lavándole en tribuna las verijas hasta dejarlo blanco de limpio en su percudido fuero político como diputadazo y putañero exgobernador, porque el Blanco de Morena es el macho y el simbólico fálico-vaginal de las hembras morenas en la política prostibularia de los machos morenos, la blenorragia de ellos y la verborragia de ellas son la gravedad política antes, durante y después del exestado-Obrador se ha transfusionado al Estado-Yo Claudia contaminando y corrompiendo el cuerpo del poder, a todo modo, masacrando las partes nobles e intimas, privadas y públicas de los baños a los escaños en la alta tribuna de los diputados y los senadores con la simulación y el simulacro en que los sujetos son los objetos de sus deseos: la masacre corporal y territorial que son los rastros íntimos y los mataderos públicos.