Por Alfonso Insuasty Rodriguez*
Fuentes: https://desinformemonos.org
La desigualdad en América Latina es herencia del sistema colonial, sostenida por élites que controlan estados, clientelismo, corrupción y monopolios. Sin embargo, las luchas populares abren caminos hacia un futuro más justo y equitativo.
En pleno siglo XXI, la desigualdad global ha alcanzado niveles alarmantes. No se trata solo de una brecha entre ricos y pobres, sino de un sistema profundamente estructurado que perpetúa la acumulación desmedida de riqueza en manos de unos pocos.
En el informe OXFAM (2025) titulado “El saqueo continúa”, se afirma que en 2024, la riqueza de los milmillonarios creció tres veces más rápido que el año anterior, mientras que la pobreza global sigue prácticamente inmutable desde 1990. Las cifras son escandalosas: cada día, los diez hombres más ricos del mundo incrementan sus fortunas en 100 millones de dólares, mientras que el 1% más rico del norte global extrae 30 millones de dólares por hora de los países del sur global.
¿Cómo es posible esto?
Se estima que la desigualdad en América Latina es herencia del sistema colonial, sostenida por élites, corrupción y monopolios. Uno de los principales motores de esta desigualdad es la hiper-acumulación de riqueza.
En 2023, por primera vez en la historia, hubo más milmillonarios que heredaron su fortuna que aquellos que la construyeron a partir del emprendimiento. Hoy, el 60% de la riqueza de los super ricos proviene de herencias, corrupción, clientelismo o el poder monopolístico.
Esta tendencia confirma lo que muchos han denunciado durante años, el capitalismo contemporáneo no premia el esfuerzo ni la innovación, sino la apropiación y el saqueo.
Pero este fenómeno no es nuevo
La herencia del colonialismo sigue marcando la distribución global de la riqueza. Durante siglos, los imperios europeos saquearon recursos de América Latina, África y Asia, consolidando una estructura de dominación que perdura hasta nuestros días.
Se estima que, solo en India, el Reino Unido extrajo 64.82 billones de dólares durante su dominio colonial, beneficiando principalmente al 10% más rico de su población.
Estas relaciones desiguales se mantienen vigentes, hoy, el voto de un ciudadano belga en el Banco Mundial tiene 180 veces más peso que el de un ciudadano etíope, reflejando cómo las antiguas potencias coloniales siguen controlando las decisiones económicas globales.
Frente a esta realidad, el informe plantea soluciones urgentes, una de ellas es la reducción drástica de la desigualdad, estableciendo un límite para que los ingresos del 10% más rico no superen los del 40% más pobre.
También se exige la implementación de reparaciones económicas por los daños del colonialismo, financiadas por las élites que se han enriquecido a costa del despojo y la explotación.
El mundo sin duda, está en una encrucijada, si las tendencias actuales continúan, en una década no solo tendremos al primer billonario del planeta, sino al menos cinco, mientras tanto, la meta de erradicar la pobreza podría tardarse más de un siglo, así millones y muchas generaciones, seguirán atrapadas en condiciones de miseria, sin acceso a oportunidades reales para cambiar su destino.
Como advirtió Eduardo Galeano, «los de arriba dicen: la pobreza es culpa de los pobres. Como si la riqueza fuera inocente.» La historia aún puede y debe escribirse de otra manera, pero solo si se cuestiona el sistema que permite que unos pocos acumulen fortunas inconcebibles mientras la mayoría lucha por sobrevivir.
La herencia como pilar de la hiperacumulación
El sistema económico actual ha llevado la concentración de la riqueza a niveles históricamente inéditos. Un fenómeno clave en esta dinámica es la herencia de fortunas, que permite a un grupo reducido de familias perpetuar su poder económico sin necesidad de generarlo mediante innovación o trabajo.
En 2023, por primera vez, los milmillonarios por herencia superaron a aquellos que lograron su fortuna a través del emprendimiento. Esto evidencia cómo la desigualdad se reproduce generacionalmente, asegurando que el poder económico permanezca en manos de unos pocos.
El impacto de estas herencias no solo refuerza la brecha entre ricos y pobres, sino que también limita la movilidad social y perpetúa las estructuras de dominación. Mientras tanto, los Estados, en lugar de regular estas dinámicas, han sido capturados por los intereses de las élites económicas.
Captura del Estado y democracia secuestrada
En un sistema donde la riqueza compra influencia política, las democracias han sido progresivamente desmanteladas, así lo viene describiendo año tras año los sucesivos informes de OXFAM.
Las decisiones económicas y políticas ya no responden a los intereses de las mayorías, sino a una reducida élite de superricos que dicta las reglas del juego. Este fenómeno se evidencia en las políticas fiscales regresivas, la privatización de bienes comunes y la desregulación de mercados que favorece a los grandes capitales.
La cumbre de Davos es un ejemplo paradigmático de este secuestro, cada año, los líderes de las corporaciones y los multimillonarios del mundo se reúnen para discutir el futuro de la economía global, sin representación real de los pueblos afectados por sus decisiones.
En este contexto, los informes anuales de OXFAM, han evidenciado cómo la desigualdad se agrava, los Estados pierden su tarea de equilibrar el poder y garantizar derechos, esto ocurre sin que haya cambios estructurales para revertirla.
Resistencias y alternativas: La lucha por otros mundos posibles
Frente a este panorama de despojo y acumulación, los pueblos no han permanecido inmóviles. A lo largo de la historia, los movimientos sociales han demostrado que la organización popular es la clave para la transformación.
Desde las luchas campesinas por la soberanía alimentaria, hasta las reivindicaciones de los pueblos indígenas por la defensa de sus territorios, las resistencias han logrado frenar, al menos parcialmente, el avance del capital sobre la vida.
En este sentido, se construyen y tejen agendas de lucha desde abajo, algunas estrategias clave incluyen:
Reforma fiscal progresiva: Gravar las grandes fortunas y limitar la concentración de herencias como medidas para redistribuir la riqueza.
Economías comunitarias: Modelos de producción y distribución basados en la cooperación y el bienestar colectivo, en lugar de la acumulación individual.
Autogestión y soberanía popular: Fortalecer las democracias locales y los espacios de decisión comunitaria para frenar la captura del Estado por el capital.
La desigualdad no es una consecuencia inevitable del desarrollo, sino el resultado de un sistema históricamente diseñado para concentrar la riqueza en pocas manos.
La herencia colonial del saqueo y la hiper-acumulación no solo han generado una crisis económica y social, sino que también han puesto en jaque la democracia misma. Sin embargo, las luchas populares y las iniciativas de economías alternativas demuestran que es posible otro mundo, donde la riqueza sea distribuida con justicia y los pueblos sean dueños de su destino.
Leer informe OXFAM: https://acortar.link/PFROXd