Por Alfredo.
El peor escenario que podíamos imaginarnos se dió: el “agente naranja” repetirá en la Casa Blanca gracias al voto de la mayoría de los estadounidenses. Y uno de inmediato piensa: ¿En qué carajos están pensando los primos allá en el norte? Y peor luce el panorama cuando nos enteramos que no es sólo eso, que en el Congreso serán mayoría los republicanos. En verdad uno no se explica ese apoyo electoral a un retrógrada y cómplices que lo acompañan… si nos atenemos al discurso oficial.
Pues le cuento que uno recupera un poco las esperanzas y la fe en la gente cuando revisamos los fríos números: 100 millones de personas con derecho al voto mejor prefirieron abstenerse y no votaron ni por Trump ni por la demócrata Harris, quienes apenas y alcanzarían, de acuerdo a cifras preliminares, 79 y 76 millones de sufragios respectivamente. Dichas cifras que logró cada uno -a menos que Peña Nieto diga lo contrario- no son más que los cien millones que no votaron. Y no sólo es el número de personas que se abstuvieron lo que hay que tener en cuenta, también llama la atención que, con respecto a las votaciones de hace cuatro años en donde salió triunfante Joe Biden, en esta ocasión votaron menos personas. Otro dato: en aquella ocasión Biden obtuvo 81 millones de votos por lo que Trump en esta ocasión quedó muy lejos. Estos datos los recogen en su artículo Jim Canson y David Brooks, corresponsales del periódico La Jornada, y que aparecieron publicados en su colaboración para la edición del 13 de noviembre del año en curso, por si gusta corroborarlos estimado lector.
Igual de interesante resulta cuando revisamos lo que pasó de este lado del río Bravo en las pasadas elecciones y caemos en cuenta que hay un discurso similar: la candidata de la coalición Morena, Partido Verde y PT, la doctora Claudia Sheinbaum, logró una “aplastante mayoría” para ganar la presidencia con el respaldo que obtuvo de 33 millones de votos, más de los que obtuvo López Obrador hace seis años como para darle mayor realce a su triunfo. Es cierto, votaron más personas por Sheinbaum que por AMLO, eso que ni qué. El detalle que se omite es que en las pasadas elecciones los votos con los que la doctora gana la silla presidencial no se acercan a los casi 40 millones de personas que decidieron no votar o anular su voto. Esa sí que es una aplastante mayoría. ¿Qué está pasando entonces?
La respuesta al parecer es simple: cada vez somos más los que estamos dejando de creer en la democracia electorera. La oferta de los partidos y sus candidatos son más de lo mismo en el fondo. Podrán ofrecer soluciones a problemas inmediatos pero no tocan ni con el pétalo de una rosa al sistema capitalista. En todo caso da la impresión de que se busca obtener gente cautiva con los programas asistenciales que les aseguren el voto de los beneficiados y no resolver y cambiarles su vida para bien. Además sus campañas son más de lo mismo, por más dinero que se gasten en sus campañas electoreras tratando de convencernos de participar votando y legitimar así a la democracia electorera. Y para lograr eso usan – y abusan- de un despliegue impresionante de basura electoral ya sean anuncios espectaculares, pintas en bardas, mensajes en los medios de comunicación, lonas, debates, etc. Lo que al parecer se les olvida que ya sabemos por experiencia como gobiernan las dos principales propuestas electorales tanto en gabacholandia como acá y ya no chupamos el dedo con el atole que nos dan… la mayoría que puede votar.
Esto no tiene que ver con que si las opciones “ganadoras” representan proyectos de izquierda “buena ondita” o de derecha 2.0 (de ultraderecha, pues), estimado lector. No nos distraigamos en esa discusión ya que esto es un asunto de fondo. El que haya tanto interés por conservar este tipo de democracia se debe a que es el que mejor les acomoda a las élites nacionales e internacionales que verdaderamente gobiernan y mandan; esas que son tan sólo el 1% de toda la población mundial pero que acumulan gran parte de la riqueza que se genera. Ya sea que tengan a su gente ocupando formalmente los poderes del Estado o que usen los poderes fácticos de los que disponen para presionar a las instancias de los gobiernos para sacar adelante sus agendas y mantener el control del sistema que les permite obtener importantes ganancias político – económicas. Es por eso que por muchas diferencias que tengan las izquierdas y derechas institucionales, el mantener este sistema de participación ciudadana les conviene pues genera que no nos organicemos ni construyamos poder popular desde abajo para exigir y pelear por lo justo. Si piensa que exagero y argumenta que con los apoyos económicos que dan los gobiernos está bien me está dando la razón. Se nos hace creer que participamos en la toma de decisiones que marcan el rumbo del país yendo a votar un día cada tres años.
Ellos seguirán con su propaganda pues son los primeros en saber que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. De nosotros depende no creerlo y lo ideal sería que no únicamente pongamos oídos sordos a dicho canto de sirenas que nos llevan a estrellarnos contra las rocas. Lo importante, y que verdaderamente transformaría de fondo nuestra situación, es organizarnos y buscar ese significativo cambio. Y para empezar con esa titánica tarea un elemento básico para ello es no hacer caso de esa propaganda que disfraza y distorsiona la realidad. Muchos lo están haciendo no sólo en nuestro país, también en el resto del mundo y que obviamente no se difunden lo suficiente porque al sistema no le conviene que se conozcan dichas alternativas. Para conocerlas y en una de esas seguir el ejemplo, es a través de los medios alternativos de abajo y a la izquierda.
Ya lo sabe entonces, compa: El “rey” va desnudo. En la democracia electoral las verdaderas mayorías no cuentan. Y si el sistema insiste en querernos convencer de lo contrario valiéndose de todo su poder nosotros podemos argumentar con los pelos de la burra en la mano,: hey, tenemos otros datos.