Por Krizna Aven
Fuentes: https://desinformemonos.org
Últimamente, la palabra empoderadas ha sido utilizada en diferentes ámbitos, como el académico y por gran parte de la clase política, para referirse a las mujeres que son activistas, luchadoras sociales o que representan algún movimiento de resistencia.
El educador brasileño Paulo Freire acuñó esta palabra y comenzó a ser utilizada con el uso de la palabra inglesa empowerment, para finalmente ser traducida al español. No dudo que lo hizo de buena fe, intentando visibilizar las luchas sobre todo de las mujeres que han sido ignoradas y despreciadas por los gobiernos de la mayoría de los países del mundo, sin embargo este termino ha sido utilizado principalmente por el estado para premiar a quienes los confrontan.
He escuchado a varias mujeres cis y trans que se sienten orgullosas por ser nombradas de esta manera. Se sienten reconocidas como empoderadas por la clase política y el sector intelectual sin detenerse un momento a reflexionar el significado ni la intención de esta etiqueta.
Para iniciar, el empoderamiento es nato, quizá muchas en la cotidianidad desde muy pequeñas se saben dueñas de sí mismas y con el poder de pensar y actuar. La sociedad ha marcado una evidente diferencia entre hombres y mujeres. Los derechos y el acceso a las mismas oportunidades para desarrollarse como individuos plenos no es la misma.
Sin embargo, cualquiera que haya pasado por esto se recuerda con ese poder de exigir, reclamar y rebelarse ante cualquier injusticia. Concebir una personalidad rebelde que nace de la rabia e impotencia.
Bajo este contexto, existen mujeres que deciden, a pesar de sus escasas posibilidades y limitantes reclamar sus derechos humanos, laborales, de educación entre otros más. Quien decide hacerlo las vuelve más tercas, rebeldes, más cabronas. Día a día están en resistencia ante quienes intentan someter, reprimir, invisibilizar, callar.
Generan redes de apoyo y solidaridad entre ellas mismas, casi siempre sin conocerse anteriormente. Generan una empatía natural ante cualquier bronca o injusticia, eso que ahora llamamos sorodidad.
Verse y reconocerse dignas ha hecho que se refuercen estas luchas hasta convertirse en un movimiento social. Protestar, confrontar autoridades, tomar las calles y generar política banquetera ha dado como resultado que se legisle en algunos rubros como lo es el reconocimiento de los derechos humanos, el acceso a una vida libre de violencia, derechos laboras por mencionar algunos.
Falta mucho por hacer y construir pero para esto se necesitara ser como se ha sido, rebelde e insurrecta. Se volverán a tomar calles, saldrán nuevamente a protestar y la confrontación seguirá siendo un arma indispensable de lucha.
Ahora bien, a según, los que las llaman “empoderadas” ¿les conviene esto? ¿Cómo manipular, desestresar y contener la rabia y rebeldía? ¿Cómo hacer si con las rebeldes no se negocia? Ellas se organizan, exigen, irrumpen conciencias y se visibilizan día a día, La solución más perversa es reconocer sus logros con la palabra que diluye conciencias y hace perdonarlo todo, empoderadas
¿Han visto las noticias? ¿Han leído alguna nota donde son invitadas las empoderadas para validar las políticas de estado mientras salen en la foto y les otorgan un reconocimiento en una hoja de papel? ¿Ha leído un libro donde algún intelictualoide menciona a las alineadas como empoderadas como un fenómeno reciente y que es digno de difundir por considerar que jamás habían tenido algún poder y qué solo la clase política las ha elevado a este estatus de poder?
La caricia de perro hace contención en las conciencias y apaciguan las aguas. Existe esta forma de domesticación, el falso reconocimiento que ya existe en cada una de ellas aunque aspiran a un elogio por parte de los represores que están en el poder, buscar tomarse una foto con el político al parecer está de moda.
Quien se sienta totalmente empoderada dará por hecho que ya no necesita salir a protestar ni defender sus derechos, ya no necesita organizarse porque con el poder que tiene, cualquier problema tiene solución inmediata. Les han hecho creer que tienen el poder para dictar leyes, para ya no ser explotadas, perseguidas, extorsionadas, golpeadas, violadas, asesinadas o desaparecidas.
Lo más probable es que sigan siendo rebeldes, insumisas, sobre todo, dignas. No se dan cuenta que son revolucionarías en constante resistencia ante las políticas de desprecio y criminalización que implementan cualquier gobierno aunque se haga llamar de izquierda.
Revolucionarias, sí, empoderadas, no. Ese supuesto empoderamiento contrasta con la resistencia cotidiana de las insurrectas.