Por Melchor López
Me fui de escapada con un cliente; ya hacía falta. Estuvo muy rico el sol y el agua. Hablé con mi acompañante de escribir la experiencia. “Debes hacerlo”, me dijo.
Mi trabajo es complicado por la situación por el desempleo y la frágil economía que parezco. Con un teléfono móvil, como herramienta tecnológica en el hogar, se dificulta porque también lo utilizo para llevar mi agenda. Recuerden que soy mamá soltera y el dinero no ha dado para cubrir todos los gastos, por ejemplo, para adquirir una computadora. Y hay que salir a trabajar para traer el sustento.
En ese sentido debo encargar a mi hija con una persona que me apoye, sin embargo, el cuidado no incluye hacer tareas. Me atrasé en algunas, pero en general, con todo y las complicaciones he salido librada. Lo anterior lo considero un ensayo de vida.
Con relación a la computadora, espero adquirir una muy pronto, ya que las tareas serán con más frecuencia ahora que mi hija entre a la primaria.
Soy trabajadora sexual independiente. Las relaciones de confianza son las que mantienen esta actividad. Algunos chicos han ofrecido darme alguna aportación económica para hacer frente al problema, pero habrá que buscar opciones y generar recursos. Tengo algo de ahorros y es con lo que me mantengo actualmente.
El trabajo sexual, al no ser considerada una actividad productiva ni de servicios, se encuentra sólo tolerada. No tiene los beneficios que la ley pueda otorgar a los trabajadores. Tengo una licenciatura trunca en pedagogía y espero poner en marcha en el barrio local un proyecto de oferta académica y formación continua para niños. Habrá que echar mano, como siempre, de todas las habilidades aprendidas.
Lo bueno del trabajo independiente es que parece inestable y poco factible para el desarrollo a largo plazo, pero brinda oportunidades para tener distintas capacidades personales en momentos de crisis o toma de decisiones.
Sólo le deseo lo mejor al gremio pues hay chicas con situaciones menos favorables. Muchas empezamos aquí porque no tenemos nada en materia económica que nos ayude en el momento y ésta se vuelve una de las motivaciones de muchas para brindar sexo-servicio.
Al pensar en la mirada de un cliente la que más recuerdo es una de tranquilidad, segura, transparente, fuerte; no sé cómo sería en otros lugares con otras sexoservidoras, pero conmigo hay una relación cordial. Al estar juntos en la cama, me parece la de un amante tierno y amoroso y, a la vez, ardiente y seductor; también despojado del pudor y de la pena. Lo veo excitado. Él siempre me mira a los ojos y pide que no cierre los míos, que lo mire. Entonces su mirada penetra todo mi ser hasta el corazón. Esto culmina hasta hacerme olvidar todo y no ver otra cosa que sus ojos.
En el micro-mundo de las sexoservidoras priva el anonimato, pero intentaré describir un rostro… el rostro del amor. A veces me da miedo encontrar a alguien más y olvidarme de ese rostro. De quien te platico, es blanco, a pesar de que siempre he dicho que no me gustan los blancos, de ojos claros, grandes y expresivos; barba cerrada, muy tupida; de labios pequeños y nariz pequeña; con cabello castaño oscuro, algo escaso al frente; él usa anteojos y su rostro es redondo porque es un poco regordete. Un rostro con expresión encantadora y siniestra; y a la vez traviesa.
En este oficio una aprende a olvidar rostros, pues no puedes engancharte si la experiencia ha sido desagradable. Al menos eso hago para continuar si la cosa se pone fea. Si la historia fue buena, seguro la guardo como un buen recuerdo, si no, la olvido y olvido el rostro, el lugar y todo lo relacionado; trato de no retenerlo. A él lo recuerdo, porque aún lo veo.
Al principio tuve un perfil en redes sociales con el fin de conocer a gente interesada y ofrecer mis servicios de acompañante. Mi trabajo consistía en la seducción de los ojos, la mente y el corazón. Nada me parecía seguro. Claro que pensé que era descabellado, tal vez es que siempre me ha gustado el sexo. Nunca he investigado sobre dichas conductas pues en general me gustan las conductas de riesgo, creo.
Sin trabajo y con una pareja, que era más bien como un niño más que cuidar, lo hice durante un año ofreciendo servicios sexuales. Al principio mantenía una relación íntima con mi pareja porque él sabía de mis actividades, las apoyaba y ayudaba a cuidar a nuestra hija mientras yo salía a cumplir con las citas programadas. Al principio fue una. Luego dos. Hasta que en una ocasión tuve cuatro citas en un día. Ese fue mi récord, pero no volví a hacerlo porque fue demasiado. Recuerdo que pensé en el trabajo sexual forzado, no me quise imaginar una situación así.
También pensé en lo que estaba haciendo. Después, decidí separarme del papá de mi hija. Me considero de mente abierta, pero esto no me estaba cuadrando. Fue un largo periodo de pleitos y peleas; en dos años sucedió la separación total.
Todo empezó con un anuncio en una página web. Mi primera cita fue a domicilio, en Tacubaya. Ese día me acompañó un amigo, le dije: “Es una entrevista de trabajo; me esperas en el Metro o afuera”.
Entré y me encontré con lo que me pareció un cuarto de estudiante. Salió a abrir la puerta un chico de lentes, moreno, un poco gordito. Pasé. Me hizo esperar en su cuarto, pues no tenía preservativos. Había un colchón en el piso y dos almohadas de tal manera que parecía escenario porno. Ya estaba ahí e hice mi trabajo, después no volví a verlo.
Así fue el comienzo y no fue tan desagradable, a pesar de todo. Me gustó la atención y el tema sexual. Resulté tener muy buenos dotes para la cama y ser discreta en mis pasiones. Mi cuerpo, mi mente, mi entorno y mis intereses se fueron transformando.
Conocí a personas interesantes, algunas ya no las volví a ver; con otros chicos fue más duradera la experiencia y así formé algunos lazos de amistad y sexo. Ha parecido ser como una aventura sexual, económica y psicológica, con sus tramas y desenlaces, historias románticas, sorprendentes, agradables, desagradables, increíbles, mágicas, deprimentes; de todo un poco, supongo que así somos las personas y eso es lo que transmitimos a los otros y otras con los que nos topamos en el camino. Así lo viví.
Me impactó la vez que hice un trío con un hombre y una chica transexual. Desde que escuché la propuesta me pareció un poco descabellada, pero no quise juzgar las sexualidades. Al chico lo respetaba porque para ambos cada vez que nos veíamos había una relación cordial y afectuosa. En realidad, me sorprendió desde que me lo dijo. El día que nos citamos era lunes a las 11 de la mañana, llegué puntual porque me encantaba verlo. Me preparé con anticipación para experimentar esa aventura sexual. Procuré dejar mis prejuicios sobre la homosexualidad.
Él me comentó no ser gay, sólo le gustaba la estimulación anal, me pareció suficiente con escuchar eso. Además, pocas veces había visto a personas así, transexual, menos en tratos de estos. Llegué, después avisé para subir. Ya me esperaba Alex en la habitación, quien se había bañado porque hacía calor. Como siempre se veía tan hermoso y radiante. Nos saludamos, nos dijimos lo que nos extrañábamos y charlamos sobre el asunto. Le expresé sentir un poco de nervios, pero me pidió que confiara y que si no me gustaba lo dejábamos.
Le avisé que me iba a bañar. La curiosidad siempre ha dominado mis miedos. Después de bañarme, me cambié y estuvimos un rato “solos” antes de que llegara nuestra acompañante. Como siempre, tuvimos el mejor sexo. Y tocaron la puerta. Era ella. Al verla fue muy agradable a la vista: amistosa, divertida y amable. Era una chica trans fácil de empatar. Acordamos pedir unas cervezas para que las trajeran. Ya con la bebida, entre tragos y plática, empezó todo.
Ya nos habíamos desnudado, sólo teníamos toallas para cubrir parte de nuestra desnudez. Y los tres nos acomodamos en un cuarto. Entre besos y caricias y ya sin las toallas vi una escena rara de correspondencia en los cuerpos. Cuando ella estaba encima de él, fue aún más raro; lo que hicimos después fue un orgasmo rarísimo de 3.
Algo bueno fue conocer a personas chidas, que se portaron siempre amablemente por guardar la distancia prudente y necesaria para mantener una relación de respeto. Después de un encuentro con sexo, como en todo, puede ser agradable o detestable por diversos factores como el carácter, el estado emocional o físico. No es cualquier cosa porque si uno lo piensa mucho puede resultar horrible.
Por ejemplo, pueden no cuadrar las fantasías, las expectativas, la concentración y la comunicación. Si algo no cuadra la visión del momento mágico se desvanece.
Con unos me llevé bien en la cama y hasta ahí. Salí con algunos más a comer o al cine; y una vez hasta un fin de semana. Todavía me llevo buenas e interesantes charlas al desnudo.
En este trabajo se ven muchas cosas y uno aprende a adaptarse a circunstancias no planeadas, pensadas y conocidas. Sólo hay que estar más atenta. Una ocasión un tipo se estaba quitando el condón sin que yo me diera cuenta, en un momento que cambiamos de posición, se le cayó y me percaté. No seguí con el servicio. Hay muchos hombres que pretenden tener relaciones sin preservativo. Es lo más desconcertante.
Hace ya un año cerré mi página de anuncios y perdí contactos. En el tiempo que presté servicios conocí a una asociación de trabajadoras sexuales. Se consideran trabajadoras y activistas. Me comentaron que han participado en diferentes foros sobre trabajo sexual y han visitado algunos países de América Latina y difunden el mensaje de la no discriminación del trabajo sexual. Realizan algunos estudios de manera independiente y hacen campañas de apoyo entre las compañeras. Me interesó su trabajo, pero en el momento no pude entrar. Espero contactarlas.
He leído algunas noticias de apoyos para las trabajadoras sexuales de Tlalpan, principalmente. Ésta es una actividad incomprendida por muchos, criminalizada por otros. Negocio de varias manos, pero nunca aceptado. Ya de por si nos tachan de infecciosas. Siempre hay mala fama del gremio. No todas las chicas tienen una economía solvente, muchas veces se inicia en estos trabajos por esa razón, por no tener dinero ni oportunidades de trabajo decente. Pues me parecen indecentes los horarios y los pagos de muchos empleos.
Por eso elegí este trabajo para ser dueña de mi tiempo y mis ingresos, pero es inestable e inseguro. Por otro lado, chingados como siempre los que nacimos con carencia económica o cultural. Sin embargo, como sea hay que abrirse paso. Les deseo suerte a todas las chicas que estén en situación difícil. Es un buen momento para la organización de nuestras ideas y nuestros deseos. De ver por nosotras las mujeres.
La verdad no llegué a conocer o practicar ese servicio hot line. Siempre he sido un poco tímida para usar la tecnología. Mi sentido primitivo es lo que seguro me mantiene en esto (risas). Pero con la situación actual me parece que puede ser una alternativa. Hoy en día la Web son la tendencia. Algunos conocidos ya me están pidiendo nueva modalidad (risas). Creo que me tendré que adaptar. Tal vez sí abra la línea.
Cuando entré en esto me pareció toda una aventura por el placer, el dinero y los halagos. Tuve una buena campaña publicitaria y llegó un buen tiempo. Aproximadamente fue un año y medio. Unas veces te gusta; otras, tratas de olvidarlo. Algunas más no quisieras que terminara nunca, pero aquí eso no es posible o sólo para unas está reservado.
Algunos clientes te tratan bien porque les gusta tu compañía y contratan servicios con relativa frecuencia. Durante un año y medio hice relaciones estables, contratadas con al menos unos diez chicos a los que veía una vez al mes. Llegué a comer con algunos de ellos en una relación íntima y rara.
La rareza, la fantasía, lo exótico, es lo que priva aquí. Con dos de mis clientes llegué a incluir tríos, con otra mujer y una chica transexual. La chica trans se hizo mi amiga y hoy en día mantenemos comunicación y clientes en común. En este ambiente hay que superar las tristezas y los miedos. Así como estuve con gente desagradable, conocí a personas que me ayudan, hasta hoy.
Hay un señor con el que mantengo comunicación y actualmente es quien me apoya con dinero. Otros chicos me han enviado ayuda económica. Es una historia difícil pero también hermosa, es difícil dar un calificativo o valor a esto. Son situaciones raras. Ha sido complicado mantener la abundancia económica.
Claro que llega a mi mente la idea de riesgo, pero es hasta que uno lo vive que lo experimenta. Siento que las personas como yo no actuamos con ignorancia, más bien es una experiencia más dentro de todas las actividades, ya en sí riesgosas. Una sale a la calle y siempre espera en regresar, por supuesto como todos, al salir de casa. Estar a merced de alguien sí me provoca un estado de alerta inusual, suelo caminar y revisar siempre quién va a mi lado, ubicar con anticipación el lugar acordado o sugerir zonas.
Aunque soy un poco paranoica y prefiero que me den indicaciones del lugar para poder estudiarlo y saber a dónde vas a llegar. Una se vuelve perceptiva y aprende a leer a las personas y, como si fueran libros en la biblioteca, hay de todas portadas, tamaños, diseños, contenido y sentimientos. Me trato de aplicar en todo lo que hago y lo que conozco. Soy buena en escuchar las historias que me cuentan; trato de ir con esa idea.
Sí me he encontrado con locos que quieren relaciones sin protección. Eso es más común de lo que se piensa, pues uno diría que por ser desconocidos las personas no lo harían, pero no es así. Esto es lo más desafortunado que he encontrado, pues frustra en corto una sana relación de responsabilidad y respeto. Eso, aunque parezca impensable, existe en el servicio sexual. Hay el tipo de hombre para el que todas las mujeres van a ser putas y hombres que disfrutan de su sexualidad.
Desde luego que estas relaciones se encuentran con muchos tabúes. Ejercemos un oficio, y al mismo tiempo nuestra sexualidad, con fetiches, fantasías y experiencias. He visto escenas poco usuales que podrían parecer grotescas, pero entre los presentes hay un profundo respeto y confianza.
Claro que sí me da miedo entrar a dar servicio sexual, pero trato de confiar en mis instintos y poco a poco me he hecho más cauta. La vez que me sentí más incómoda fue cuando trataron de “convencerme” de no usar protección. Hubo cierto forcejeo y trato violento. Algunas veces me sentí mal por esos encuentros, pero una debe seguir, no esperas un príncipe, pero sí a alguien con quien te lleves bien, al menos. Afortunadamente las buenas experiencias fueron mayoría.