Por Nino Gallegos, para APIAvirtual.
A Enrique Krauze y Rafael Rojas les he leído lo de la joven democracia desde aquel pasado a este presente, y desde que tengo 67 años con Ruiz Cortines y López Obrador, he vivido en el país de las doradas manzanas al sol y en el país de las sombras espectrales, de no haber podido realizar mi deseo de serme y hacerme panadero, para reserme y rehacerme universitario, profesor, poeta y periodista con la pensión y la jubilación de profesor universitario, y si se dice que la joven democracia es un valor entendido y sentido como algo de alguien que uno es y hace como que entiende y siente la tal joven democracia es la posibilidad de vivirla con la gravedad de la enfermedad que la corroe en su joven democracia corrupta e impune, violenta y criminal desde Tlatelolco 68 con los presidentes, la guerra sucia y el narcosicariato.
Alguien diría para qué tanta quejumbre del pasado si con el presente nos basta, y con el 1988 y el Basta Ya del 1994, nadie quiso hacer algo con alguien, quedándonos, mediocremente, en medio de la nada, y de una vez, en La Chingada.
La Democracia, a La Mexicana, más populista por la cantidad y menos popular por la calidad, representativa y participativa, directa y transferencial, reverencial y referencial, autoral y personal (de y para) el Estado-Obrador, transexenal, al Estado-Yo Claudia, en la continuidad-discontinuidad de la 4T, lo que para Patrick Iber y Humberto Beck, fue, es y será el Acto Final del Estado-Obrador:
“Para la izquierda mexicana, el futuro exigirá cierto grado de construcción a partir del legado de AMLO, cierto grado de reconstrucción de lo que se perdió y cierto grado de creación de lo que ni AMLO ni sus antecesores pudieron ofrecer: un camino hacia un país más justo e inclusivo que no dependa de una sola persona”.
Así como es la democracia a la mexicana hay una izquierda a la mexicana y una derecha a la mexicana, la patriarcal y la matriarcal: pos(t)neoliberal, autoritaria y conservadora, reproducida, voraginada y regurgitada por sí misma, cínica y egoísta, corrupta e impune, violenta y criminal, mentirosa, ladrona y traidora.
Si la joven democracia es la que siempre es la siempre viva, muerta y desaparecida, porque el atavismo al presidencialismo es el mismo y es el diferente de siempre amarrado a las patas de la silla presidencial, el presidente y la presidenta, se autoritarizan política, ética y moralmente con la investidura presidencial: la vieja de el viejo.