Por Melchor López
Ricardo es uno de los integrantes del grupo que enfrenta a los talamontes en su región; lo hacen por cuenta propia y con sus recursos. Sus acciones son de gran valor porque van de frente ante el crimen organizado. Ricardo no es el nombre real, lo hacemos así para proteger su identidad.
—¿Por qué lo haces? —fue una de las preguntas de la entrevista realizada en Tlacuitlapa, población del Estado de México, identificada como una de las zonas con focos rojos por la tala indiscriminada de árboles.
—Por coraje.
Y se quebró su voz. Se humedecieron sus ojos. No sabemos los recuerdos que pincharon sus emociones, las mismas que no pudo someter. Solo alcanzó a quedarse callado. Y dimos un giro a la interrogante, aunque después regresamos al tema.
La tala de árboles está al tope en México. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), nuestro país ocupa el cuarto lugar entre las naciones con mayor deforestación, con 1.18 millones de hectáreas, superado únicamente por China, Indonesia y Etiopía.
Recordemos que la tala ilegal es el corte y extracción de recursos forestales sin la autorización de la SEMARNAT (Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales), lo que constituye un delito federal que puede ser denunciado ante autoridades competentes (artículos 189 y 190 de la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente).
La población de Tlacuitlapa ya ha denunciado a los talamontes sin escuchar eco por parte de las autoridades de los tres niveles. Ricardo, después de explicar el valor que tiene para visitar las orillas del peligro, agregó: “ya no ando en la calle con las manos vacías”. Actualmente porta un arma para defenderse de algún ataque hacia él por parte de los talamontes.
—¿Se requiere mucho valor para enfrentar a los talamontes?
—Sí.
—¿De dónde saca ese coraje?
—De ver que nos están dejando sin agua. Lo que me da más coraje es que están talando donde nace el agua.
—¿Tus compañeros y tú qué piensan cuando suben a la zona a enfrentar a los talamontes?
—Nos decimos que ni uno de nosotros va a caer, que vamos a estar juntos.
—¿De dónde nació este coraje?
—Cuando era niño cuidaba mi ganado en el monte y veía cómo talaban y pasaba la SEMARNAT, la policía y el ejército y no les hacían nada. Desde entonces guardo resentimiento.
—¿Qué satisfacción siente al subir a vigilar para que no haya tala clandestina?
—Pensamos que por lo menos por hoy hemos salvado entre 30 y 40 árboles, que son los que tiran en un día.
—¿Cuál es la situación de más riesgo a la que se ha enfrentado?
—Esta última vez que subimos agarramos a uno de ellos. Fuimos por sus caminos y los emboscamos; al que atrapamos fue porque se tropezó y se cayó. Los demás iban en camionetas y motos.
—¿Cree que la situación pudo ser más grave?
—Sí. Sobre todo, porque ellos se empezaron a comunicar con sus radios e iban armados y nosotros teníamos a uno de ellos. Al que atrapamos lo fuimos a esconder a un lugar adonde a sus compañeros no les pasaría por la cabeza buscarlo. Pero a dicho lugar la gente se acercó para ver a quién habíamos atrapado, entonces pensamos que si llegaban los talamontes la gente iba a salir lastimada porque estábamos todos en bola. Al final lo entregamos a las autoridades, pero días después ya estaba fuera, como si nada.
—Cuando terminas una jornada donde evitan la tala de árboles, ¿qué piensas o sientes al estar solo?
—En el peligro que tengo. Y más en lo que le puedan hacer a mi familia. Eso es lo que más temo. Es por lo que estoy más intranquilo.
—¿Cómo hacen para invitar a que se integren más para enfrentar a los talamontes?
—Somos un grupo de 10 a 15, aproximadamente, invitamos a las personas interesadas, pero ya tratamos de tener más cuidado porque en todos lados hay traidores.
—¿Los traidores son los que se conocen como halcones?
—Sí. Son personas de la comunidad que los tenemos bien ubicados, que se sabe quién son exactamente y que sus familiares asisten a las juntas que se han tenido sobre los talamontes. Entonces, su tío, papás y familiares pasan la información a estos halcones, que tienen entre 15 y 20 años.
Por su parte, el presidente de Bienes Comunales de la población dijo que al informar de la situación a la Secretaría de Medio Ambiente le respondieron que si quieren cuidar su bosque se tienen que enfrentar directamente a los talamontes. Porque ellas, las autoridades, no tienen recursos para combatir a este tipo de crimen organizado. Así la responsabilidad queda en los ciudadanos.
Un activista de la población comentó de la tala ilegal de árboles: “siento mucha tristeza por los animales extintos. Mi abuelo nos narra que llegó a ser hábitat de venados. También siento miedo, pues sé, por alguien cercano a la Guardia Nacional, que quien tala es jefe de plaza y que las autoridades lo saben. Al ver la zona talada se siente mucha tristeza y por eso nació el deseo de ser comunal”.
La gente que participa activamente contra la tala de árboles se cuestiona: “¿Qué tan mal están emocionalmente esas personas que talan para destruir todo por dinero? Porque al final el dinero de la tala la ocupan en puros vicios”.
Los comunales han enviado oficios a Obrador (Andrés Manuel López Obrador, presidente de México), Delfina (Delfina Gómez, gobernadora del Estado de México) y Sheinbaum (Claudia Sheinbaum, presidenta electa de México) pero sin respuesta.