Por Nino Gallegos, para APIAvirtual.
Por más regional que sea la historia de antes, ahora tiene que serse y hacerse doctoral, y no, microhistórica, y Sinaloa no canta mal las rancheras, como tampoco los corridos tumbados de un amplio y folclórico repertorio artístico-cultural, desde las fuentes de la originalidad a las redes sociales de la comercialidad.
Roland Barthes en Mitologías, observa lo que se mantiene proactivamente en la originalidad y en la comercialidad de los años 50 del siglo xx a los 25 años de siglo xxi:
“Da la impresión de que el público adivinó de manera admirable la novedad de los temas que se han propuesto: en primer lugar, sensible al neologismo (una adecuada campaña de prensa lo mantenía alerta desde hace años), se esfuerza rápidamente por incorporar una conducta de adaptación y utilitarismo (Hay que habituarse a la novedad)”.
Pier Paolo Pasolini en Escritos Corsarios:
“La verdadera tradición humanística (no la falsa de los ministerios, de las academias, de los tribunales y de las escuelas) es destruida por la nueva cultura de masas y por la nueva relación que la tecnología ha instituido -con perspectivas hoy seculares- entre producto y consumo”.
Y lo que Antonio Gramsci conceptualizó en la cultura clásica-popular y en la hegemonía cultural, pasando por Barthes y Pasolini, con el tiempo llegaron y se instalaron los Estudios Culturales académicos para acreditar(se) los pos(t)grados doctorales de múltiples capitales curriculares, políticos, económicos, sociales y culturales antes, durante y después de “Conahcyt”, desde el Estado-Obrador con la austeridad republicana, la revolución de la conciencias y el humanismo mexicano, en el país de las sombras espectrales como en Sinaloa, la cuna y quien mece la cuna como origen, estilo y marca del narco son-es un capitalismo y feudalismo-consumismo de lujo y funeral, pues, la violencia y la criminalidad, que le son propios y ajenos, se venden y se compran para estar en la espectacularidad grandilocuente de la fama y la fortuna, no sin antes la vida y la obra en los narcocorridos y-o en los corridos tumbados de los próceres como antihéroes nacionales e internacionales, alguien quiso-quiere creer lo que los sicilianos ponen a Corleone como origen de la mafia italiana y los sinaloenses ponen a Badiraguato como origen del narco mexicano, porque cuando Roberto Saviano escribe una apología de El Chapo Guzmán, tal vez informado por Anabel Hernández, aunque Anabel le va a El Mayo Zambada, nada de nadie de ese alguien cree que la fama se compra con la fortuna, y que los vivos, los muertos y los desaparecidos pagan por ellas.
Las partes íntimas de la microhistoria, no son las partes públicas de la macrohistoria con La Chingada de la Historia Patria, y cuando la literatura y el periodismo se complementan en el periodismo literario, la historia y la investigación, se entremezclan más por la representación que la es en la novelística de Elmer Mendoza y en la crónica de Javier Valdez, y la significación viene de Ramón Rubín, Inés Arredondo y Dámaso Murúa, pues si desde algo se bifurcan los géneros literarios y periodísticos son de la historia, la literatura y el periodismo: la realidad y la imaginación, no tratándose en que los personajes obedezcan a los escritores, acaso hacer caso por el ocaso y el caos de lo que se vislumbra en lo superficial y en lo profundo de una nervadura orgánica y textual: la hoja de papel, manuscrita, redactada, legible y leíble, existiendo y habiendo lo que alguien advierte: “La acción trae consigo una falta de ser” y una sobra de hacer que la acción sea más un acto, y no, un hecho, lo que para la simulación es el simulacro, donde la víctima es la literatura en la imaginación y el victimario es el periodismo en la realidad, atravesada la literatura por la luz y el periodismo atravesado por la oscuridad en el país de las sombras espectrales.