Por Fernando Buen Abad
Fuentes: http://www.cubadebate.cu
Saquemos cuentas. Para ilusionarse de manera rentable las derechas compran, y venden, los números de sus predicciones más exóticas. Es un mercado aritmético que cuenta con expertos en retruécanos metodológicos variopintos, casi siempre adosados con silogismos insustentables para operaciones ilusionistas. El problema no son las encuestas (si son científicas), sino las emboscadas de falacias a las que sirven, a sabiendas o no. Como ya no tienen ideas, creen que les quedan los números… y los manipulan. La casa del ahorcado. Por cierto, en pleno proceso electoral pesan 950 sanciones imperiales contra Venezuela.
Así obran las derechas para propiciar el declive político del gobierno. En su desesperación, la derecha que ha rogado de rodillas por intervenciones imperiales, agita y financia proyectos de desmoralización inducida. Siembran en las cabezas de no pocos despistados todo tipo de incertidumbres. Fabrican cuentos sobre el agotamiento moral del pueblo, protagonizan ficciones económicas y morales para inyectar golpes de Estado recetados por sus laboratorios de guerra sicológica, que también venden encuestas y que no son baratas. Como en Miami. Con su circo de números fake despliegan, también, operaciones sicológicas, cuyos relatos estratégicos sirven principalmente como “globos de ensayo” para medir tolerancia e ignorancia sobre diversos temas. Y exhiben porcentajes a placer.
Algunos despliegan gráficas que se dicen habilitadas para medir el “enojo” popular contra Maduro, el “chavismo”, Simón Bolívar y todo lo que suene a socialismo. Echan mano del manual elemental de las falacias mercantiles para regimentar “datos verdaderos” en su guerra de estadísticas. Sin pudor, exhiben muestras sesgadas, preguntas tendenciosas, inferencias de “causalidad inversa”; confusión sobre el “punto de referencia”; falsificación del “sesgo de respuesta”; “inferencias indebidas”, y “precisión ilusoria”. Un arsenal de emboscadas fabricadas por los laboratorios de guerra sicológica para hacer creer que su numererío es exacto y significativo y que no conocen márgenes de error ni limitaciones de sus encuestas a pedido.
Ahora la derecha abrió una batalla contradictoria y aberrante, en la que, además de anunciar fraude adelantado, es decir, exhibir su descrédito sobre la salud democrática de Venezuela, exhibe números fabricados para diagnosticar tal salud.
Un interés de verdad bizarro cuando no parte de alguna dramaturgia surrealista. Sus encuestas, como instrumento para desnudar la realidad electoral, provocan un gran debate que debería tener ribetes judiciales por la dimensión de las falacias exhibidas, impúdica e impunemente, a escalas nacional e internacional, con grado de calumnia y difamación agravadas por ser difundidas con encuestadoras poco confiables. Distorsionan la voluntad democrática del pueblo venezolano, sus contextos, tradiciones, aportes y padecimientos bajo el agobio imperial estadunidense y sus 950 sanciones económicas, políticas y culturales. Repitámoslo. Sin olvidar que sus instituciones electorales han merecido copiosos reconocimientos internacionales por su transparencia y eficiencia.
En Venezuela la derecha pontifica su fanatismo imperialista alineada con cuatro frentes: 1) odio de clase militarizado imperialmente, 2) saqueo furibundo de materia prima y mano de obra, 3) dictadura financiero-inflacionaria, y 4) guerra cognitiva infestada con tsunamis ideológicos burgueses. Todo ello, subordinado al odio de clase que les impide entender la realidad de un pueblo en revolución, que no abandona la crítica ni la autocrítica, que no está contento con sus logros ni con sus agobios y que ya probó las mieles de la revolución desde abajo, incluyendo la revolución en marcha desde sus bases electorales.
Mientras el paisaje mundial del capitalismo se pudre aceleradamente y no logra recuperar su “prestigio”, la realidad se encarga, cotidianamente, de desnudar las perversiones de sus intereses y la maldad de sus consecuencias contra la especie humana que padece estragos infernales en las condiciones de vida más elementales. Hambrunas, miseria, intemperie, insalubridad, desempleo, ignorancia… y humillaciones sin límite minuto a minuto. La riqueza que produce la mano de obra global está secuestrada por unos cuantos terratenientes, industriales, faranduleros, militares… que ejercen con impudicia, e impunidad, la lógica salvaje del capitalismo. En Venezuela el pueblo vota históricamente contra eso. Hay pruebas a raudales.
Las encuestas que fabrican las derechas, con sedes también en Miami, son máquinas de guerra ideológica. Unos se llaman think tanks, “agencias de publicidad”, “asesores de imagen” e incluso “fundaciones” o “centros de investigación”. Invierten fortunas en la preparación, las pruebas, los focus group, los paper académicos, los estudios de mercado, las segmentaciones, los análisis sicológicos y semióticos… todo lo que uno pueda imaginar, y lo que no también, para martillarnos en la cabeza las maravillas del modelo de explotación que se les pudre en las manos. Nos quieren engañados, ignorantes y agradecidos a cualquier costo.
Ya podríamos escribir la enciclopedia del horror comunicacional con las aventuras de los vendedores de encuestas falsas que desfilan diario ante las cámaras y los micrófonos de los monopolios informativos desplegando hoy su nueva “operación cóndor mediática” para desestabilizar gobiernos elegidos democráticamente, para calumniar a los líderes sociales de los pueblos, para generar falacias informativas, para confundir a los ciudadanos y, especialmente, para expandir basura ideológica burguesa y hacernos creer que su proyecto de vida es lo mejor que pudo pasarnos, que es lo único y que más nos vale resignarnos. Eso anhelan las derechas, mientras pagan fortunas a sus encuestadoras con nuestro dinero.
Pero, cuando ellos canten fraude, el pueblo estará en las calles con su fuerza cualitativa y cuantitativa. Saquen sus cuentas.
(Tomado de La Jornada)