Por Nino Gallegos, para APIAvirtual
Una vez:
Recios hombres de armas tomar, mi padre Heraclio y mi abuelo materno Francisco, sentados frente a frente con las piernas cruzadas y los sombreros puestos en una de sus rodillas, el abuelo fumando Del Prado y tomando café con el yerno de mi padre, la tarde solar en un jardín de rosedales colgantes, mi abuela Heloisa y mi madre Theodora amasando la harina para hacer unas gorditas y ponerlas en la plancha metálica de la estufa de leña en brasas de encino con el crepitar de los pensamientos y las palabras del abuelo y el padre, el niño del Nino, montado-sentado en un caballito de madera, se mece de atrás para adelante para cabalgar en lo que fue una vez en el país de las doradas manzana al sol, todavía vive entre Las Lajas y Las Cuevas Lejas, escuchándose las conversaciones en las voces de los ecos.
Dos veces:
En tanto, uno ha llegado hasta donde estoy, el tableteo de las metrallas y las balaceras de las pistolas, los narcosicarios, no le piden permiso a la muerte, porque la tienen matada en manadas de vacas en los rastros íntimos y de toros en los mataderos públicos que no pastan más que en el rumiar de los valles y los caseríos de madera con las estufas de leña crepitando de fuego atizado por el miedo.
Tres veces:
El hijo de La Chingada del gobierno que manda en qué país es este desde Comala y la Media Luna hasta Luvina, hace tiempo que no es como la miel derramada más que en la sangre derramada, sigue atizando a las brasas del rencor con el cobarde de la nación.
Cuatro veces: el tiro y el retiro
En la izquierda por la derecha, el Estado-Obrador, como Capataz en el Sur-en el país de las sombras espectrales, con La Chingada en Palenque, esperándolo la hamaca, se echará pensante, escribiente y rumiante, no sabiéndose si emulando al ciudadano en su laberinto o al otoño del patriarca, pidiéndose y dándose la hora y nadie le lleva, siquiera, un vaso de fresca agua de Jamaica.
Quinta vez:
Allí que será allá, es un bulto de hombre en un saco roto de pensamientos, y, de lo roto, lo descosido, con las memorias de quien las recuerda reviviendo en lo que siempre fue más su pasado que su presente, que, de Juárez a Cárdenas, ni siquiera un Obrador, y cuando recordó que tenía que estar listo para viajar en el Tren Maya, el tren lo había dejado pejependejeando en la hamaca.
Sexta vez:
Con el pos(t)después ha llegado la que nos vendrá, más o menos igual que antes y desigual que ahora desde hace seis años, porque al no ser la democracia tiene que hacerse la transformación, más para la destrucción y para la reconstrucción, el templo de la adoración y el sacrificio se le queda mirando al templo mayor, pasando fugazmente Agripina de Luvina con su sombrilla de retazos para el sol de la chingada que está haciendo y cayendo a plomo como los balazos sobre las últimas mañaneras-adormideras, la hamaca voladora de La Chingada levanta el vuelo desde el Zócalo y entra furtivamente por el Balcón Presidencial, para que la Historia Patria lo sepa que así fue: el año de Hidalgo por si falta algo.