Por Roberto Torres Collazo
Durante la pandemia del Covid-19 se hizo viral en las redes sociales una anécdota de la famosa antropóloga estadounidense Margaret Mead sobre el primer signo de la civilización humana. Un estudiante le preguntó “¿cuál fue el primer signo de civilización?”. Mead dijo, “el fémur”. En el reino animal si te rompes una pierna mueres. Un animal herido es presa fácil de un depredador y en consecuencia puede afectar a la tribu. A diferencia del animal, el ser humano tiene lenguaje que permite la probabilidad de que nadie muera, al menos solo.
Esa anécdota ilustra la necesidad de la comunidad. Desde que estamos en el vientre de la madre, dependemos de ella. Lo mismo durante el desarrollo. De alguna manera todos y todas dependemos de nuestros padres o madres, dependemos del mecánico, de quien limpia las calles, del cura, del pastor, del profesor o profesora, de los campesinos o campesinas…. Nadie es totalmente independiente, nadie es una isla. Por naturaleza, somos un entramado de relaciones que nos vincula a la sociedad, la comunidad, al cosmos y la naturaleza. Lo contrario al ser social y comunitario es el individualismo.
Para fines de este escrito, definimos individualismo como la tendencia ideológica que defiende la supremacía de los derechos del individuo frente a los de la sociedad y el Estado. En unas más y entras menos, nos movemos en sociedades extremadamente individualistas. El capitalismo neoliberal se caracteriza por el individualismo, con la llegada del Internet, YouTube, Twitter, WhatsApp, Instagram o Tiktok se ha agudizado. Donde nos mostramos especiales, como si no tuviéramos nada en común con la empleada de la tienda, con el vecino o la vecina. La privacidad en la recámara se ha convertido en el escenario digital de los “mejores” cuerpos, los “mejores” discursos, “mejores” bailes, “mejores” artistas, “mejores” profetas, “mejores” juegos, “mejores” videos virales.
El individualismo ha conducido a un mayor narcisismo, a un alto índice de ansiedad, el estrés, al vacío existencial, la soledad interior y la depresión. Se puede estar en medio de una multitud y sentirse solo. La depresión que en otros tiempos estaba reservada a las clases altas, hoy abarca a gran parte de la sociedad donde la psiquiatría establece relaciones de poder entre persona y psiquiatra, una relación basada fundamentalmente en medicamentos para la salud financiera de las farmacéuticas.
De acuerdo con Lipovestsky y Pérez, el individualismo impulsa la religión del selfie, a una vida sin sentido y al rompimiento con la compasión y la solidaridad. Lo importante es el presente, no el futuro. El individualismo se refleja en el lenguaje: “Do it yourself” (hazlo por tí mismo), “después de que mi familia y yo estemos bien los demás que se jodan”. No se acepta que no siempre se será joven. El individualismo ha convertido la espiritualidad y la religión en una vivencia individualista sin compromiso con la transformación de las sangrientas realidades sociales, políticas, económicas, y culturales.
El individualismo ha roto con los sectores que facilitan el espíritu colectivo: los partidos, las iglesias, el sindicato, movimientos de luchas por los derechos humanos o de la naturaleza y grupos comunitarios. En el individualismo cada cual es sálvese quien pueda. Es frecuente escuchar, “Ya tengo bastante con mis problemas personales y familiares”, o sea, no me interesa el bien común. Otros declaran, “me preocupan mis estudios, mi grupo, mis amistades, mi trabajo, mis diversiones, mis sueños, comer y beber y mi familia”. El psicologismo grita “ámate a ti mismo (en realidad es narcisismo) y se positivo”; es la tiranía del Yo, de la hiperautoestima, de hacernos creer que por el mero hecho de pensar positivamente los problemas se resolverán por sí mismos.
El reto es integrarnos o reintegrarnos al círculo virtuoso de la comunidad, que nos hace más fuertes, iguales y libres, nos puede enriquecer, podemos aprender mutuamente, nos ayuda a renunciar a creernos que somos el ombligo del mundo. Es el momento de soñar como colectivo, reconstruir o construir lazos de comunidad a nivel local y mundial.
El desafío es también reafirmarse como pueblo, fortalecer o volver a compartir en comunidad, de pronunciar el “nosotros” en plural, en vez del yo hice, yo organicé, yo dirigí. La comunidad reforzada con fuertes vínculos puede sacarnos del abismo del vacío existencial, la angustia, el narcisismo e indiferencia. Solo la integración o reintegración al colectivo puede romper con el individualismo que mata nuestra naturaleza social, mata el espíritu comunitario, mata la compasión y la solidaridad. El individualismo mata.
Publicado en //rebelion.org