Por Nino Gallegos, para APIAvirtual.
Odio a los indiferentes de Gramsci es lo que yo detesto de ellos, sean los mismos de antes y sean los diferentes de ahora en el país de las sombras espectrales, con el poder, a todo modo en el Estado-Obrador, los liberales autoritarios y conservadores de la izquierda y de la derecha.
“Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado? Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas. Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes”. (11 de febrero de 1917).
Cuando el Estado-Obrador, no marxista-leninista, y sí revolucionario de las conciencias con el humanismo mexicano, lamentablemente, ha sido indiferente al dolor ajeno porque el amor a Dios-Estado, Patria y Familia de su patriarcado con el maridaje en el matriarcado de su nación-le nació una hija putativa-política para Presidenta que se le va a recordar como una presidenta de la Prosperidad Compartida con el Presidente de la Corrupción y la Impunidad, de la Violencia y la Criminalidad, porque lamentablemente “La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida”; la vida nula y/o la nuda vida, la vida/esta y la vida/otraque en Giorgio Agamben es “una vida (viva) expuesta a la posibilidad de ser matada (muerta) impunemente”.
Lamentablemente e impunemente ha sido la Ley y la Justicia sin el Estado de Derecho con la violencia y la criminalidad en los Derechos Humanos (de y en) el Estado-Obrador, transformados en el culmen que es la revolución de las conciencias y en el colmo que es el humanismo mexicano de la indiferencia como reverencia y referencia presidencial en las mañaneras de la politiquería con las piedras, los sopletes y los marros, pero no con las armas largas y cortas del narco, porque el soldado es el pueblo uniformado y el narcosicariato es un ser humano, la gran elección es y será la elección del gran elector (de y para) el Estado-Obrador. La indiferencia (de y en) el Estado-Obrador es lamentablemente la indolencia de la investidura con la réplica presidencial, ética y moralmente, porque el soberano hace de la soberanía su soberana gana en lo que “la masa ignora (a conveniencia) por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella” el Estado-Obrador con la 4T, Morena, el Ejército y el Narcosicariato de La Chingada con la Historia Patria, degradando la condición humana del ser humano mexicano en el humaniutilitarismo (de y para) el humanismo mexicano, porque “al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente”, el sistema político mexicano de la corrupción y la impunidad, de la violencia y la criminalidad ¿empezó con Díaz Ordaz y termina-rá con LópezObrador?