Por Sam Pizzigati
Fuentes: //www.sinpermiso.info
Hogar, dulce hogar. A Jeff Bezos, uno de los tres seres humanos más ricos del planeta, el estado de Washington le encajó nítidamente en esa descripción durante casi treinta años. Pero el pasado noviembre, Bezos anunció de repente que se mudaba a Miami.
¿A qué se debía esa mudanza? En una publicación de Instagram, Bezos explicaba que quería estar más cerca de sus queridos padres en Florida y de las operaciones en Cabo Cañaveral de su pasatiempo empresarial aeroespacial.
Le quedó por decir que su estado de Washington, antaño tan amado, un estado famoso por su indulgencia con sus residentes más ricos a la hora de pagar impuestos, ha establecido un nuevo impuesto del 7% sobre las ganancias del capital a largo plazo por encima de 250.000 dólares. Al trasladarse a Florida, un estado sin impuesto estatal sobre la renta ni gravamen sobre las plusvalías, Bezos se ahorrará lo que la revista Time describe como «cientos de millones de dólares en impuestos».
En realidad, pongamos que son miles de millones de dólares en ahorro de impuestos.
Justo antes de que entrara en vigor el nuevo impuesto de Washington en 2022, señala Jennifer Torres, una periodista de Florida, Bezos «vendió alrededor de 15.700 millones de dólares en acciones de Amazon, eludiendo aproximadamente 1.100 millones de dólares en impuestos por la venta de acciones, que habrían debido pagarse con el nuevo impuesto sobre plusvalías.»
La semana pasada, con el nuevo impuesto plenamente en vigor, el nuevo Bezos con sede en Miami terminó de descargar -en el transcurso de sólo nueve días de negociación- otros 50 millones de acciones de Amazon, ahorrándose, señala Robert Frank de la CNBC, al menos otros 610 millones de dólares.
Esos ahorros se multiplicarán rápidamente en años venideros, ahora que Bezos ha reanudado su pauta anual de compraventa de acciones de Amazon. A partir de 1998, señala Frank, Bezos «vendió acciones casi todos los años por valor de miles de millones de dólares a lo largo de más de dos décadas».
Pero la mudanza de Bezos a Miami no sólo le ahorra al presidente ejecutivo de Amazon mucho dinero en impuestos. Su salida de Seattle proporciona a los más ávidos defensores de las grandes fortunas de nuestro país lo que consideran «pruebas» adicionales de que cualquier medida para aumentar los impuestos a nuestros más ricos será siempre contraproducente.
Las jurisdicciones que gravan a los ricos, dice el mantra conservador común, siempre acabarán viendo cómo sus más ricos huyen a jurisdicciones que se niegan sensatamente a «poner en remojo a los ricos». Los más de 600 millones de dólares que Bezos acaba de ahorrarse en impuestos por sus últimas operaciones bursátiles, exultaba la semana pasada en las redes sociales Stephen Moore, «distinguido miembro» de la Heritage Foundation, «¡confirman aún más el impacto de los impuestos en las decisiones de deslocalización!»
Pero el carraspeo indignado de la derecha sobre la insensatez de subirles los impuestos a los ricos, señalan los analistas que se molestan de veras en estudiar los datos fiscales, descansa sobre un puñado relativo de anécdotas de alto perfil -como la inesperada ganancia de Bezos- que distorsionan profundamente la historia real de los impuestos a los ricos.
Así lo señala el sociólogo Cristóbal Young en su libro de 2017, The Myth of Millionaire Tax Flight: How Place Still Matters for the Rich [El mito de la huida fiscal de los ricos: Cómo a los ricos todavía les importa el lugar]. La opinión de que la «libertad de movimiento» de la que disfrutan nuestros ricos siempre va a socavar cualquier medida para recaudar más ingresos fiscales de los ricos, señala Young, «se ha vuelto algo cada vez más destacado en los debates públicos sobre impuestos, especialmente en lo que toca a los estados». Pero esa opinión, postula, no refleja en absoluto las «pruebas reales».
«La migración se produce de forma abrumadora cuando está la gente asentando su carrera», indica Young, radicado en la Universidad de Cornell. «La gente casi nunca se muda cuando está en una fase avanzada de su carrera».
¿Cuál es la razón principal de que los más ricos se queden? Los más ricos de entre nosotros tienen montones de «contactos empresariales y sociales que los convierten en personas destacadas y bien conectadas con información privilegiada allí donde viven».
Las cifras respaldan el argumento de Young. Su investigación se basa en datos «de las declaraciones de la renta de toda persona con ingresos millonarios en cada uno de los estados de los EE.UU. a lo largo de trece años», unos 45 millones de registros fiscales en total. También ha analizado los datos globales de multimillonarios de la revista Forbes para sondear la «propensión de las élites económicas» a emigrar fuera de sus países de nacimiento.
«Para cuando la gente llega a la cima de su carrera -y entra en los tramos impositivos más elevados de sus respectivos estados y países- muchos se han convertido en élites encastradas», muestra su investigación. «Los lugares son adhesivos: cuando se alcanza el éxito en un lugar, resulta más difícil abandonarlo».
Otros investigadores observan una dinámica similar.
«Muchos legisladores de los estados sobreestiman lo sensibles que son los ricos a una diferencia de unos pocos puntos porcentuales en el tipo impositivo de los estados», señalaba el otoño pasado Carl Davis, del Instituto Tributario y de Política Económica (Institute on Taxation and Economic Policy).
Las diferencias en los tipos impositivos de los estados para las rentas altas pueden ir a menudo mucho más allá de unos pocos puntos. Los muy ricos de Florida, por ejemplo, no tienen que pagar impuestos, pero los que viven en Nueva York afrontan una tasa impositiva del estado de un 10,9% sobre ingresos superiores a 25 millones de dólares. Quienes se encuentran en ese tramo de renta viviendo en la ciudad de Nueva York se enfrentan a un gravamen adicional del 3,876% sobre los ingresos superiores a ese nivel, lo que eleva el tipo impositivo total a un 14,776%.
Sin embargo, según apunta un nuevo informe del Instituto de Política Fiscal (Fiscal Policy Institute), el estado de Nueva York ha ido ganando millonarios. Y alrededor de tres cuartas partes de los ricos que han abandonado Nueva York se han trasladado a Connecticut, Nueva Jersey y otras jurisdicciones con impuestos elevados.
¿La prueba más fehaciente de que nuestros ricos no huyen en masa de los lugares con impuestos más altos? Esa prueba proviene del mercado inmobiliario de lujo. En el cuarto trimestre de 2023, según informaba Mansion Global el mes pasado, la ciudad de Nueva York experimentó un aumento anual del 9% en las ventas de propiedades residenciales de más de 20 millones de dólares.
El valor total de las ventas de viviendas de lujo del trimestre, recalca Coury Napier, director de investigación del gigante inmobiliario Serhant, superó los 530 millones de dólares, «un significativo salto del 37,6% respecto al volumen del año pasado».
Los adalides de derechas de los más ricos ignoran sencillamente las estadísticas que van en ese sentido. Siguen insistiendo en que los impuestos a los ricos son demasiado altos en demasiados lugares. Nuestra realidad fiscal real es que los impuestos a nuestros ricos no son lo suficientemente altos en ningún lugar. Los impuestos existentes sobre nuestro conjunto de altos ingresos, incluso en aquellas jurisdicciones que actualmente gravan a los ricos con las tasas más altas de nuestro país, dejan a nuestros más ricos aún fabulosamente ricos después de que paguen sus impuestos.
Y eso nos crea verdaderos problemas a todos los demás. En las zonas metropolitanas de moda, los más ricos suben el precio de los inmuebles, lo que hace que la vivienda sea cada vez más inasequible para las familias con ingresos moderados y bajos. El mismo estudio del Instituto de Política Fiscal que demuestra que el aumento de los tipos impositivos sobre el 1% más rico de Nueva York no está ahuyentando a esos ricos indica que las familias medias cada vez encuentran más inasequible la ciudad y se marchan.
«En 2022, el año más reciente de cuyos datos se dispone», señala el New York Times, «los neoyorquinos más ricos abandonaron el estado a un ritmo mucho menor que el resto de grupos de renta».
Tenemos que afinar nuestro enfoque de los impuestos a los ricos. Tenemos que hacer algo más que gravar las rentas altas. Tenemos que limitarlas.