Por Edward Snowden
Fuentes: //ctxt.es
El pasado 23 de octubre políticos, activistas y periodistas intervinieron ante el Tribunal de Belmarsh (Londres) para denunciar las prácticas de la Casa Blanca en Oriente Medio. Asimismo, denunciaron la persecución política al fundador de Wikileaks, Julian Assange. Esta fue la intervención de Edward Snowden, antiguo empleado de la CIA que tuvo que salir de EE.UU. tras filtrar documentos secretos.
Cuando hice mi denuncia en 2013 dije que lo hacía porque teníamos el derecho a saber lo que se nos está haciendo y lo que nuestros gobiernos hacen en nuestro nombre. La amenaza ya existía, y cuando miras lo que ha sucedido en el mundo desde entonces parece que esa tendencia se está acelerando. ¿Seguimos teniendo ese derecho?, ¿seguimos teniendo cualquier derecho si no lo defendemos? Pues bien, ahí está alguien que dio la cara para proteger ese derecho, que lo defendió enérgicamente, con un coste personal extremadamente alto, y ahora nos toca a nosotros defender sus derechos. Lo que estamos presenciando es un asesinato del que nadie habla.
Quiero decir que me cuesta mucho comprender este espectáculo, cómo la prensa de un país o cómo el mundo desarrollado es cómplice, con pleno conocimiento, de un crimen no solo contra este hombre, sino contra el interés público. Sin embargo, en estos momentos todos podemos ver, todos podemos sentir que es tan real como los zapatos que llevo puestos.
Miremos donde miremos, ya sea Afganistán, la economía, la pandemia, o la vigilancia omnipresente, lo evidente se ha convertido en indecible. Se ha vuelto indecible porque la verdad de nuestra situación podría utilizarse como prueba para defender los actos de los caídos en desgracia. Y para el gobierno de Estados Unidos pocas personas son tan representativas, son un blanco del odio, como Julian Assange. Se le acusa de ser un criminal político, algo que yo conozco bastante bien, pero se le ha acusado de la forma más pura de criminal político, por haber cometido el delito de elegir el bando incorrecto. Los cargos contra él no son más que una ficción legal sin ornamentos.
Nos dicen que tenemos que creer que el Estado tiene poderes para decidir qué se puede decir y qué no, pero lo que pasa es que si lo toleramos, ¿hacia dónde nos lleva eso?, ¿qué somos?, ¿podemos decir que somos libres? Si hasta nuestro derecho para expresarnos, para comprender la realidad de nuestro mundo puede ser cercenado, podríamos mirar a través del velo y ver lo que podría ser la realidad del mundo, pero no se nos permitiría obtenerla.
Julian Assange no estaba de acuerdo, y los cargos en su contra se reducen a alegar que ha cometido el delito del periodismo, en primer grado. Es lo mismo, la publicación de materiales clasificados, que hemos visto en The New York Times o The Washington Post, pero añadiéndole una conspiración para conseguir lo mismo, que no es otra cosa que desvelar una verdad incómoda.
Pero algo diferencia a Julian Assange de los grandes periódicos de nuestro tiempo: su independencia. Julian Assange no es una persona a la que se le pueda decir “no” tan fácilmente. Recuerdo cuando hice mi denuncia en 2013, y presenté las pruebas de una vigilancia masiva: el gobierno de mi país había diseñado un mecanismo de vigilancia masiva, un sistema que se extendía por todo el mundo con la participación de Australia, Nueva Zelanda, Canadá y también el Reino Unido. Entre los periódicos de todos estos países que comenzaron a publicar todo esto, estaba uno que poseía los archivos originales, el Guardian, que tenía, y sigue teniendo, su sede en el Reino Unido. Y recuerdo leer un artículo (lógicamente no estaba allí en persona y con las informaciones de segunda mano nunca se sabe si te puedes fiar, dado el estado en que está hoy el periodismo), que decía que les contactó el gobierno del Reino Unido y les dijo: ya está bien, ya os habéis divertido bastante, pero ahora se acabó. Y tuvieron que mandar todo el material que tenían a Estados Unidos, a otro periódico amigo porque ya no tenían la total seguridad de poder continuar publicando sin temor a sufrir represalias. Y tenían razón: unos agentes británicos fueron al Guardian y destruyeron sus ordenadores (está todo grabado), pasaron amoladoras por las CPU para borrar cualquier rastro de que se hubieran publicado esas historias en el interior de la sala de redacción.
Pues bien, Julian no se dejó intimidar y nunca lo habría hecho. Cuando vigilas tanto a una persona, como se le ha claramente vigilado y se sigue haciendo hasta el día de hoy, hasta en la cárcel, comprendes al menos algo sobre su carácter, comprendes cuál es su límite, sabes lo que costará doblegarlo. Y él nunca lo hizo. Antes morirá que doblegarse.
Siempre y sin falta se atrevió a decir lo indecible a pesar de la oposición en su contra, enfrentándose al poder, y eso es algo destacable y poco frecuente. Y por eso Julian Assange está en una cárcel en la actualidad. Si amas la verdad, y creo que todos los que estáis aquí lo hacéis, no estaríais escuchando esto, no estaríais viendo esto, no estaríais participando aquí, no os importaría esto, si algo en vuestro interior no os dijera que aquí está sucediendo algo importante. Y si os importa tanto como creo, entonces sois unos delincuentes del mismo tipo que Julian Assange. Según este gobierno, lo que te diferencia, lo que te separa de él no es más que el grado. Somos culpables de lo mismo, todos compartimos el mismo delito, somos… cómplices no imputados.
En la búsqueda por alumbrar los corredores del poder, todos compartimos ese deseo prohibido de que se haga justicia no solo con los instrumentos de estas situaciones oscuras de la condición humana que hemos escuchado durante todo el día: torturas, asesinatos extrajudiciales, guerras de agresión…, sino de ver cómo se hace justicia con sus promotores. Y debo decir, hoy aquí, que todos nosotros seremos responsables, y en mi caso sin el menor remordimiento, de su destino final si no detenemos lo que está sucediendo ahora. Lo que le está sucediendo a Julian Assange es un delito y hay que conseguir su liberación.
Si vamos a liberar al mundo tenemos que liberar a Assange.
Gracias y seguid siendo libres.
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Traducción de Álvaro San José.