Por Marlon Javier López
Fuentes: //kaosenlared.net
Uno de los grandes temas de la Fenomenología del Espíritu y, de la filosofía de Hegel en general es el de la alienación y su superación en la historia. Hegel concibe la obra como una introducción a su sistema filosófico. Su definición de filosofía implica una visión alejada del sentido común, este último nos arrastra a concebir la realidad como una colección de objetos individuales separados de nosotros. El saber filosófico, o como Hegel le denominaba, la “ciencia”, difiere fundamentalmente del sentido común en este sentido. Para el saber verdadero, la realidad no consiste en una suma de objetos individuales, sino que estos encuentran su verdad en el todo: “la verdad es el todo”, escribiría en la Fenomenología del Espíritu (Hegel, 2017, p. 15).
Sin embargo, la conciencia de este saber, que Hegel denomina como saber absoluto, debe ser lograda por medio de un proceso de aprendizaje, en el que se ponen a prueba todas las formas de verdad alternativas. La exposición adquirirá una dimensión lógico histórica (Lukács, 1970), ya que Hegel pretende demostrar el camino al conocimiento no como el resultado de las especulaciones de un individuo, sino como el logro de la humanidad en su desarrollo como especie.
Un punto de inflexión fundamental será el pasaje del señorío y el siervo, un pasaje que de acuerdo a múltiples pensadores fue decisivo en la formación del pensamiento de Marx. Aunque recientemente se ha cuestionado tal influencia (Arthur, 1983), es indudable que las implicaciones de la argumentación que Hegel realiza en dicho pasaje lo sitúan en una posición bastante cercana a la desarrollada por Marx posteriormente. En resumen Hegel se vale de la figura del señor y el siervo para ilustrar la lucha por el reconocimiento implicada en la existencia humana. Las personas no son lo que son en abstracto, su identidad se constituye de manera social. Así pues, dos autoconciencias lucharán a vida o muerte para obtener cada una el reconocimiento de la otra. Una cede por temor, convirtiéndose en el siervo, mientras que la otra se alza como el amo que obtiene el reconocimiento de la otra. Sin embargo en un giro dialéctico inesperado, la conciencia sometida se revela como la auténtica, pues el amo, quien inicialmente había mostrado su independencia absoluta (lo cual se revela en la ausencia de miedo ante la muerte), ahora depende del trabajo del siervo para sobrevivir. Este último, por el contrario obtiene el reconocimiento derivado del uso que reciben los productos de su trabajo.
En la medida en que el esclavo se enfrenta a una realidad hostil y ajena está alienado, sin embargo, lo mismo acontece con el amo, quien solo obtiene el reconocimiento de un esclavo, más no de otra autoconciencia libre como él. El reconocimiento del esclavo no significa nada. Más aún, se ha vuelto dependiente, siervo de su siervo, mientras el esclavo va superando la limitación que el mundo externo representa para él, lo ha transformado por medio de su trabajo, de modo que ya no le parece tan hostil. Es notable, dice Lukács, viendo en esta línea argumentativa demasiadas semejanzas con Marx, que el progreso de la historia se produzca por medio del trabajo (Lukács, 1970, p. 463).
El siervo pues se libera, supera su condición alienada, pero lo hace de una manera limitada. Las formas de la conciencia que representan esta etapa: el estoicismo, el escepticismo y el epicureísmo representan al mismo tiempo las escuelas filosóficas predominantes en la antigüedad romana. Son una respuesta subjetiva a la alienación que predominaba en aquel mundo. Hegel explica por qué el cristianismo tenía que desarrollarse bajo estas condiciones. Lo que aquellas escuelas filosóficas expresaban era el rechazo ante una realidad que los individuos no podían soportar. El despotismo de los emperadores romanos no dejaba lugar para el surgimiento de una consciencia de lo universal. Sin embargo, aquella era anhelada y dicho anhelo vino a ser llenado por el cristianismo (Stewart, 2021, p. 49-50).
En su explicación del cristianismo Hegel reproduce el esquema desarrollado en el pasaje del amo y el esclavo. Dios, dirá, para ser un ser pleno, necesita el reconocimiento de otro ser consciente. Es con el fin de satisfacer esa condición que se aliena a sí mismo, creando el mundo en el que habitamos. En este mundo necesariamente debe surgir un ser a su semejanza en virtud del cual pueda ser reconocido. En este esquema, de acuerdo con Hegel, la humanidad se reconoce en lo absoluto, al mismo tiempo que Dios obtiene pleno reconocimiento y existencia suprema. Sin embargo, para que aquella sea completa, Dios debe devenir hombre, deviniendo tanto divino como humano. La humanidad podrá ahora reconocerse plenamente en lo divino (Stewart, 2021).
No obstante, esta superación de la alienación también es defectuosa. Puesto que dicha reconciliación ocurre en el ámbito de la fé y de lo simbólico. Para que sea completa debe tener lugar en el ámbito de la razón. Hegel nuevamente reproduce el mismo esquema, pero ahora en la esfera de lo político. En su Filosofía del Derecho, Hegel defenderá que las instituciones políticas modernas representan el triunfo de la razón y la plena realización del ser humano. Al hacerlo, Hegel sostiene que el reino de la libertad ha sido conquistado, de la mano con el saber absoluto. Con ello, Hegel implica que la humanidad por fin ha alcanzado una condición en la cual puede realizar plenamente su potencial, poniendo fin a una historia de alienación. Es solo en el Estado Moderno que la voluntad general se reconcilia con “el saber y querer propio de la particularidad” (Hegel, 1999, p. 380).
Hegel de este modo identifica a la sociedad moderna como el reino de la razón y la libertad, implicando con ello una superación de la alienación meramente subjetiva. En el mundo moderno los seres humanos se reconocen como libres, sin embargo ¿lo son realmente?. Es aquí donde se centra la crítica que el joven Marx realizará tempranamente en contra de uno de sus más grandes maestros. Es notable que en este punto Marx reproduce plenamente el procedimiento hegeliano. Aquel que había señalado todas las formas de superar la alienación como insuficientes, terminó aceptando una superación así misma insuficiente. La actitud crítica, signo y sello de la dialéctica hegeliana, se detiene al afrontar los problemas políticos de su propia época. Al criticarlo acerrimamente, Marx no hacía más que ser fiel a su método.
Hegel dibuja con agudeza el carácter alienado del mundo moderno, pero se equivoca al señalar que el Estado moderno implica su superación. Para Hegel los estamentos, al mediar entre la generalidad del Estado y la particularidad de la sociedad civil, aseguran la reconciliación de estos dos extremos. La prueba de ello es que la sociedad, gracias a esta acción mediadora en la esfera política puede funcionar como un todo. Para Marx, esto representa una construcción meramente especulativa. En lugar de esforzarse por comprender la lógica del mundo moderno, Hegel se esfuerza por encontrar en el mundo moderno determinaciones del “concepto lógico” (Marx, 1982, p. 403). Así pues, Marx distingue un problema en el seno mismo de la filosofía de Hegel. Por un lado, el elemento especulativo de su método, y por otro la agudeza empírica que Hegel demuestra al estudiar la realidad social”.
La alienación no es un fenómeno que surja como resultado de la necesidad de actualizar a Dios en el mundo real, no es un fenómeno que se proponga el mero reconocimiento de la humanidad para cobrar plena conciencia de sí. Es aquí donde Marx encuentra la limitación de la crítica que Hegel desarrolla sobre el mundo moderno y sobre la historia en general. El antagonismo, la alienación, es un proceso real que persiste y que debe ser superado en el mundo real. La humanidad debe luchar, para lograr la superación de la alienación en su carácter histórico social y no simplemente como fenómeno de la conciencia. Este estado pleno de emancipación y libre de alienación es lo que el joven Marx entendió como comunismo. Aunque esta crítica no agota la riqueza del pensamiento de Hegel, así como de su propuesta política, demuestra la fecundidad de la crítica marxiana, la cual no hace más que seguir con fidelidad los pasos trazados por el propio maestro.
Referencias:
Arthur, Chis (1993) Hegel’s Master-Slave Dialectic and a Myth of Marxology. New Left Review, November-December, pp. 67–75
Hegel, G. F. W. (2017) Fenomenología del Espíritu. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Hegel G. F. W. (1987) Lecciones sobre Filosofía de la Religión v. 3 La religión consumada. Madrid: Editorial Alianza.
Hegel, G. F. W. (2017) Fenomenología del Espíritu. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Hegel, G. F. W. (1999) Principios de la Filosofía del Derecho. Barcelona: Edhasa.
Lukács, G. (1970) El Joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista. Barcelona: Ediciones Grijalbo.
Marx, C. (1982). Escritos de Juventud.Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.Stewart, J. (2021). Hegel’s Century: Alienation and Recognition in a Time of Revolution. Cambridge University Press.