Por Juan Viera Benítez
Fuentes: kaosenlared.net
El encarecimiento de los alimentos está empobreciendo y actuando como un verdugo que tortura y sacrifica a las clases sociales más débiles. Muchas de las familias que cobran el IMV o las rentas mínimas con los ingresos que perciben tienen prohibido el acceso a ciertos alimentos producidos en el campo. Los agricultores se arruinan con los precios de lo que producen. Los intermediarios, los monopolios, las entidades bancarias y las grandes superficies se enriquecen con beneficios millonarios. Los datos estadísticos así lo corroboran: aumentan las familias en exclusión social, las rentas agrarias disminuyen y los beneficios de los bancos son multimillonarios.
Todo esto pone de manifiesto que dentro de los límites de las sociedades capitalistas se agudizan los problemas que sufren las capas trabajadoras que poco a poco se rebelan contra un sistema que los explota y oprime. En este caso concreto son los agricultores de los países europeos los que no han podido aguantar más y saltan a la calle expresando su ira y su rabia contra las políticas que les hunden. Nacen en la Unión Europea y las aplican los gobiernos al pie de la letra, como normas escritas en piedra.
Las decisiones que emanan de las instituciones de la Unión Europea tienen como grandes objetivos beneficiar al gran capital materializado en las multinacionales, las grandes entidades bancarias y financieras, las grandes superficies y los grandes latifundistas. Las normas concretas que fijan estas directivas comunitarias están devastando el campo y con ello la depauperación y la soberanía alimentaria de nuestros pueblos.
El sometimiento al imperialismo está presente en las decisiones que permiten a Ucrania, ya en manos de los grandes fondos de inversión americanos, vender libremente en Europa arruinando a las economías más débiles, además de los muchos acuerdos de libre comercio con grandes agrupaciones comerciales, como Mercosur u otras entidades supranacionales o países más o menos desarrollados económicamente.
En todo caso, se trata de facilitar el comercio de productos y servicios con la particularidad de que lo que se nos divulga como libre intercambio es muy favorable a los países del Norte de Europa. Así, una figura de esta reciprocidad comercial con algunos de los terceros países menos desarrollados económicamente es la de que a cambio de comprar productos que se originan en los países más ricos e industrializados del continente europeo se les permite relativa libertad para vender sus producciones agrarias en Europa. Lo curioso de todo esto es que los productos agrícolas y ganaderos que vienen de terceros países están producidos por grandes compañías europeas y americanas que se mueven con plena libertad en Marruecos o en países de otros continentes en donde los costes de producción son más baratos y con menos controles fitosanitarios que en Europa. Este sistema de compra venta está en crisis como estamos viendo en toda Europa con la rebelión de los agricultores europeos.
La Ley tendencial capitalista de la concentración y centralización de capital adquiere en la agricultura un grado de desarrollo tal que no tiene que envidiar lo que está sucediendo con las grandes concentraciones de entidades bancarias e industriales.
Este estado de cosas se ve propiciado por las políticas de ayudas y subvenciones provenientes de Bruselas que lucran a los dueños de extensas propiedades de tierras y se recortan o eliminan a quienes tienen un número pequeño de hectáreas. Hay que señalar el rechazo campesino a unas reglas medioambientales contenidas en la agenda 2030 que difícilmente pueden cumplir, alejándolos de algunas ayudas concretas.
En definitiva, el saqueo y la rapiña, permitido y favorecido por las instituciones nacionales y europeas, que llevan a cabo quienes tienen en sus manos el dinero, las semillas, los abonos, los fertilizantes, está arruinando a los pequeños y medianos agricultores que cada vez con más frecuencia se ven obligados a abandonar el campo y vender sus tierras a los fondos de inversión o a grandes propietarios agrícolas.
Hay una repulsa general en el sector a la burocracia que les obliga a un amplio e intenso papeleo que los hace dependientes de agencias y gestorías privadas para la realización de los trámites administrativos necesarios para acceder a estas subvenciones europeas y a la hora de establecer o modificar cultivos en sus tierras. En ocasiones, no entienden las preferencias poco racionales establecidas en estas normativas medioambientales que se justifican oficialmente por el cambio climático.
La Ley de la Cadena Alimentaria fue una herramienta que no ha tenido la eficacia prevista por el gobierno y que a fin de cuenta se interpreta más como un artilugio creado por el Poder Político para salir del paso y acallar el movimiento social iniciado hace unos años. En resumen, este conjunto de instrumentos políticos creados en las sociedades capitalistas, divulgados y ampliamente publicitados como soportes de las rentas agrarias no solucionan verdaderamente los problemas y pretenden periodos cortos de estabilidad y paz social para el gobierno establecido.
La única manera de acabar con la ruina y el saqueo a la que están sometidos los productores agrícolas y lograr una verdadera soberanía alimentaria al servicio del pueblo es romper con el capitalismo y sus normas. El estado está organizado para prestar servicio y administrar los intereses de las burguesías regionales y nacionales cuyos intereses son muy diferentes a los que tienen los agricultores. Para romper estas estructuras dominantes los campesinos se tienen que organizar al margen de las asociaciones agrarias y entidades políticas que están demostrando que son pilares que contribuyen a la estabilidad de un sistema económico y social regulado por el gran capital condensado y personalizado en las grandes corporaciones económicas y financieras, y cuyos dirigentes se mueven como peces en el agua al socaire de las grandes burguesías agrarias y monopolios industriales.
La lucha de los agricultores además de extender y propagar sus reclamaciones al conjunto de la sociedad, para mejorar su efectividad deben conseguir la intervención directa y el control de las disposiciones, mandatos y preceptos que se toman en los entes políticos territoriales y les afectan tanto en aspectos administrativos como productivos. Para ello, los campesinos se tienen que organizar de modo independiente eligiendo a sus representantes, trabajando y en colaboración con otras capas sociales para organizar y planificar la producción de los alimentos en base a las necesidades de la sociedad. En todo esto es fundamental que desarrollen su propia capacidad organizativa rompiendo con las estructuras que los quieren manipular y controlar, eligiendo a sus representantes en los pueblos, en las provincias, en las naciones y en Europa. La lucha es antifascista, internacionalista y antiimperialista.
El ejemplo más claro, es lo ocurrido días atrás en Bruselas. Mientras los agricultores protestaban en la puerta del parlamento europeo, se celebraba la última cumbre en Bruselas en la que se acordó conceder 50.000 millones de euros para continuar la guerra de Ucrania contra Rusia. La UE no tiene vergüenza en destinar miles de millones para las matanzas humanas mientras desprecia las reclamaciones y mire para otro lado ante la ruina del mundo agrícola.
La presidenta del Ejecutivo comunitario, la burócrata URSULA VON DER LEYEN dijo que los agricultores merecen ser escuchados, pero en vez de ello la sede del Parlamento Europeo fue rodeado de barreras anti tractores. El único que salió a recibirlos fue el presidente de Hungría VICTOR ORBAN, al que la diplomacia y los medios de comunicación occidentales tachan de ser un dictador.
En Francia, el gobierno pide levantar las sanciones contra Rusia en el gas y el petróleo. Pero la UE prepara un nuevo plan de sanciones que creará más dificultades y un empobrecimiento en los países europeos. La UE no quiere dar solución a las reclamaciones de los agricultores que se centran en cuestiones que tienen que ver con la inflación, el alza en los precios energéticos y de fertilizantes que se han encarecido enormemente con las sanciones económicas a Rusia, actuando como un boomerang contra los países de la UE. Por este motivo los agricultores con el resto de la población trabajadora tenemos que unirnos y trabajar por otras instituciones, tenemos que luchar por otra sociedad en donde la justicia y la solidaridad sea la directiva mundial a seguir.