Por Carlos Fazio
Fuentes: cubadebate.cu
Después de tres meses de una guerra híbrida asimétrica que combinó la política de tierra arrasada con el castigo colectivo contra la población de la Franja de Gaza −sin haber conseguido los dos principales objetivos declarados: exterminar a Hamas y rescatar a los soldados y civiles israelíes retenidos por los grupos de la resistencia palestina desde el pasado 7 de octubre−, las fuerzas castrenses y los aparatos de inteligencia del Estado sionista, con el apoyo político, económico y militar de la Casa Blanca, el Pentágono y la CIA, parecen haber tomado la decisión de incendiar Medio Oriente y los mares adyacentes.
Sin haber podido digerir las enormes pérdidas estratégicas que han sufrido debido a la Operación Tormenta de Al-Aqsa −incluidas sendas capacidades de disuasión, a pesar del uso de bombas de media y una tonelada de fabricación estadunidense y el despliegue de portaviones en los mares Mediterráneo, Rojo e Índico−, el eje Washington-Tel Aviv decidió usar la herramienta terrorista como una forma de provocación para involucrar a la República Libanesa e Irán en la confrontación.
El 2 de enero, en una acción sin precedente, Israel atacó un objetivo en Beirut, Líbano, y la metralla de sus drones mató a Saleh al Arouri, jefe adjunto del buró político de Hamas y fundador de su ala militar, las Brigadas al Qassam. Un día después se llevó a cabo un atentado terrorista en la ciudad de Kerman, Irán, con saldo de 84 muertos y 284 heridos, coincidiendo con el cuarto aniversario del asesinato del general iraní Qassem Soleimani, por Estados Unidos. La acción fue reivindicada por el grupo mercenario Estado Islámico, al servicio de la política sionista-estadunidense.
El asesinato del dirigente de Hamas en Beirut marcó una inflexión en la guerra, ya que estuvo dirigido a exacerbar la confrontación con el grupo guerrillero libanés Hezbolá. El 3 de enero, el secretario general de esa milicia, Hassan Nasrallah, advirtió sobre el alto costo para Israel de lanzar la guerra contra el Líbano. Dijo que ese “crimen grave” no se quedaría sin respuesta o sanción, “entre ustedes y nosotros están el campo, los días y las noches”. Y agregó: “La lucha no tendrá límites, reglas ni controles. Una guerra contra nosotros y los intereses nacionales nos obliga a ir hasta el final”.
El 6 de enero, la agencia panárabe Al Mayadeen reportó que la “respuesta inicial” de Hezbolá al asesinato del dirigente palestino Al-Arouri, fue el lanzamiento de 62 misiles a la base militar israelí de Merón, en la cima del Monte Yarmaq. La base se eleva unos 1 200 metros sobre el nivel del mar y está a ocho kilómetros del último punto fronterizo con Líbano. Considerada como el centro neurálgico de la entidad sionista y principal puntode comando militar y de inteligencia en el frente norte, abarca hasta 150 000 metros cuadrados.
Debido al amplio control que ejerce sobre la geografía libanesa, la base de Merón tiene como objetivo principal la vigilancia aérea, siendo el único centro para la administración y el control del tráfico aéreo en el norte de Palestina ocupada. Según un comunicado de Hezbolá, la base se encarga de organizar, coordinar y administrar todas las operaciones aéreas en dirección a Siria, Líbano, Turquía y Chipre, así como la parte norte del este del mar Mediterráneo. Además, es un centro principal para operaciones de interferencia electrónica en las direcciones mencionadas, y cuenta con una considerable cantidad de oficiales y soldados israelíes de élite.
Debido a la dependencia del ejército israelí de aparatos no tripulados para la vigilancia y recopilación de inteligencia, la base se convirtió en el principal centro de comando para las operaciones con drones en Líbano y Siria. También facilita el desarrollo de las operaciones militares, ya que la mayoría de los dispositivos de comunicación, salas de mando y radares están ubicados en el Monte Merón. Por tanto, es un elemento fundamental en la interacción con los agentes en el terreno, así como en el seguimiento y la vigilancia de las comunicaciones inalámbricas, actividades que realizaban antes los puestos fronterizos del ejército de ocupación atacados y destruidos por la resistencia de Líbano en las últimas semanas.
Considerado un eslabón clave en los esfuerzos de reconciliación entre Hamas y Al Fatah, así como en el establecimiento de la red de relaciones con Irán y el llamado Eje de la Resistencia, el asesinato de Al Arouri en Beirut pudo significar una victoria táctica de Israel, pero no estratégica. El ataque, ahora, de Hezbolá, a la base aérea de Merón −apodada “Los Ojos del Estado en el Norte”−, marca un salto cualitativo por parte de la resistencia libanesa que desde el 7 de octubre había mantenido una cuidadosa selección de blancos israelíes.
Un video de Hezbolá divulgado la noche del sábado por Al Mayadeen, permite apreciar con detalle cuando dos de los tres radomos visibles de la base de control aéreo de Merón son golpeados con precisión. Según Hezbolá, el ataque causó “bajas directas y confirmadas”. Las escenas confirman que el ataque con misiles guiados Cornet E-M de última generación, pone a Israel ante un dilema real. Hezbolá logró empujar la línea del frente con Israel ocho kilómetros dentro de las fronteras de Palestina ocupada, y por pr imera vez los generales sionistas se enfrentan a la prueba de recibir fuego directo de la resistencia. El régimen de Netanyahu debe elegir entre callar ante este golpe humillante y peligroso para la seguridad de sus mandos militares y el curso de sus operaciones contra Líbano, o avanzar hacia una respuesta cuyas implicaciones y límites son difíciles de predecir. Semanas atrás, el ministro de Defensa sionista, el ex general de división Yoav Galant, advirtió a Hezbolá que si desataba una escalada, Israel devolvería a Líbano “a la Edad de Piedra”.
Por otra parte, la respuesta de Irán está en suspenso. El 5 de enero, la bandera roja de la venganza fue izada en la cúpula de la mezquita de Jamkaran, cerca de Qom. Un día después, el general Hossein Salami, comandante de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, dijo que Irán enfrenta “una batalla sin cuartel contra el enemigo” (sionista-estadunidense) y llamó a defender los “intereses vitales” de la nación. Aventuró que Israel podría “sufrir pronto el cierre del mar Mediterráneo, el estrecho de Gibraltar y otras vías fluviales”.