A Mario Benedetti y Roberto Bolaño
Por Nino Gallegos, para APIAvirtual.
Con los perfiles de Mario Vargas Llosa y de Sergio Ramírez y el perfil entrecruzado de Leonardo Padura, en Latinoamérica y el Caribe, la Casa de las Américas, no es la casa de los años 70 en el siglo xx, teniendo que reinstalarnos más afuera que adentro de ella en los años 20 del siglo xxi, invocando e invitando a los escritores muertos y vivos, haber-a ver cuántos aparecen y cuántos llegan.
Mario Benedetti definió cuál era la condición y la posición del escritor latinoamericano para los 30 años faltantes del siglo xx, del cual Vargas Llosa se-separó por el caso Padilla, Julio Cortázar escribió en La hora de los chacales y Òscar Collazos ensayó con la Literatura y la Revolución, no porque la literatura y la revolución fueran del realismo socialista soviético, cuando el hombre-el escritor en La Habana era casi de toda Latinoamérica, menos espía de la CÍA o de la KGB, desde el exiliado al funcionario en la Casa de las Américas.
En “El hombre que amaba a los perros”, Padura pone de por medio a Trotsky con una crítica a la revolución rusa y a la revolución cubana, a título personal de Leonardo, y no, de León, por los lados de Stalin y Fidel, y desde que murió Castro, siguió Raúl y sigue Díaz-Canel, aunque el escritor latinoamericano y la revolución fue posible en Nicaragua, el sacerdote-poeta Ernesto Cardenal(+), Sergio Ramírez y Gioconda Belli son los escritores latinoamericanos que pueden escribir y responder a lo qué fue lo que corrompió a la revolución: ¿el escritor o el guerrillero, el político o el dictador Daniel Ortega?
En la condición y en la posición del escritor latinoamericano y la revolución ¿posible o imposible? con Cuba y en Nicaragua, Mario Benedetti y Ernesto Cardenal la hicieron posible como fue imposible con Otto René Castillo en Guatemala y Roque Dalton en El Salvador.
Los juicios al escritor latinoamericano y la revolución ¿posible o imposible? están en el ejercicio del criterio crítico de Mario Benedetti y en su obra literaria, ensayística y poética, a Sergio Ramírez y Gioconda Belli, que (ha ganado el XXXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, “según el fallo del jurado hecho público este lunes, que ha destacado su expresividad creativa, su libertad y su valentía poética”) expatriados nicaragüenses, les corresponde proseguir lo que Ernesto Cardenal bautizó con agua bautismal, sangre humana y fuego guerrillero en la Revolución Sandinista de 1979.
En el amanecer del año 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, llegó con rifles de madera a San Cristóbal de las Casas con el Subcomandante Marcos en un pasamontaña enrostrado, una pipa humeante y un habla como vocero en la toma de la plaza chiapaneca, siendo y haciendo lo que la voz, la escritura y la literatura lo fue para el Che Guevara: la conversación-comunicación humana con la voz de quien habla y con la mano de quien escribe: el escritor latinoamericano y la revolución ¿posible o imposible? por las armas y con las palabras, posible en Los Caracoles, imposible en el país de las sombras espectrales, porque la 4T del capataz Estado-Obrador no es la revolución de las conciencias y el humanismo mexicano con las palabras de la corrupción y la impunidad del gobierno y con las armas de la violencia y la criminalidad del narcosicariato.
Posible e imposible, Roberto Bolaño (+), sea porque fue y es el escritor latinoamericano que con la posibilidad y la imposibilidad de la revolución, literal y literariamente revulsionó la literatura latinoamericana desde Chile, México y España, esperando que el escritor-presidente Gabriel Boric sea el relevo generacional que se truncó en la revolución trunca revolucionaria que Mario Benedetti antologó y que posiblemente Bolaño leyó y que con el tiempo y la salud del escritor de los perros románticos también se truncó existencial y humanamente.
El testimonio y el testamento de Roberto Bolaño para el escritor latinoamericano y la revolución posible o imposible es el que leyó en el Discurso en Caracas:
“Toda Latinoamérica está sembrada con los huesos de estos jóvenes olvidados. Y es ése el resorte que mueve a Cervantes a elegir la milicia en descrédito de la poesía. Sus compañeros también estaban muertos. O viejos y abandonados, en la miseria y en la dejadez. Escoger era escoger la juventud y escoger a los derrotados y escoger a los que ya nada tenían. Y eso hace Cervantes, escoge la juventud. Y hasta en esta debilidad melancólica, en este hueco del alma, Cervantes es el más lúcido, pues él sabe que los escritores no necesitan que nadie le ensalce el oficio. Nos lo ensalzamos nosotros mismos. A menudo nuestra forma de ensalzarlo es maldecir la mala hora en que decidimos ser escritores, pero por regla general más bien aplaudimos y bailamos cuando estamos solos, pues éste es un oficio solitario, y recitamos para nosotros mismos nuestras páginas y ésa es la forma de ensalzarnos y no necesitamos que nadie nos diga lo que tenemos que hacer y mucho menos que tras una encuesta nuestro oficio sea elegido el oficio más honroso de todos los oficios”. A 20 años de la muerte de RB, vivir, sobrevivir y morir en el país de las sombras espectrales que es México, el escritor latinoamericano en un continente de sombras espectrales, más posible que imposible, ha de-venido buscando la fama con las presentaciones y la fortuna con la venta de sus libros, no siendo deshonroso serlo y hacerlo como corresponde en una sociedad con su inmensa minoría de lectores y con su mensa mayoría de leedores, haciendo una distinción entre Mario Benedetti y Roberto Bolaño: los seguimos leyendo, porque nos son posibles por necesarios, y lo que tiene de posible e imposible la revolución es un acto y un hecho que se cumple al leerlos entre la inmensa minoría, sin la necedad de la mensa mayoría encabezada por la gente con la revolución de las conciencias y con el humanismo mexicano del Estado-Obrador.