Por Nino Gallegos, para APIAvirtual.
Sin hacer un viaje turístico religioso a Jerusalén, más del lado palestino que del lado israelí, el antisionismo personal, no es con los judíos y sí es contra el Estado Sionista de Israel, el que ejecutó al Conde Bernadotte por Gurion y Shamir, a Rabin por Netanyahu y a Arafat por Sharon, a los palestinos masacrados y desplazados, a los niños asesinados por el Herodes de Netanyahu en la Franja de Gaza, el año que viene en Jerusalén será el año nuevo con el año viejo, no será en Núremberg, ni en La Haya con el Derecho Internacional metido a los ojos con los crímenes de guerra de lesa humanidad, sobrehumanamente, inhumana, reporta(ba) el Estado-nazi al Estado Sionista de Israel como al Estado-protector, Made in USA.
Slavoj Zizek, cita lo siguiente en su artículo de opinión: “Las nuevas raíces del antisemitismo”:
“Debemos separar a los judíos en dos categorías, los sionistas y los partidarios de la asimilación”, escribió ReinhardHeydrich, uno de los arquitectos del Holocausto, en 1935. “Los sionistas profesan un concepto estrictamente racial y, a través de la emigración a Palestina, ayudan a construir su propio Estado judío. Nuestros buenos deseos y nuestra buena voluntad oficial van con ellos”.
Lo que pasó en el pasado está pasando en el presente, porque los buenos deseos y la buena voluntad oficial van con ellos, siendo para los judíos de antes y siendo para los árabes de ahora, lo que en la portada y en la contraportada del libro de Norman Finlkestein: “La industria del Holocausto: la explotación del sufrimiento de los judíos”, en su contenido, Finlkestein, argumenta críticamente:
“La tesis principal es que existe lo que Finlkestein llama una «industria del Holocausto» (con mayúscula, para distinguirlo del holocausto real, según el autor), fomentada y explotada por grandes organizaciones judías estadounidenses sobre todo a partir de la Guerra árabe-israelí de 1967 para beneficiarse de ingentes fondos de indemnización, promover con ello su nueva situación privilegiada y, en último término, inmunizar la política del estado de Israel contra toda crítica. Finlkestein describe al efecto las extorsiones financieras a la que estos grupos de presión judíos han sometido a Suiza y Alemania y a los legítimos reclamantes judíos del holocausto. Denuncia que los fondos de indemnización no han sido utilizados en su mayor parte para ayudar a los supervivientes, que han permanecido en el abandono y la indigencia, sino para fines espurios”.
El Estado Sionista de Israel, no es de origen bíblico con eso de “la tierra prometida”, cuando lo es histórico en la errancia de su historia y en la banalidad de mal nazi contra los judíos, con el Hombre guiado por la bondad de Dios: La Haganá terrorista: el ejército secreto y público de Israel hasta el Mossad que “no pudo” prever el ataque de Hamás, lo que para un sector de la sociedad judía-israelí, Netanyahu es sospechosamente culpable, y las únicas pruebas en su contra son los crímenes de guerra y de lesa humanidad sobre la población gazatíe-árabe palestina en la Franja de Gaza. Si son demasiados los muertos palestinos para la responsabilidad del mundo, para el Estado Sionista de Israel son pocos para los muertos israelíes por el terrorismo de Hamás, teniendo que matar más palestinos hasta aniquilar totalmente al grupo terrorista y totalitariamente a los palestinos, no es una exageración para la responsabilidad del mundo y el Estado Sionista de Israel en una solución final sobrehumanamente inhumana, y quienes sobrevivan de entre los vivos, los muertos y los desaparecidos tendrán 75 años más del siglo xxi para compensarles los 75 años cumplidos desde 1948 al 2023 porque Dios, Moisés y Cristo estuvieron, están y estarán el año que viene en Jerusalén.