Por Omar Navarrera
Me he encontrado con que algunas personas son incrédulas de la herida colonial dejada por el saqueo, el esclavismo, el genocidio y el epistemicidio de las coronas europeas sobre los pueblos originarios de varios rincones del mundo (latinoamérica y África principalmente). Incluso en el ámbito académico todavía hay quienes ponen en tela de juicio si en realidad hubo tal agravio, como si la conquista hubiese sido una estratagema en la que se llegó a algún consenso entre conquistadores y conquistados, entre colonos y colonizados. Y lo digo con conocimiento de causa, por lo menos en un par de ocasiones dos profesoras de diferentes instituciones (UNAM y UACM) afirmaban que la invasión europea pronto se había convertido en un acuerdo mutuo y cuasi democrático, desdeñando así toda atrocidad de tal hecho histórico.
La historia está viva, no son acontecimientos petrificados, son devenires orgánicos. Siempre vamos a encontrar huellas, reflejos, comportamientos y ultrajes que nos han y nos siguen conformando como sociedades en un mundo capitalista. Lamentablemente en el devenir de la historia, el oprimido se identifica con su opresor, adherimos al opresor (Freire, Fanon, Fromm), desde tiempos remotos queremos ser como el esclavizador, nuestra prioridad es ser como quien conquista y seguimos reproduciendo el orden enfermizo del amo y el esclavo (Hegel).
Me remití a lo anterior expuesto, la herida colonia, consciencia histórica y dialéctica del amo y el esclavo, como reflexiones importantes para comprender lo que acontece hoy con la ocupación israelí en territorio palestino. El genocidio de un pueblo ante nuestros ojos, el acontecimiento que en tiempos contemporáneos demuestra que el colonialismo es un hecho vivo, nunca fue un mito ni una inclinación ideológica caprichosa desde donde se quiere explicar la historia de una manera subjetiva. El expansionismo imperialista sólo demuestra que el colonialismo sigue latente, el imaginario supremacista es un cáncer que vive en el ideario del sionismo judío.
Creer que el genocidio-epistemicidio, el esclavismo y la limpieza étnica son cosas de un pasado muerto o de un agravio olvidado que quedó en las invasiones europeas y en el nazismo de la segunda guerra mundial, es una de las más crueles mentiras. Como cruel es creer que la resistencia y la ofensiva del pueblo palestino es un acto terrorista, cuando terrorista es el falso estado de Israel creado y abalado por Estados Unidos. Desde antes de la segunda guerra mundial, la ocupación y expansión de Israel comenzó a gestarse bajo el mito de que son el pueblo elegido por dios. El judeosionismo es una doctrina supremacista muy semejante al nazismo, ¡qué ironías nos guarda la historia! Pero los medios masivos hacen su trabajo que por algo les pagan. La narrativa oficialista que manejan es “el pueblo de Israel contra el grupo terrorista de Hamás”, invisibilizando la historia de un pueblo sometido, violentado que ha resistido y se defiende con lo que puede, pero para las agendas mediáticas la línea es poner en posición de victima a Israel (sin hacer una diferencia entre el sionismo y las víctimas del holocausto de la segunda guerra mundial) y satanizando la digna resistencia del pueblo palestino. Pero así es la hipocresía del imperialismo, avienta la piedra, esconde la mano y se victimiza, pues la limpieza étnica comenzó hace décadas y el supremacismo judeosionista (incluso abalado por el mismo régimen nazi) es una barbarie que demuestra que la herida colonial siempre ha sido parte del agravio histórico hacia los pueblos sometidos.