Por Tlachinollan, Centro de Derechos Humanos de la Montaña
Los negros nubarrones en la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa se pintan en los últimos anillos del túnel que ha creado el ejército mexicano. Todo parece indicar que no hay nada que hacer ante el poder militar. Las nubes oscuras envuelven la verdad en los cuarteles, ahí la someten contra el paredón, el martilleo del arma hace sombrío el ambiente como una amenaza para que no salga la información. Es profundo el silencio en esta penumbra entre los aviesos pasos de los militares; es la desolación que describe la misma naturaleza de la desesperación de las madres y padres por encontrar a sus hijos.
Las esperanzas no se apagan a pesar de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha señalado que se reunirá con las madres y padres sólo si hay algo relevante. ¿Qué significa sólo si hay algo relevante? Es posible que sea un trozo de verdad o una mofa sarcástica. Lo peor sería ofender a las familias, aniquilar salvajemente a las víctimas. Las madres y padres solo quieren que el presidente de la república los atienda y que escuche sus planteamientos, por eso ven necesaria una reunión. Dejar pasar más tiempo para que la Secretaría de la Defensa Nacional siga ocultando archivos del Centro Regional de Fusión de Inteligencia (CRFI), perfora como una aguja el corazón de las familias.
El dolor crece con los días. Sus ojos se inundan de lágrimas. Sus rostros palidecen con las noticias de que sus hijos “no estén con vida”, no hay pruebas, dijo Alejandro Encinas en la presentación del informe de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia en el caso Ayotzinapa (Covaj), el 18 de agosto de 2022. Caló profundo en las familias que el gobierno federal tratara de concluir con la tesis de que los estudiantes habían sido asesinados y después llevados a lugares diferentes, donde la muerte tiene permiso. En la desolada Barranca de la Carnicería sólo encontraron pequeños restos identificados de dos normalistas, Jhosivani Guerrero de la Cruz y Christian Alfonso Rodríguez Telumbre.
El oscuro camino de las búsquedas se ha extendido a Tepecoacuilco, Carrizalillo, Apetlanca, Apipilulco donde se habrían llevado 13 y Atzcala a 15 estudiantes. En estas historias aterradoras se habla de que los jóvenes fueron disueltos en ácido en Tijeritas. No han encontrado nada. La información es volátil como para saber qué pasó con los estudiantes. El gobierno considera que la desaparición de los normalistas ya está esclarecida, sólo se buscan sus cuerpos. La luz de la verdad se aleja más allá de las rejas, comparecen 43.
Como en un callejón sin salida el paradero de los 43 jóvenes. Es el cerco del ejército mexicano. Ahí no pasan ni los bruscos vientos de las montañas. La palabra del presidente resuena menos que la de los generales, es porque los muros son de piedra. No es como cualquier perro mordelón porque sus dientes son de acero y de pólvora, pero no es preocupación porque el presidente tiene legitimidad, más bien, es el peso de la vedad. El poder militar no le interesa más que incrementar su poder económico y político. Atrás de los discursos demagógicos está el caos.
En el cerco militar se alzan torres de vigías por cualquier amenaza de sabotaje, cuando las madres y padres protestan es lo primero que ven. Sus armas no son disparadas porque con antelación la institución castrense ya sabe de quienes se trata. Pero el verdadero misterio está adentro, entre las rejas y en las sombras del CRFI donde guardan los archivos sobre la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Con el ejército se estancó todo.
El ejército no sólo oculta información, sino que no permite el escrutinio público, prefiere ser la sombra de las instituciones del Estado. A pesar de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, los defiende, tienen un oscuro camino trazado en la historia lleno de sangre. No sería la primera vez que el ejército impone el terror, antes fue la masacre de El Charco y otras. Los militares cierran filas, lejos de coadyuvar en el esclarecimiento de la desaparición de los 43 estudiantes obstruyen las investigaciones.
Lo inaudito es que a casi nueve años cambiaron la medida cautelar de prisión preventiva del general Rafael Hernández Nieto, quien estaba a cargo del Centro Regional de Fusión de Información (CRFI), a prisión domiciliaria. El 9 de julio de 2023 ejecutaron la orden aprehensión y fue dada a conocer el 21 de junio por los delitos de desaparición forzada y delincuencia organizada. El 20 de agosto la jueza segunda de Distrito en Procesos Penales Federales, Raquel Ivette Duarte Cedillo, con sede en Almoloya, Estado de México, determinó que el militar puede llevar su proceso en libertad. La juez de manera rápida, sin avisarles a las partes y con una evaluación de riesgo que obtuvo Hernández Nieto de la Guardia Nacional, cambió la medida cautelar. Es insólito en delitos graves como desaparición forzada. Además, el militar tiene posibilidades de evadir y obstruir el proceso judicial.
“Las leyes son como las telarañas: los insectos pequeños quedan atrapados en ellas, los grandes las rompen”, dice Anacarsi. El militar Hernández Nieto intenta romper estas telarañas al conseguir un dictamen de evaluación de riesgo en 12 horas, cuando regularmente tarda de 15 días a dos meses para su emisión, señalando que no representa ningún riesgo. Este maquiavélico personaje fue uno de los que resaltó en las escuchas telefónicas de Chicago. Se destapó la cloaca de los cuarteles militares. Elementos del ejército cobraban de la nómina del grupo delincuencial Guerreros Unidos.
Se ordenaron las órdenes de aprehensión contra 20 militares, 4 fueron detenidos el año pasado y contra 16 se cancelaron. Hay suficientes pruebas de la participación directa del ejército en la desaparición de los normalistas, aun así, les molesta ser llamados a rendir cuentas con la justicia. Las madres y padres plantearon al presidente que se reactivaran esas órdenes de aprehensión, y el 20 de junio fueron detenidos 8 militares, uno el 11 de julio y el 8 de julio fue detenido Hernández Nieto. Sin embargo, goza su libertad. El presidente dijo que iba a impugnar. Las familias no pueden porque el procesado está por delincuencia organizada. Estas irregularidades les cincelan el alma a las madres y padres no sólo porque el presidente de la república lo tolera, sino porque defiende a los sátrapas militares. Se creen los reyes y los amos de un México que llora de dolor. El horizonte se oscurece. El tormento crece con los días, se va hasta el fondo como una espina que desgarra el corazón. En las horas de insomnio, a eso de las 3 de la mañana, sólo escuchan el ladrido de los perros. Los pensamientos enloquecen, se enfilan, se azotan entre los cartílagos con la esperanza de que sus hijos tocarán la puerta de sus casas. Todos los días están listos con sus brazos para recibirlos, la imaginación poco a poco se va apagando hasta que despunta el alba, nuevamente con la ausencia.