Formar Histórica y Culturalmente Conciencia en Tiempos de Violencia y Coyuntura Electoral
Por Omar Nava Barrera
En algún momento de la vida una profesora nos decía que mientras el campo de la cultura no cambie será muy difícil visualizar una transformación profunda de las sociedades capitalistas. Puede haber cambios políticos “sustanciales”, pero mientras no haya un cambio de conciencia cultural e histórica las transformaciones serán muy superficiales o simplemente no se gestarán. No perdamos de vista que la cultura es un elemento fundamental para el acto de liberación humana.
El problema es que la cultura es uno de los elementos más ambiguos y por ende de los más lentos para ser transformados. Pero, sin afán de dar una respuesta acabada, hay que preguntarnos a modo de reflexión ¿a qué nos estamos refiriendo con cultura? ¿Tradiciones, usos y costumbres, formas de pensar y comportamientos en función de las influencias del contexto social?.
Ahora bien, iniciar problematizando la idea de cultura es importante para este breve artículo porque recordemos que están en puerta las elecciones presidenciales y el contexto que se está gestando es harto complejo. Se plantea la continuidad de un proyecto político, “la cuarta transformación”, y todo indicaría que no hay una oposición seria que le compita. Pero es una guerra de agendas políticas e intereses, y como lo he venido planteando en artículos pasados hay que preguntarnos ¿a qué lógica obedecen esas agendas y qué capitales están detrás?
De tal manera que el factor cultural es primordial en las transformaciones de las sociedades capitalistas. Porque es una realidad que la violencia en el país sigue desbordada. Por ejemplo, en lo que va del año van siete periodistas asesinados y hace unos días el activista Ulises Nava de la comunidad LGBT +. También hay territorios a lo largo y ancho del país tomados por el narcotráfico. Basta con escuchar y ver los noticiarios cada mañana para darse cuenta de que la violencia no ha cesado ni con la Guardia Nacional en las calles, y me atrevo a decir que para el próximo año el caos se acrecentará aún más bajo el contexto electoral ya que construir un estado de violencia es propicio para la “desestabilización” y la imposición de agendas nacionales, intervencionistas e intereses corporativos (ejemplos hay muchos en los países latinoamericanos).
En pocas palabras, aunque el presidente y algunos actores políticos de la 4T digan que el pueblo se está politizando y, por lo tanto, están teniendo un cambio de conciencia, la realidad demuestra que se necesita mucho trabajo de base para la reconstrucción del tejido social donde la cultura, entendida como los procesos que afianzan el sentir comunitario y de dignidad humana para la liberación, deberían ser parte importante de la formación política de los sujetos en estas sociedades.
En algún momento de la vida una profesora nos decía que mientras el campo de la cultura no cambie será muy difícil visualizar una transformación profunda de las sociedades capitalistas. Puede haber cambios políticos “sustanciales”, pero mientras no haya un cambio de conciencia cultural e histórica las transformaciones serán muy superficiales o simplemente no se gestarán. No perdamos de vista que la cultura es un elemento fundamental para el acto de liberación humana.
El problema es que la cultura es uno de los elementos más ambiguos y por ende de los más lentos para ser transformados. Pero, sin afán de dar una respuesta acabada, hay que preguntarnos a modo de reflexión ¿a qué nos estamos refiriendo con cultura? ¿Tradiciones, usos y costumbres, formas de pensar y comportamientos en función de las influencias del contexto social?.
Ahora bien, iniciar problematizando la idea de cultura es importante para este breve artículo porque recordemos que están en puerta las elecciones presidenciales y el contexto que se está gestando es harto complejo. Se plantea la continuidad de un proyecto político, “la cuarta transformación”, y todo indicaría que no hay una oposición seria que le compita. Pero es una guerra de agendas políticas e intereses, y como lo he venido planteando en artículos pasados hay que preguntarnos ¿a qué lógica obedecen esas agendas y qué capitales están detrás?
De tal manera que el factor cultural es primordial en las transformaciones de las sociedades capitalistas. Porque es una realidad que la violencia en el país sigue desbordada. Por ejemplo, en lo que va del año van siete periodistas asesinados y hace unos días el activista Ulises Nava de la comunidad LGBT +. También hay territorios a lo largo y ancho del país tomados por el narcotráfico. Basta con escuchar y ver los noticiarios cada mañana para darse cuenta de que la violencia no ha cesado ni con la Guardia Nacional en las calles, y me atrevo a decir que para el próximo año el caos se acrecentará aún más bajo el contexto electoral ya que construir un estado de violencia es propicio para la “desestabilización” y la imposición de agendas nacionales, intervencionistas e intereses corporativos (ejemplos hay muchos en los países latinoamericanos).
En pocas palabras, aunque el presidente y algunos actores políticos de la 4T digan que el pueblo se está politizando y, por lo tanto, están teniendo un cambio de conciencia, la realidad demuestra que se necesita mucho trabajo de base para la reconstrucción del tejido social donde la cultura, entendida como los procesos que afianzan el sentir comunitario y de dignidad humana para la liberación, deberían ser parte importante de la formación política de los sujetos en estas sociedades.