Por Melchor López
Después de todo somos juzgados, condenados, clasificados, en función del poder, dice el filósofo Michell Foucault. Eso le sucede actualmente a Jesús Gamboa Sánchez, que está preso desde 2015. Lo sentenciaron injustamente a más de 43 años; la Fiscalía presentó testigos aleccionados. “Jesús es mi hijo. Dicen que lo encontraron en una riña. Después lo involucran con una banda de jóvenes que se dedican a estar en la calle. Él estudiaba su licenciatura en Derecho, llevaba 3 años y, con esto, le destruyen su vida al fabricarle un delito”.
Las palabras son de Yolanda Sánchez que, desde 2015, lucha por la libertad de su hijo. Con la sentencia, ella busca pruebas a favor de su hijo. Se involucró debido a que el primer defensor de Jesús no presentó las pruebas suficientes.
Aquí la historia de Yolanda Sánchez, en entrevista con Machetearte:
Hicimos un documental que se llama Presos sin delito. Está en las redes sociales. Allí mostramos las inconsistencias y las violaciones al debido proceso de los testigos de la Fiscalía, en el que uno de ellos confiesa que fue aleccionado por la Fiscalía; él ni siquiera conocía a mi hijo, pero fue a hacer un señalamiento dentro del juicio oral.
La Fiscalía no hace su trabajo de campo, ni investiga a los responsables. Desde su escritorio únicamente llena las carpetas con lo que se le hace llegar. Y así es como gira las órdenes de aprehensión a personas como mi hijo, que era universitario. Él tenía como futuro una carrera, quería sobresalir, pero la justicia destroza su vida; también la de sus hijos y su esposa; y a mí como madre. Él cumple como padre y es respetuoso como hermano.
Los responsables andan en el pueblo como si nada. Tienen orden de aprehensión, pero no los detienen porque ya hay pagadores dentro del reclusorio, hay testigos aleccionados por la Fiscalía. La riña, en la que se dice que participó, fue en una fiesta del pueblo, en 2014. Y a él lo detuvieron en el 2015.
En el altercado hubo un fallecido, por eso a él lo acusan de homicidio. Se presentaron a imputarlo. Después de que mi hijo fue sentenciado yo fui a ver a este joven que declaró en contra de mi hijo. Y le pregunté:
—¿Conoces a mi hijo? ¿Sabes por qué se le imputa?
—La verdad, yo no conozco a su hijo. No sé nada— fue la respuesta.
—¿Entonces, por qué te presentaste y haces un señalamiento directo a mi hijo?
—A mí el Ministerio Público me dijo: “vas a decir así y así —contestó quien imputó—. Y los van a señalar porque alguien tiene que pagar por la muerte de mi amigo”.
El joven declaró que en el lugar de los hechos se veía muy bien por la luz que había. Y que una lámpara en la esquina era lo que alumbraba. Y él a mí me afirmó: “Estaba todo oscuro, no se veía nada”. Pero el Ministerio le ordenó que comentara que sí se veía y que por eso le reconoció el rostro. De todo esto lo que más me ha impactado es que lo hayan detenido injustamente. Es un dolor muy fuerte para una madre, le destrozan la vida.
No puede ser posible que los responsables anden como si nada porque ya hay pagadores dentro del reclusorio. No se vale. Toda la tortura que les hacen cuando los detienen. Es feo porque en la tortura, me platicó Jesús, que tiene 31 años, les echan agua en la cabeza o los golpean. ¿Y dónde están los Derechos Humanos? Va uno a sus oficinas y no le hacen caso. Cuando lo sentenciaron, yo busqué a otro abogado para apelar. Y él metió una apelación.
En México es mala la impartición de justicia. Hasta este abogado se sorprendió de que no se haya aceptado la apelación. Y la sentencia se confirmó. Y a partir de allí metimos el amparo. Fue cuando estuve haciendo manifestaciones en el Poder Judicial del Estado de México y en el Juzgado Federal.
Mi hijo, dentro de la cárcel, se pone a leer sus libros de derecho y a orar. Él está bien, dentro de lo que cabe. Estamos viendo para que él estudie su licenciatura en Derecho.
Como mamá, desde que lo detuvieron, una lo vive como si estuviera en una casa nueva: no saben nada y tiene que empezar desde abajo. Y defenderse. Hoy él ya ve las cosas de otra forma. Pero está bien.
Jesús se dedicaba a la música y era muy buen estudiante. Tenía un grupo musical con sus hermanos, que son tres: Yovani, Alexis y Erik. Nunca lo han dejado, siempre ha tenido visita. También tiene el apoyo de su esposa, y de nosotras. Su esposa está tranquila porque sabe de la injusticia. Él tiene un bebé; y, otro hijo, de 3 años.
Los amigos de la universidad son los que me llaman para saber cómo va el caso y saber de él. Ahora estoy luchando por la amnistía para delitos de alto impacto. Han salido muchos de la cárcel por la amnistía por delitos de bajo impacto, como robo sin armas. Exigimos al presidente (Andrés Manuel López) Obrador que les dé la amnistía de alto impacto porque es inocente.
Lo de Jesús está en revisión. El tiempo depende del trabajo de las autoridades. Si quieren es rápido, pero si no, pues es tardado. Por eso presionamos y nos manifestamos. Yo tengo 52 años. Mi esposo me apoya; él se queda trabajando, es comerciante. Nos organizamos para todo, por ejemplo, cuando se visita a Jesús el gasto es como de 1,300 pesos, desde que uno sale de la casa hasta que regresa. Yo soy la que más ha entrado a verlo. Está con ánimo y sin tristeza; solo la primera vez se le veía decaído, pero ahora ya está bien. Somos comerciantes de pan ambulante. Sus hermanos trabajan, estudian música, y nos ayudan en el comercio.