Por Omar Nava Barrera
De lo que sí estamos seguras y seguros los pobladores de este país es de que ya estamos hartos de tantas inseguridades y violencias; de secuestros y muertes; de feminicidios y desapariciones forzadas. La lista es enorme, una lista de estadísticas dolosas y en sí violenta por buscar dar cuenta de la desgracia desde una perspectiva cuantitativa, fríos números que deshumanizan el hecho y dan una sensación de que el crimen es un simple acontecimiento anecdótico, ajeno, al margen de nuestras vidas y que sólo vemos en la prensa amarillista.
Las violencias son el pan nuestro de cada día, en un país cuyo tejido social está tan podrido que sólo sentimos las consecuencias sin entender las causas a profundidad, esto nos encamina a un panorama incierto, ya que el grueso de la población no comprende el origen de las violencias que nos transversalizan. Pues es que la criminalidad y la injusticia están desbordadas y la única respuesta del Estado mexicano es darle continuidad a una militarización que inició hace más de una década. Muchos simpatizantes de este gobierno afirman categóricamente que, no se puede militarizar un país que ya lo estaba, y quizá tengan razón, sin embargo, la responsabilidad se encuentra en la ampliación de la militarización como una estrategia que ha sido fallida.
Aparentemente no queda de otra o eso nos dicen, y pareciera que la máxima de “abrazos y no balazos” fue una idea romántica que sólo funcionó como propaganda política para llegar a la silla presidencial. Paradójicamente, la derecha desdeñó, desde la burla, la idea de combatir la violencia sin violencia y ahora que se propone ampliar la militarización la derecha también lo desdeña. Este tipo de posturas enloquecerían a cualquiera, sin embargo, dan cuenta de que ciertos grupos oligárquicos y reaccionarios sólo se dejan llevar por intereses económicos y ya no por filosofías (bienvenidos a ese posmodernismo despolitizado que busca matar las escuelas de pensamiento).
Pero, aunque los altos mandos militares salgan a decir que el pueblo confía en las fuerzas armadas, la realidad es que ¿quién confiaría en una estrategia fallida en la que se han violado derechos humanos al por mayor?. Obrador argumenta que eso no volverá a pasar y que la Guardia Nacional está preparada para hacer ese trabajo de devolver la paz al pueblo (como si en algún momento hubiese existido una paz en plenitud en una estructura capitalista). Sin embargo, la historia latinoamericana nos ha demostrado que las fuerzas armadas se corrompen más rápido que la resurrección del neoliberalismo en el actual régimen. Entonces ¿cuál es la estrategia de seguridad más efectiva? Yo también he sido víctima de la delincuencia y me lo sigo preguntando cada vez que salgo a la calle. De lo que estoy seguro es de no perder de vista que las violencias tienen un origen concreto y se expresan de diversas maneras. La violencia es sistémica, su origen es la desigualdad que produce la maquinaria capitalista de diversas maneras y reproduce su propaganda mediática al naturalizar las injusticias. Es verdad que se necesita un tiempo considerable para cambiar esta situación, pero es imprescindible involucrar al pueblo desde la estrategia de hacer comunidad, mientras en los barrios, colonias y pueblos no se fomente un sentir comunitario y de pertenencia los escenarios de violencia no cambiarán. Sin duda, la seguridad se hace en comunidad y si las fuerzas armadas siguen en las calles tienen que rendir cuentas directas con el pueblo y no sólo en los estratos más altos.