Por El Saltapatrás
Gran controversia ha causado la detención del ex gobernador del estado de Hidalgo y el también ex titular de la extinta Procuraduría General de la República (PGR), Jesús Murillo Karam ocurrido el pasado viernes 19 de agosto de 2022. Como salido de un guion para mantener al espectador al filo de la butaca el caso de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa ha pasado de la indignación al asombro. Eso sí, antes de discutir cualquier polémica o controversia que esto pueda generar al respecto, el ex procurador (según el parte de la autoridad), como un pan de Dios, fue colaborativo, accesible y nunca mostró resistencia al momento de su detención ya que, como buen priista, más vale hacer frente a la ley que renunciar a los siempre confiables trabajitos de los jueces. ¡Soy inocente, aunque se demuestre lo contrario!
Sin embargo, lejos de toda civilidad y pulcritud, sí que resultó ser un auténtico cochinero en lo subsecuente la narrativa de aquella conferencia de prensa que Murillo Karam ofreciera el 7 de noviembre del 2014 en la cual, con sobrada autoridad “ética” y “moral”, el ex procurador presumiera con serenidad y un temple de bribón audaz (cansado por tanta chamba criminalística) el resultado de la investigación del caso de los estudiantes desaparecidos de la que surgió ese gran cuento del subgénero chorero-mareador digno de un bestseller de aparador del Sanborns conocido como la «verdad histórica». Un entramado policiaco, político y criminal en el que el ejército fue el gran ausente de acuerdo a la historia oficial de aquel momento, porque el canto de los grillos fue lo único que se escuchó en el cuartel militar de Iguala aquella noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014, según las investigaciones de la procuraduría a cargo de Murillo Karam.
Fue así que dentro del guion terminaron pagando los platos rotos policías municipales, miembros del cártel más temible de la región (Guerreros Unidos) y el que fuera alcalde de Iguala, José Luis Abarca, junto con su esposa, María de los Ángeles Pineda. Estos últimos acusados como prófugos de la justicia y señalados de ser los autores intelectuales de la desaparición forzada de los normalistas; boletinados ellos como un ejemplo de lealtad conyugal que dejaba claro el significado de estar juntos tanto en las buenas como en las malas para posteriormente ser capturados, procesados y recluidos por sus fechorías. Porque, como en las telenovelas de Televisa, los finales felices sí existen y siempre triunfa la justicia. Muy parecida a la fórmula con que Loret de Mola armó su montaje en el caso Cassez-Vallarta. Eso sí, al matrimonio Abarca se les dio sus cinco minutos de fama para, posteriormente, ser enviados sospechosamente al basurero de la historia (y del olvido).
Una vez instaurado el gobierno de la 4T el caso continúa más vivo que nunca, además de provocar hasta hoy una sensación históricamente inverosímil de lo que por décadas y sexenios venía representando para el pueblo mexicano el concepto de verdad y justicia en manos del poder político y judicial de este país, el de mucho rollo sin llegar a nada, ni mucho menos el de resolver sus crímenes. Caso contrario a lo que quedó demostrado el pasado jueves 18 de agosto cuando el presidente de la Comisión para la Verdad y el Acceso a la Justicia (CoVAJ) del caso Ayotzinapa, Alejandro Encinas, declarara, contundente y sin acalambrarse en razón de las últimas investigaciones lo siguiente: En resumen, se trató de un crimen de Estado, en referencia a la siempre sospechosa «verdad histórica» y de pasadita un recordatorio a aquellas viejas prácticas de impunidad, espionaje y contrainsurgencia que legaron memorables abusos de autoridad a diestra y siniestra en el pasado.
La vieja receta de vigilar, sofocar y hasta desaparecer a líderes opositores al viejo régimen, heredada de la extinta y asesina agencia de inteligencia al servicio de la secretaría de Gobernación, la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que asoló y aterrorizó tanto a estudiantes, maestros y “grupos subversivos” durante las décadas de los 60´s, 70´s y 80´s, para posteriormente convertirse en el Centro de Investigación de Seguridad Nacional (CISEN). Una vez llegado el siglo XXI, la experimentada fórmula de abuso y terror simplemente se arranció y caducó, costándole el control del poder político a los hoy desesperados y poco creativos opositores al gobierno de Obrador. Teniendo a algunos de los beneficiarios de esa vieja política de represión e impunidad tras las rejas, mismos que ahora alegan con rabietas y flagrantes berrinches ser “perseguidos” políticos (se vale reír).
Algunos otros escondidos en el extranjero ni tarde ni perezosos dijeron, «¡patitas pa qué las quiero!». Es el caso del escurridizo Tomás Zerón, quien fuera director de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) de 2014 a 2016, acusado de tortura para armar la «verdad histórica», hoy refugiado en Israel. Fiel a la tradición imitó los métodos del que fuera secretario de la Defensa, el general Marcelino García Barragán durante el 68, de Fernando Gutiérrez Barrios y de Miguel Nazar Haro, las mentes criminales detrás de la llamada `Guerra Sucia´, estos últimos titulares de la extinta DFS durante los 60´s y 70´s, que hicieron y deshicieron a su antojo, ¡y claro está!, sin perder su respetabilidad. No así el fugitivo Tomas Zerón a quien ya no le tocó gozar de esos paraísos de nepotismo e impunidad que caracterizaron al viejo régimen priísta. ¡Ni hablar chato!
Por último surge nueva información que provoca más preguntas que respuestas entre otras, la relacionada a uno de los normalistas que resultó ser un militar infiltrado en activo, Julio César López Patolzin. Quien, abandonado a su suerte y hoy desaparecido, no solamente evidencia que el ejército estaba metido hasta las manitas en el asunto, sino que se evidencia que, en caso de tener bajas, no están obligados a activar algún protocolo de recuperación del tipo la película `Rescatando al soldado Ryan´.
Mientras tanto, una de las madres de los normalistas, cansada de tanta labia, declaró que no les sirve de nada, ni la voluntad política ni los avances de la investigación, sino lo esencial: la verdad y saber el paradero de sus hijos.