Por Melchor López
Machetearte entrevistó a Natali Hernández, mamá de Christopher Aguilar, uno de los miles de desaparecidos en México. Aquí su experiencia:
Él desapareció el 29 de agosto de 2020 en el bar Quito, en la alcaldía Azcapotzalco, junto con otra chica, llamada Karla Elena Ramírez Murrieta. Fueron a una fiesta, a un evento. La teoría que se tiene es que adentro hubo una balacera. A ellos los sacaron heridos y se los llevó una camioneta blanca. A partir de entonces no sabemos nada de ellos.
El nombre de él es Christopher Aguilar. Cuando desapareció, tenía 20 años. Es el más grande de la familia. Tiene un hermano que, en ese momento tenía 15 años. Él era un chico responsable, trabajador y le gusta el deporte. Practicaba box. Era una persona tranquila, trabajadora, responsable.
Para nosotros, como familia, la búsqueda ha sido muy desgastante. También para la familia de Karla, con la hemos estado juntos desde el principio. Formamos parte del colectivo “Hasta Encontrarles”. Lo más importante de todo esto es encontrarlos, porque hasta ahorita no tenemos la certeza de dónde están.
En la fiscalía, cuando pasó eso, nosotros estábamos en plena pandemia, no nos hacía caso. No nos recibían. Tuvimos que hacer marchas para que, la verdad, las autoridades nos hicieran caso. Son personas que no tienen ni tantita sensibilidad de lo que está sucediendo; y, aparte de eso, no nos saben tratar. Son déspotas. No nos reciben.
Cuando pasó eso, fuimos a la Desconcentrada (Fiscalía Desconcentrada en Azcapotzalco) para preguntar lo que había sucedido. Y nos dijeron: “No, no tenemos absolutamente nada, no nos han pasado el informe”. Eso nos desconcertó mucho porque afuera en el bar había policías cuidando. Y sí hubo una balacera.
Nosotros lo que deseamos saber es si nuestros hijos estaban allí. Si fueron heridos. Y si los llevaron al hospital. Nosotros, por nuestra cuenta, tanto la familia de Karla como nosotros, tuvimos que ir al Semefo y a los hospitales del área metropolitana, pero fue por nosotros, con nuestras propias herramientas que hicimos esa búsqueda.
Y nada. Hasta la fecha, nada.
Vamos a las manifestaciones para que ellos vean que estamos gritando como desesperados, para que el gobierno haga su trabajo.
Diario desaparece gente. La protesta es para que vea que no nos vamos a quedar quietos y vamos a seguir y seguir. Juntas somos un equipo que nos ayuda a tener reuniones con la Fiscal general y con la jefa de gobierno para presionar. Es la única manera: tenerlas de frente. Porque si uno va solo, no nos hacen caso, no nos reciben.
Mi sentir frente a las autoridades es de impotencia y tristeza; es de enojo. Son muchos sentimientos encontrados, porque lo que queremos es tener solución, tener respuestas. Pero hasta la fecha, en nuestro caso, sí se ha avanzado un poco; hay gente detenida que tuvo responsabilidad, pero no sirve de nada si, para mí, como mamá, lo más importante es que mi hijo no aparece. La gente que haya sido responsable, ya no me interesa. Lo único que me interesa es dónde está mi hijo.
Mi vida cotidiana ha cambiado mucho porque hemos tenido que buscar ayuda de otras maneras, pues mi familia completa ha estado destrozada; y una igual. Pero como mamá lo que te mantiene es seguir hasta encontrarle.
Lo único que le pido a Dios es que me lo regrese, de la manera que sea, pero que me los regrese. Ese es mi objetivo, día con día, porque también tengo otro hijo por quien ver y también él me necesita. Sin embargo, esta lucha no la voy a dejar hasta encontrarlo. Sé que a lo mejor ya no lo voy a encontrar como quisiera, pero por lo menos quiero saber dónde está. Y quitarme esa intranquilidad y, como mamá, tener un poco de paz.
Eso es lo peor que puede vivir una mamá: no saber dónde está tu hijo. Cuando un hijo fallece, sí es una pena fuerte; pero te resignas, porque lo ves, porque sabes dónde está, pero al no encontrarlo, al no saber dónde está, esa es la intranquilidad.
Mi hijo ha cambiado mucho, ha sido una persona muy callada. A mi hijo nunca le gusta hablar del tema. Lo único que hace es ver lo que yo hago, pero yo sé que ver lo que hago lo hace fuerte y me mantiene de pie. Y que sigo y sigo hasta encontrarlo.
Él siempre está triste porque es el único hermano. Christopher era también como un ejemplo, porque era una persona responsable, trabajadora y deportista. Le encantaba el deporte. Yo lo llevé a practicar box desde que tenía ocho años. Duró muchos años entrenando. Peleó en dos ocasiones a nivel delegacional y ganó. Después se metió a trabajar y ya no le daba mucho tiempo; sí practicaba los días que descansaba. Y también jugaba frontón. Era una persona no viciosa, muy responsable, nunca faltaba a su trabajo. Él era comerciante.
Nunca nos fuimos a imaginar que al salir a algún lugar sanamente, ya no van a regresar, porque mi hijo nunca, nunca faltaba a mi casa. Yo lo único que quiero es encontrarlo.
Vendía aguas, ahí en Tepito, en un puesto sobreruedas.
Él llegó de trabajar. Fue un viernes a las 5 o 6 de la tarde. Me dijo:
—Voy a una fiesta.
—Sí.
—No me tardo.
Se fue con sus amigos. Más tarde uno de sus compañeros llegó aquí, a la casa. Y preguntó:
—¿Ya llegó Christopher?
Él dijo que el bar a donde habían llegado, en el que había estado, hubo una balacera y que salieron corriendo. Que lo perdió de vista y que pensó que él ya debía de haber llegado a su casa. En ese momento lo fui a buscar. Su amigo no recordaba claramente el lugar, dónde estaba ubicado.
Yo vivo en Gustavo A. Madero y la fiesta fue en Azcapotzalco.
Su amigo empezó a buscar en Internet dónde había sido el evento, pero los del bar ya habían borrado absolutamente todo. De esa hora, hasta las 5 de la mañana, tardé en encontrar la dirección. De todas maneras, a esa hora fui a la Desconcentrada 14. Y me dijeron que no había sucedido nada. Ni siquiera me dejaron entrar. Literal: me dejaron ahí en la puerta.
Nos regresamos a mi casa. Una de sus amigas me estuvo ayudando a buscar la dirección y me la mandó, eran las cinco de la mañana. Después fui al mediodía al bar. Pregunté qué es lo que había sucedido. Que si había habido una balacera.
Y supe que hubo heridos, que se los habían llevado a dos hospitales y fui a ver y ninguna de esas personas era mi hijo. Empecé a buscarlo en todos los hospitales. Eso fue el sábado hasta en la madrugada. Estuvimos buscando. Me dijeron que ya lo diera por desaparecido.
El domingo fui. Y ahí sin querer encontré a la mamá de Karla. Yo ya me iba. Ya me habían hecho la ficha de desaparecido de Christopher. Pero yo no tenía con qué comprobar que mi hijo había estado en el bar. Y en la ficha pusieron que había desaparecido en mi casa. No pusieron que había desaparecido en el bar.
Cuando escuché a la chica que empezó a relatar que su hermana había estado en el bar, me acerqué y le dije que mi hijo también había estado en el bar. Como éramos dos personas, nos llevaron y mi ficha la modificaron porque uno de sus amigos ya me había enseñado un video del lugar del bar donde habían estado. Era una grabación que comprobaba que ellos habían estado ahí adentro. Junto con la chica nos llevaron a las cámaras del C5. Obviamente, las cámaras estaban, como siempre, sin servir.
Las cámaras estaban volteadas. Y, como hicieron un evento clandestino, las cámaras estaban volteadas hacia el otro lado. Nosotros lo que queríamos ver era si salieron corriendo y para dónde. O si habían sido heridos o algo.
Pero nada.
Y después empezamos a buscarlos en hospitales. Así nos quedamos como tres o cuatro días; en el Estado de México, todo Naucalpan. Y nada. Después vimos un video que salió en las noticias. Allí se ven dos personas tirados afuera del bar y yo lo reconocí: “Es mi hijo”, pensé.
En el primer momento que me enseñaron los videos vi que eran mi hijo y la chica. Empezaron a revisar más los videos y observaron que en una camioneta blanca se lo llevaron. Por los indicios que se tiene fue una camioneta de funeraria. Lo subieron y, no está comprobado totalmente, pero se lo llevaron al panteón San Isidro. Todavía no tenemos esa certeza. Es una hipótesis que tiene la Fiscalía. Y hay personas detenidas que están en proceso de juicio, pero hasta ahorita no han dicho nada.
Soy una buscadora y vamos a seguir así hasta las últimas consecuencias.
Yo soy comerciante. Vendo comida afuera de una escuela de paga; sí mantengo el negocio, a pesar de que estoy en todas las actividades como buscadora. A veces tengo días ajetreados. Cuando hay manifestaciones tengo que ver cómo le hago para asistir o cuando hay que ir a fiscalías.
Y estar allí porque si yo no lo busco nadie lo va a buscar. Si no hay presión, si una no hace nada, las autoridades no hacen nada. Tienes que hacerles el trabajo para que ellos solo registren a las personas desaparecidas. Somos los familiares los que hacemos prácticamente todo.
Nosotros estamos en la Fiscalía de Asuntos Relevantes. Son casos de relevancia que tienen impacto. A nosotros nos pasaron ahí. Te impresiona por lo poco que hacen. Al principio piensas: “Qué bueno, aquí van hacer las cosas más rápido”. Pero, pues no. Al Fiscal lo tienes que estar vigilando. También con la Fiscal general hemos tenido juntas, también con ella y se les tiene que estar diciendo lo que sus trabajadores no han hecho.
Desde hace dos años y seguimos ahí.
Hay momentos en los que uno abandona los casos porque la Fiscalía no escucha. Los traen vueltas y vueltas y vueltas. Y la gente se cansa y se desespera. Nosotros hemos estado allí, exigiendo.
Lo que más me impactó es la teoría de que a lo mejor se lo llevaron al panteón. Yo digo que no somos absolutamente nadie en este mundo para desaparecer a la gente. Si ya no tenían vida, los hubieran dejado ahí.
Y nos hubieran dado esta tranquilidad al encontrarlos. A lo mejor horita nosotros estaríamos saliendo de este duelo. Ni siquiera podemos saber en qué momento estamos. Porque no hemos podido tener un duelo, porque no sabemos con certeza si ya no tenían vida. Y si los fueron a desaparecer en ese lugar.
Obviamente, como papás nunca vas a pensar que tu hijo no va a regresar. Yo lo veo: son cientos, miles de desaparecidos, lo sé porque yo convivo con un colectivo. Veo diario todos los testimonios de la gente. Sé de las personas que ven esos desaparecidos, pero que no saben dónde están. Es decir, no tienen la certeza de donde están. Nosotros, por lo menos, tenemos algo. Pero hay gente que no tiene absolutamente nada. Y eso es todavía más desesperante.