Por Melchor López
“El feminicidio es una forma de terror”, dice Yeri, víctima de intento de feminicidio. Su agresor intentó asfixiarla. Ella espera la sentencia de él, su agresor, su expareja. Machetearte charló con Yeri frente al Reclusorio Oriente, en la Ciudad de México, del que salió unos minutos porque aun no iniciaba la audiencia, en la que se determinaría si él potencial feminicida lleva en libertad el juicio.
Son los primeros días de febrero de este 2022. A Yeri la ansiedad le abraza, le exprime y provocan un puñado de lágrimas que buscan opacar su miedo. No puede negarlo: siente terror, que se ha construido con amenazas por parte de la familia de su agresor.
Aquí el relato de Yeri desde su propia voz:
En este caso ellos metieron una nueva jurisprudencia que indica que una tentativa de feminicidio no es un delito, por el simple hecho de qué él no consumó el delito.
Con esa bandera se solicitó esta audiencia (por parte de la defensa de su expareja) para que mi agresor pudiera llevar el proceso en libertad. Lo cual violenta en todos los sentidos el derecho de la víctima. Hoy mi única medida de protección es que él esté adentro de la cárcel. Es la única protección que tengo. Aún no hay una sentencia, lleva dos años el proceso… dos años y no hay ninguna sentencia.
Si ahorita meten ese recurso y se lo aceptan es una puerta abierta. Si a él lo dejan salir: ¿Cuántos, que han cometido este delito, no van a pedir su libertad? Cuando ellos salgan no van a salir para estar tranquilos. Cuando ellos salgan van a matar. O a huir. ¿Cuántos casos no habido? ¿Cuántos casos no ha sido una muerte anunciada? ¿En dónde queda el valor de la vida? No lo entiendo… No lo entiendo, es frustrante.
Es una sensación muy triste que aquí en México siga predominando el derecho del agresor sobre la víctima. Sobrevivir es el único delito que cometimos las sobrevivientes de feminicidio. Hoy pesa más que hayas muerto a que estés viva.
Son dos años de lucha, pero si su familia de mi agresor piensa que me voy a echar de reversa, está equivocada. Sí estoy frustrada, pero no me voy a echar para atrás, por el simple hecho de que tengo derecho a vivir; y con el derecho exigir protección para mi vida.
—¿Cómo se vive una audiencia con el agresor enfrente?
—Es darte cuenta que él no siente ningún remordimiento. Para él, él no cometió nada. Entonces es triste porque él era mi pareja. No era un desconocido. ¿En qué momento cambió? ¿En qué momento dejó de ser mi pareja y se transformó en esa persona que intentó matarme dos veces?
—¿Al sentirte vulnerable fue cuando decidiste hacer la denuncia?
—Exacto, fue cuando denuncié. Por eso que estoy aquí.
—¿Qué significa que colectivos feministas le acompañen a quien sufrió tentativa de feminicidio?
—Tristemente el arma del sobreviviente es el ruido, las redes sociales, el acompañamiento de nosotras mismas. Porque las leyes no te dan ese soporte. No te dan ese respaldo. De lo que me quejo es que el proceso es lento y en ese proceso se re-victimiza una y otra vez. Pero es nuestra lucha, la de casos de sobrevivientes. No soy la única. Varias sobrevivientes, que con todo su dolor y sus propias historias, están aquí.
—¿En qué momento se vive la re-victimización?
—Hoy mi audiencia es para justificar que mi vida está en riesgo. ¿Qué otra cosa quieren para que vean que mi vida está en riesgo si he denunciado una tentativa de feminicidio? ¿Qué otra prueba? Si él sale, tú te tienes que ir a un refugio. Entonces ¿si él sale libre, yo me escondo? No lo entiendo, por eso es un proceso triste y desgastante. Pero nadie se va a rendir.
Ya perdí la cuenta de la cantidad de audiencias que ha habido. He tenido que venir en donde él está, allí, encerrado, tranquilo, durmiendo, riéndose. Hoy tiene más valor una muerte que tu vida. Nuestro error fue haber sobrevivido. El intento de feminicidio es una forma de terror.
Si no fuera por las redes sociales y los colectivos que nos acompañan, nadie nos voltea ver. Vivir el intento de feminicidio es muy triste; porque si te levantas con esa sensación ¿vas a querer hablar? Pues obviamente que no. Yo tengo trabajo, pero lo tengo que dejar de lado si quiero buscar justicia.
Las amenazas han sido constantes. Por ejemplo, en la audiencia, en la entrada, los policías les preguntaron a los familiares del agresor que quién iba a pasar. Y en ese momento, uno de ellos se acercó y me dijo: “Ya está aquí la mierda”. Obviamente se refería a mí. “Aquí está la mierda, qué asco”.
Y ha habido amenazas de muerte en las redes sociales. No entiendo de qué manera alguien se siente con el derecho de matarte. No entiendo cómo la familia del agresor se suma a las agresiones y se siente con derecho de defenderlo.
—¿Cómo vives tu día a día?
—Yo trabajo. Llevo dos años en recuperación. Él me quitó unos dientes y tuve que usar prótesis. Recuperé la movilidad de mi pierna, porque no podía caminar. Estuve en cirugía, en urgencias; y fui internada por el intento de asfixia.
Pero hoy retomo mi vida porque se me quitó todo, pero no el miedo; con esto cambió la vida. Aunque tengo medidas de protección, no me voy a quedar callada, ni a esconder. No tengo porque esconderme. Al concluir la audiencia, al acusado de tentativa del feminicidio, no le dieron la libertad para seguir el juicio; sigue preso.