Por Sirahuén Millán
“La universidad no solo forma profesionistas, científicos y técnicos, sino que hace manifiesto el sentido de esta formación. En el instituto tecnológico se enseña cómo hacer bien esto o lo otro, pero la universidad muestra el sentido del hacer, el por qué y para qué, para que el universitario asuma responsabilidad”, son palabras del Dr. Leopoldo Zea, profesor exfundador de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En su dicho, se puede percibir fácilmente como el llamado <<espíritu de la universidad>> no se agota en su academia (porro José Narro, Dixit), ni en su alumnado, y ni siquiera en toda su comunidad de directivos, investigadores, administrativos, profesores, estudiantes y trabajadores, sino que va más allá; el espíritu de la universidad abarca a todos los mexicanos, por eso es la universidad nacional, la del pueblo, más aún, incluso llega a toda latinoamérica, esa es la razón por la que en su escudo aparecen una águila real y un condor de los andes, las dos aves más representativas y simbólicas de las culturas no sajonas de nuestro continente, es en ella donde todavía el hijo de un obrero puede cursar una carrera profesional en una institución de prestigio de manera gratuita. El sentido y razón de ser de la universidad tiene el fin de transformar y construir país, nación, región, mundo.
No por nada la Universidad Nacional Autónoma de México es la única de latinoamérica que figura entre las cien mejores del planeta; motivo por el cual en los últimos tiempos la alta burguesía ha puesto sus ojos en ella con la intención de convertirla en uno más de sus redituables negocios, provocando a su vez, tantos movimientos de resistencia estudiantil y popular para defenderla como intentos de los gobiernos y empresarios por privatizarla. Hay que decir que la dirección de la UNAM está a cargo de un órgano cuasi-feudal integrado por un pequeño grupo de miembros todopoderosos que determinan la mayor parte de sus políticas: la Junta de Gobierno. El consejo universitario, formado por representantes estudiantiles de todas las facultades, va eligiendo paulatinamente a los miembros de la Junta de Gobierno, que a su vez elige al rector y nombra directores de facultades, escuelas, institutos y centros culturales. En realidad este «debate» mediático que se trae el presidente AMLO con la derecha reaccionaria sobre la presunta derechización de la UNAM, para que no resulte ocioso, debería contribuir a sacudir la conciencia dormida de una parte de la comunidad y provocar su organización y movilización para la transformación de sus estructuras administrativas, impulsando la creación de un congreso universitario verdaderamente democrático, con una mayor participación de todos los sectores, incluyendo el popular. De lo contrario todo quedará en retórica. En su discurso de toma de posesión como rector, en 1970, don Pablo González Casanova dijo: “Todos queremos la democratización de la enseñanza, como apertura de los estudios superiores a números cada vez más grandes de estudiantes, y también como una participación mayor en la responsabilidad y las decisiones universitarias por parte de los profesores y los estudiantes”. También al tomar posesión ante el Consejo Universitario, el 11 de mayo de 1966, el rector Javier Barros Sierra expresó su confianza en que la Universidad se fortalecería, pero a condición de que sus integrantes “hicieran una inaplazable autocrítica, valiente y sincera, de la que emanen mejores formas de convivencia”. Ahora juzgue usted mismo, si la UNAM se ha derechizado o no, pero también identifique que parte de la universidad es la que se ha derechizado.