Por Sofía Fontanela
Permitir una injusticia significa abrir el camino
a todas las que siguen.
WILLY BRANDT
El testimonio que se presenta a continuación es de Sitley Gómez, maestra de Artes Escénicas en la Academia superior de Artes, en Bogotá, Colombia; desde el lugar de los hechos, ella narra la situación que se vive en estos días en las manifestaciones populares así como la represión a gran parte del pueblo colombiano. Aquí su relato:
Este país está sumido en una guerra que lleva muchos años. Desde la colonia, incluso hasta después de la conquista cuando aparecen los dos partidos que han regido a este país por tantos años. Es una historia que tiene que ver con una injusticia social bastante evidente, pero que en los últimos años se ha acrecentado mucho más, porque los gobiernos actuales, además, han estado aliados con el narcotráfico y con movimientos paramilitares.
La violencia y la crudeza han crecido de manera casi indescriptible. Son tantas las masacres, los muertos, los crímenes contra la humanidad de la población, que llegó un punto en que no se resistió más. Esta era una bomba que estaba a punto de reventar desde hace mucho tiempo, pero por la pandemia se detuvo. Lo curioso es que precisamente por la pandemia se evidenciaron más esas diferencias sociales y raciales que tenemos en el país.
Nuestras protestas empezaron el 21 de noviembre del 2019. La segunda oleada se dio en septiembre y octubre del 2020. Y estamos viviendo la tercera. Todo resurgió con el objetivo de abolir políticas del actual gobierno que son bastante desfavorables: una reforma tributaria que afecta productos básicos de la canasta familiar que los ciudadanos y ciudadanas debemos pagar, porque según el gobierno hay un hueco fiscal, originado por la pandemia, que hay que cubrir.
Además, por una reforma a la salud, la ley 010, donde se pretende acabar de privatizar los servicios de salud que ya están privatizados, pero ahora con reformas en las que las entidades promotoras de salud determinan si el paciente se autocuidó o no; y si no, el paciente tiene que pagar su tratamiento. Incluye la abolición del único hospital cancerológico público que hay en el país, con el fin de generar una clínica oncológica de la que sería dueño el hombre más rico de este país.
Son una serie de reformas que atentan directamente contra toda la población. Además de eso, el hambre y el descontento social. En el último año la pobreza en Colombia aumentó un 42%. Todos estos fenómenos hacen que el pueblo no aguante más, así que la manifestación se ha dado desde las calles, con marchas en su mayoría pacíficas. Cuando las marchas no son pacíficas es porque se han dado infiltrados de la policía. Eso lo evidencian muchos videos que la población civil ha podido grabar.
Cuando las marchas no son pacíficas es porque interviene el Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), un escuadrón de la policía, especializado en aplacar las manifestaciones callejeras. La policía y el ESMAD ya tienen en su haber muchos ojos de jóvenes perdidos, muchos jóvenes y adultos muertos, y eso genera una indignación mucho más grande. Hace que la gente nos llenemos de rabia y furor.
Por eso, en algunas ciudades como Cali, Pereira y en zonas de aquí de Bogotá, la gente que está liderando las marchas sale de una forma muy furiosa a enfrentar al ESMAD. Pero es un enfrentamiento desigual, porque ellos tienen balas, bombas lacrimógenas, tanquetas… y los jóvenes y las jovencitas que están en la calle están solo con piedras y palos. Este se ha vuelto un fenómeno de andar botando gases en las casas de barrios populares donde hay abuelas y niños, donde hay gente que ni siquiera ha salido a marchar.
La guardia indígena también se ha manifestado, llegó a Cali, cercó algunos lugares privilegiados. Como en esos lugares no dejaban entrar y salir insumos agrícolas y alimentos, la gente de estos barrios ricos salió armada en sus camionetas blindadas a dispararles a los indígenas y a los manifestantes. No todos, pero muchos lo hicieron. Esto se ha vuelto una confrontación civil que le permite al presidente de la República, declarar el estado de conmoción interior y así poder, por decreto, instalar las leyes que él quiera.
A esto súmale que el estado está promoviendo que no tiene plata, que está desfalcado, pero si hay 12 mil millones de pesos para realizar el torneo de futbol llamado la Copa América. Uno dice bueno ¿y el dinero? ¿No que hay un gran desfalco económico?
Nadie habla de la corrupción y cómo el narcotráfico se ha insertado en nuestra clase política, uno de los problemas más graves y donde más se fuga dinero en este país. Todo esto nos ha llevado a estar en las calles marchando, manifestándonos, porque este pueblo se cansó. Se cansó de aguantar.
Todos los que nos estamos manifestando por lo que nos parece justo, somos tildados de revolucionarios, de estar dominados por el Castro – Chavismo, por la revolución cubana y por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Para ellos, todos y todas las que estamos en las calles somos los guerrilleros.
No es justo que nos sigan tratando como esclavos en pleno siglo XXI. No es justo que nosotros sigamos agachando la cabeza frente a políticas nefastas contra la ciudadanía. No es justo tolerar una política del terror, fascista, que se quiere instalar y que tilda de terroristas a todo aquel que se pronuncia en contra del gobierno.