Como Consecuencia de las Medidas Restrictivas Anti-Covid
Por Antonio Moreno
Los medios de comunicación son, por un lado, el vehículo por el cuál los poderes dominantes imponen su ideología: el consumismo, el individualismo, el egoísmo, etc. Pero por otro lado son, a su vez, un grupo de poderes fácticos cuyo propósito es principalmente ocultar el carácter explotador del sistema capitalista y presentarlo como un régimen tal vez imperfecto, pero esencialmente justo y divertido, lleno de glamur y modernidad.
Lógicamente la mayor parte de la población se percata perfectamente de que su precaria situación en nada se equipara a la que se presenta en los espacios mediáticos, pero la añoran. Añoran mandar y ser obedecidos. Sin embargo esa gran mayoría de seres humanos sumergidos en la miseria y acostumbrados a la situación de opresión en que siempre han vivido no albergan en sus mentes la intención de modificar las circunstancias que lo provocan, no en las mentes de muchos de ellos. Está la intención pero de obtener un lugar privilegiado al lado del opresor, ocupándose únicamente de sí mismo, de su individualidad, olvidándose por completo de su existencia en colectivo.
Así la respuesta de la mayoría de la personas ante esta escenario de precariedad y opresión es de sálvese el que pueda: primero yo, después yo y al último yo. Y tiene lógica ya que las derivaciones de la miseria, de la opresión y de la ignorancia habían debilitado ya las bases del acto moral.
Pues bien, ese entumecimiento del comportamiento moral que arriba se señala hoy se ve incrementado exponencialmente con la aparición de la pandemia. Y en este nuevo contexto los medios de comunicación que, repito, siempre nos han “enseñado” a vivir con miedo, llenan sus espacios repitiendo cifras de nuevos contagios, muertes acumuladas, nuevas defunciones. Sembrando así temor y no entendimiento en las personas, no comprensión sino angustia. Al respecto la filósofa Mariana Garcés argumenta: “Actualmente, ante los miedos que se han apoderado del futuro, renace esa vieja idea de que algo nos salvará, en este caso la tecnología. Es una idea religiosa. Y permite el reforzamiento de nuevos poderes muy autoritarios”.
Ciertamente, el uso mediático de mañosos y manipuladores mensajes como, “En estos momentos de emergencia hemos aprendido a estar más juntos que nunca”, “Gracias a la tecnología podemos abrazarnos aún sin tocarnos”, “En esta pandemia (también gracias a la tecnología) se han fortalecido los lazos solidarios entre las personas”, no ayudan a entender. Pero el punto es, ¿son verdades las aseveraciones con que nos bombardean todo el tiempo?
Lo que esta” floreciendo” con más fuerza en el comportamiento de la sociedad global es más bien el egoísmo, la envidia, el arribismo, la desconfianza, la falta de empatía, la traición, el dogmatismo, el sectarismo, el aumento de la violencia. Y en sociedades con carencias de todo tipo como la nuestra estos comportamientos se tornan más crudos: “a que lloren en mi casa, mejor en la casa del otro”.
Efectivamente estas formas de pensar y actuar se ven potenciadas por las circunstancias provocadas por el ¿erróneo? tratamiento que, a nivel mundial, se ha dado al coronavirus. Aquí es importante recordar que: “El carácter social de la moral entraña una peculiar relación entre el individuo y la comunidad, o entre lo individual y lo colectivo. (…) Uno y otro término, lejos de excluirse se presuponen necesariamente, de ahí que el individuo sólo pueda actuar moralmente en sociedad. Entonces, la moral es un hecho social. Sólo se da en la sociedad respondiendo a necesidades sociales y cumpliendo con una función social. El acto moral como un acto consciente y voluntario, supone una participación libre del sujeto en su realización, que si bien es incompatible con la imposición forzosa de las normas, no lo es con la condición social que lo determina”. (Adolfo Sánchez Vázquez. Ética).
Así el acto moral se ve obstaculizado por las medidas restrictivas de distanciamiento social, por que no se brindan opciones de libre, inteligente y responsable elección. Las soluciones únicas cancelan el acto moral y orillan a la sociedad a seguir la ley, sí, pero la ley de la selva. De tal manera que los irresponsables son los que se resisten a obedecer designios irracionales y perversos y no los que de manera ciega y sumisa siguen órdenes sin hacer lo posible por intentar entender.
Evidencias de lo anterior las podemos corroborar a cada momento, las personas hablan entre sí mucho menos que antes pero al mismo tiempo aumenta la comunicación tóxica, grupos de vivales se apropian de bienes que se suponía eran de propiedad común, personas o grupos de arribistas que se benefician de los logros y del trabajo de otros. Así mismo muchos de los auto-llamados luchadores sociales se han quitado la careta y salen del “closet” presentándose tal cuál son, aprendices o aspirantes a opresor. Pero bueno, todo es culpa de la pandemia, ¿o no?
A todos aquellos que se estén percatando de tal situación les decimos: No permitamos que estas conductas nos envuelvan sin darnos cuenta, resistamos. Luchemos. Hoy más que nunca, en contra de las tendencias arriba mencionadas y en contra de los personajes y grupos que, en la sociedad y al interior de nuestras organizaciones, las enarbolan. Aún en tiempos difíciles, por los motivos que sean, es necesario resistir, buscar opciones creativas, con medidas de seguridad inteligentemente implementadas, y no como una reacción generada por el miedo irracional que perversamente nos han inducido. Alternativas, al “totalitarismo digital” y policiaco que ya se nos esta imponiendo por todos lados y por todos los medios.
En algunos países del mundo, los ciudadanos ya están saliendo a las calles de forma masiva para protestar en contra de los abusos policiacos y también, en contra de las medidas restrictivas que sus gobiernos tratan de imponer por tiempo indefinido y que, a todas luces, están trayendo indirectamente consecuencias más “catastróficas” y perniciosamente duraderas que las que directamente trae consigo el virus, “Que se muera la gente, pero no de coronavirus”, pareciera ser la consigna mundial.
Si, las medidas restrictivas están “sacando”, no lo mejor, sino lo peor de las personas, con las honrosas excepciones que siempre existirán. Entonces, guiémonos con el ejemplo de esa gente excepcional y no el modelo de los trepadores sin escrúpulos. Trabajemos juntos en contra de esta propensión avasalladora que nos divide, y que hoy amenaza, como nunca antes, a la parte más débil de la sociedad, los trabajadores. Débil, por su atomización, por su fragmentación, por su auto- desvalorización, etc. Pero, al mismo tiempo, son el sector de la sociedad más numeroso y potencialmente transformador.