Por Carlos Julio Díaz Lotero*
El FMI, por medio de su directora, Kristalina Georgieva, ha respaldado un “gran reseteo” de la economía como respuesta a la profundización de la crisis global a causa de la pandemia del COVID-19. Como se sabe, el mal manejo de la pandemia en Europa, y mucho peor en las Américas, ha representado no solo cientos de miles de muertos, sino una grave alteración de la cadena económica de suministro y la parálisis de sectores económicos con importante participación en la ocupación total. Dejó al desnudo la tremenda precariedad del desarrollo empresarial y las consecuentes altas tasas de desempleo e informalidad laboral.
La iniciativa fue lanzada por el Foro Económico Mundial como un “Gran Reseteo” de la economía mundial. Se basa en tres pilares, según se desprende del discurso de la directora gerente del FMI en el foro del gran capital financiero: crecimiento verde, crecimiento inteligente y crecimiento más justo.
El “crecimiento verde” busca el rescate de una burbuja financiera cercana a los dos mil billones de dólares en proceso de desplome. Se hace mediante la imposición de los llamados “créditos verdes”, para el gasto público masivo de los gobiernos y empresas en inversiones hacia la llamada “transición energética” y una economía “libre de carbón”. Desde hace muchos años las energías renovables se convirtieron en un producto financiero que juega en el mercado especulativo apalancado por los incentivos fiscales y las regulaciones que favorecen al capital financiero. ¿Se podrá rescatar una burbuja financiera sin precedentes con una nueva “burbuja verde”?
Además de lo anterior hay otros debates, como los promovidos por el presidente de México, López Obrador, quien viene adelantando un programa de rescate de la estatal petrolera Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad, que fueron desmanteladas durante décadas de saqueo neoliberal, que entregó el mercado interno a empresas extranjeras de gas y de las llamadas energías limpias, a las que señaló como un sofisma, pues éstas, además de ser intermitentes y más costosas, deben ser subsidiadas por el presupuesto público.
El “crecimiento inteligente” no es otra cosa que la llamada “economía digital”, que ha tenido un desarrollo importante en el marco de la pandemia del COVID 19, algo muy cercano a parte de la “economía naranja” del presidente Iván Duque, de Colombia. La directora del FMI afirma que es necesario reducir la brecha en tecnologías digitales existente en el mundo, y aun dentro de los países. No obstante, si bien estas tecnologías son necesarias y es urgente garantizar la conectividad digital de los países y sectores sociales más pobres, éstos seguirán en el atraso si no se hacen fuertes inversiones en el desarrollo de energías más densas, en líneas ferroviarias, carreteras, túneles, distritos de riego y otras infraestructuras básicas necesarias para el desarrollo de la economía productiva como son, entre otros, los sectores agropecuario y manufacturero de alto valor agregado.
El “crecimiento más justo” se reduce a la “expansión de programas sociales” para administrar la pobreza mediante subsidios miserables y políticas asistenciales. En vez de eliminar la pobreza de raíz, como lo ha logrado la República Popular China con un impresionante desarrollo productivo, de infraestructura, de ciencia y tecnología y de rediseño de los sistemas crediticios y monetarios.
El “Gran Reseteo” del FMI solo se propone rescatar los activos financieros devaluados de las elites oligárquicas financieras, acabar con la clase media y mantener en condiciones de esclavitud a la mayoría de las capas empobrecidas de la sociedad.
Un auténtico programa de reinicio de la economía global debe empezar por restablecer, en primer lugar, una separación de la banca especulativa (banca de inversión) de la banca comercial, como hiciera en 1933 el presidente Franklin Delano Roosevelt con la ley Glass – Esteagall en los Estados Unidos.
En segundo lugar, se debe acabar con el sistema monetario de tasas de cambios flotantes y regresar al sistema monetario de paridades fijas del sistema de Bretton Woods, el cual dominó los cambios internacionales hasta 1971, cuando el presidente Nixon lo desmanteló al separar el dólar del oro.
En tercer lugar, se debe crear un sistema de banca que responda a los intereses nacionales para el desarrollo de obras de infraestructura y de la economía productiva. Debemos retornar a las exitosas políticas del pasado, como el crédito de fomento, la protección de la producción de alimentos, los precios de garantía o de sustentación que hoy reclaman en nuestro país, a vía de ejemplo, los productores de papa, y una política de aranceles para proteger las industrias nacientes y la producción nacional, según el enfoque de los aranceles decrecientes del gran economista alemán Federico List..
En cuarto lugar, debemos aumentar las tasas de inversión en ciencia y tecnología para mejorar la eficiencia de los procesos productivos y los retos de salud pública que nos traen las pandemias tanto de viejas como de nuevas enfermedades.
Para superar la crisis global de las finanzas y la economía, de las altas tasas de desempleo, de la hambruna que ya nos corroe, del deterioro de las condiciones sociales y laborales, y del COVID 19 que ha cobrado miles de vidas humanas, necesitamos fortalecer el Estado Nacional Soberano y promover una gran cooperación mundial para crear las nuevas instituciones económicas, financieras y políticas que se necesitan. Y sobre todo un sistema de salud pública global que responda a las amenazas planetarias diversas que hoy tenemos tras casi 50 años de neoliberalismo que destruyó la infraestructura social y los programas sanitarios.
*Contador Público de la Universidad de Medellín.