Por Katu Arkonada, publicado en /rebelion.org
La mayor potencia militar del mundo enfrenta este noviembre sus elecciones presidenciales marcadas por dos hechos que combinados entre sí producen un escenario de consecuencias imprevisibles. Por un lado, la pandemia que asuela el planeta y que ha causado ya alrededor de un millón de muertes en todo el mundo, de las cuales más de 200 mil se han producido en Estados Unidos. Por otro lado, la segunda ola de protestas antirracistas agrupadas en el #BlackLivesMatter, que se convierte al mismo tiempo en una respuesta al auge de la alt-right en la mayor economía mundial.
La actitud errática de Trump a la hora de enfrentar la pandemia se ha traducido en denunciar a China por “infectar el mundo” en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) y en decidir la salida de EE.UU. de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al mismo tiempo que anuncia que la vacuna contra el coronavirus estará a finales de octubre y las primeras dosis serán distribuidas antes de que termine 2020.
Pero la realidad es que en estados clave desde el punto de vista electoral, como California, Texas, Florida, Georgia y Arizona, la epidemia de Covid-19 se ha disparado, y la Universidad de Washington calcula llegar al 3 de noviembre, día de la elección presidencial, con más de 250.000 personas muertas.
Al mismo tiempo y en lo que respecta a la economía, el PIB estadounidense tuvo la mayor caída de su historia en el segundo trimestre de 2020, con un descenso del 31.7%, lo que implica una tasa anual del 32.9%, que se traduce en más de 30 millones de personas desempleadas como resultado de la crisis pandémica.
Y todo ello con un panorama convulsionado por el que probablemente es el movimiento social más grande de la historia, que denuncia el racismo y la violencia policial, justificada por Trump en más de una ocasión, lo cual cuestiona de raíz a un sistema político gobernado por Wall Street y el complejo industrial-militar, pero sobre todo, podría inclinar la balanza a favor de Biden, vicepresidente del primer presidente negro en la historia de ese país.
Porque si bien a Trump sostenía la buena marcha de la economía y las bajas tasas de desempleo e inflación, la pandemia vino a patear el tablero de juego, y el Black Lives Matter lo reordenó. Si a eso le sumamos la salida del Acuerdo de París en torno al cambio climático, la dura política contra la migración que se contrapone con la más que blanda actitud hacia un comercio, legal e ilegal, que ya suma 200 millones de armas, les da a los demócratas una oportunidad que no tenían hace pocos meses, cuando muchos presuntos analistas consideraban a Biden un cadáver político.
Lo que viene en los próximos días, son tres debates presidenciales, el 29 de septiembre (Cleveland), 15 de octubre (Miami) y 22 de octubre (Nashville), que salvo la debacle demócrata, pueden ayudar a consolidar el voto a favor de Biden, frente a un Trump deseoso de que se vote menos, lo que favorecería a los republicanos. La nominación de una nueva jueza en el Tribunal Supremo, tras la muerte de Ruth Bader Ginsburg, que podría asentar una nueva mayoría conservadora de 6 vs 3 jueces progresistas, marcará el tono de los debates.
Hasta el momento, y de cara al 3 de noviembre, de los 306 votos electorales obtenidos en 2016, los republicanos solo tienen seguros alrededor de 125, mientras que los demócratas cuentan como bastante seguros 222 votos de los 232 obtenidos hace 4 años. De los estados péndulo (swing states) que podrían cambiar en 2020, la elección se juega en Florida (29 votos electorales), Pensilvania, (20), Carolina del Norte (15), Michigan (16), Arizona (11) y Wisconsin (10). Todo ello con el objetivo de alcanzar un mínimo de 270 de 538 votos electorales.
Para ello, en plena pandemia y a las puertas de una gran crisis económica, Advertising Analytics calcula que ya se ha invertido más de 2 mil millones de dólares en publicidad entre ambos partidos, y que se cerrará la campaña con un gasto total de 6.700 millones de inversión total.
Hasta el momento las encuestas son favorables a Joe Biden y su candidata a vicepresidenta Kamala Harris. La última encuesta de la NBC y el Wall Street Jornal entre votantes registrados otorga a los demócratas un 51% frente el 43% que obtienen los republicanos. Por su parte, la encuestadora más cercana a los republicanos, Rasmussen, coloca la ventaja de Biden frente a Trump en tan solo un punto, 47% vs 46%.
Cuando se profundiza en las encuestas, en la única área que todavía gana Trump es en la economía, la que más les importa a los votantes (21%), lo que le permite seguir con opciones, pero a la vez la posibilidad a Biden y los demócratas de golpear políticamente en el resto de áreas: pandemia, racismo, cambio climático, salud, educación, empleo e inmigración.
El 3 de noviembre sabremos si tendremos a Trump, que sigue sembrando sospechas de fraude y de no reconocimiento de los resultados electorales, 4 años más gobernando la principal potencia económica y militar del mundo, en declive de su hegemonía pero todavía imponiendo su dominación; o comienza la era post-Trump, en la que como sentenció Xi Jinping esta semana en Naciones Unidas, se rechace la mentalidad de suma cero, se dejen de impulsar guerras frías o calientes, y se impulse un mundo basado en la cooperación y el multilateralismo.