Por Sirahuén Millán
El 15 de septiembre acaban de cumplirse 9 años de la muerte de Oriana Falacci, la reportera italiana que denunció en el extranjero la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres culturas. Han pasado ya 47 años de aquellos trágicos acontecimientos. Ella estuvo presente esa noche de 1968, no solo en Tlatelolco, sino en el mismísimo tercer piso del edificio Chihuaha, y vivió en carne propia la agresión por parte del ejército mexicano y del batallón Olimpia. El haber sido una reportera y que fuera de origen extranjero simplemente -como se dice vulgarmente- les valió madres a los agentes de la brigada del guante blanco, pues igual fue insultada, golpeada y herida de bala.
Originaria de Florencia, Italia, Falacci llegó a México enviada por el diario ‘L’Europeo’ para cubrir las manifestaciones de estudiantes que tenían en jaque al gobierno de Díaz Ordaz ante la celebración de los Juegos Olímpicos próximos a inaugurarse. Estaban muy recientes los acontecimientos de La primavera de Praga, el Mayo francés y las protestas de Berkeley, Tokio, Roma y Berlín. La juventud del mundo se rebelaba contra el autoritarismo.
A la edad de 10 años la pequeña Oriana actuaba ya como correo de la Resistencia antifascista en Italia y pronto participaría en el traslado de municiones mientras su padre, un carpintero de izquierda era detenido y torturado por los fascistas de Mussolini. Por eso al finalizar la II Guerra Mundial, era ya conocida como una adolecente partisana revolucionaria que gozaba de admiración y respeto por parte de la nueva clase política de su país. Apenas con 14 años de edad, el nuevo ejército italiano le otorgó el reconocimiento de honor a su valentía.
A los 20 años optó por dedicarse al periodismo. Su género fue la entrevista. Escribió sobre temas escabrosos como la frivolidad de Hollywood, el sexo sin amor y la guerra de Vietnam, entrevistó a personajes tan importantes como Mao Tse Tung e Indira Gandhi, lo mismo que a Yasir Arafat y Bob Kennedy. También a defensores recalcitrantes del capitalismo como Henry Kissinger o Golda Meir, lo que le ganó fama y prestigio internacional.
Aquel 2 de octubre, fue invitada por los líderes del Consejo Nacional de Huelga para cubrir el mitin y posterior marcha hacia el Casco de Santo Tomás, donde el Ejército tenía invadidas las instalaciones del Instituto Politécnico Nacional.
Por eso mismo, se ubicó en el tercer piso del edificio Chihuahua, junto a los líderes del movimiento. Por su experiencia como corresponsal de guerra, automáticamente supo que las bengalas lanzadas desde un helicóptero significaban una señal para iniciar un ataque, pero no pudo hacer nada pues de inmediato empezó la balacera y el caos se generalizó. En ese momento Oriana fue sometida por un grupo que ella escuchó se identificaba a sí mismo como el Batallón Olimpia. Al quedar en medio del fuego cruzado, recibió tres impactos de bala y puesta junto con los estudiantes aprehendidos.
El estudiante Manuel Gómez, representante del Conservatorio Nacional ante el Consejo Nacional de Huelga, permaneció con ella todo el tiempo, incluso hasta su traslado a la Cruz Verde, donde fue atendida. La Fallaci permaneció durante tres cuartos de hora sin que nadie le prestara auxilio ni le hiciera mínimo caso, tirada en el piso en un charco de su propia sangre que se mezclaba con el agua de un piso anegado porque los disparos habían roto las tuberías del edificio, la única respuesta que obtuvo fue: “¡Querían su guerrita, cabrones, pues ahí la tienen!”. El estruendo era indescriptible, inenarrable, cuenta Manuel Gómez.
En La noche de Tlatelolco, de Elenita Poniatowska, se puede leer una declaración de Oriana Fallaci que dice “Tuve contacto con los líderes del CNH porque el movimiento es lo más interesante que sucede ahora en su país. Los estudiantes me hablaron el viernes a mi hotel y me dijeron que habría un gran mitin en la Plaza de las Tres Culturas el miércoles 2 de octubre a las cinco de la tarde… Por eso fui. Desde que llegué a México me llamó la atención la lucha de los estudiantes contra la represión policiaca. Me asombran también las noticias en sus periódicos. ¡Qué malos son sus periódicos, qué timoratos, qué poca capacidad de indignación! ¡Qué Olimpiadas ni qué nada! Apenas me den de alta en este hospital, me largo.”
La periodista y escritora italiana publicó el libro ‘Nada y así sea’ sobre la Masacre de Tlatelolco, en él describe “…no haber visto, ni siquiera en la guerra, una matanza de esas magnitudes, pues en la guerra por lo menos se trata de gente armada contra gente armada”.
Oriana Fallaci murió el 15 de septiembre de 2006 víctima del cáncer, pero su valentía perdura por haber sido la periodista que le gritó al mundo lo que casi ningún otro se atrevió a decir: que en México hubo una matanza de estudiantes de grandes proporciones el 2 de octubre de 1968, a manos del Estado.
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