Por Gonzalo Lara
La Fiscal General de EE.UU., Loretta Lynch, declaró que el Departamento de Justicia norteamericano está «decidido a acabar con la corrupción en el mundo del fútbol» (dice el portal RT). Así como lo lee, estimado lector o lectora. El tío Sam en chor y tacos, está calentando para entrar en la cancha de uno de los negocios más lucrativos del mundo, como las drogas y el petróleo. No se anda con chiquitas. Trae su consabida bandera de la democracia con la que esquilma todo lo que toca.
Nunca antes el futbol fue tan popular y tan planetario o global como en los últimos años. Y que sea popular hasta en países con cero tradición futbolera, como los dos vecinos que tenemos en la azotea, lo vuelve un jugosísimo negocio de muchos ceros. Siendo un gran negocio son pocas las manos que menean el cucharón. Esa mano que despacha y cobra es la FIFA, una institución que se ha hecho con el monopolio de todo lo que pasa en el fucho a nivel internacional y regional, por lo menos. Desde 1998 la dirige Joseph Blatter, capo di tutti capi que con esta enésima reelección se chutará en el cargo otros añejos cuando menos hasta el 2018.
Preocupado por la afición y harto de no tener nada de ese pastelote, justo en el marco de la quinta reelección de Blatter, con los manteles largos, las mesas con manjares y los ponches servidos en la ceremonia, Estados Unidos manda a detener en Suiza a siete altos mandos de la FIFA por «organización mafiosa, fraude masivo y blanqueo de dinero, entre otros», cometidos en los últimos veinticuatro años. Argumenta que se hicieron en su suelo patrio y utilizando bancos estadounidenses para cometer los ilícitos, que, por lo bajito, ascienden a más de 100 millones de dólares. Entre los detenidos hay dos vicepresidentes, y otros siete ejecutivos fiferos contra quienes se giraron órdenes de aprehensión están prófugos. (No se sabe si se van a girar órdenes de aprehensión contra las empresas televisoras que hicieron millonarios sobornos para tener derechos de transmisión de los pasados mundiales, pero lo dudamos, sobre todo si son empresas gringas o en las que hay dinero gringo).
La cosa empieza a ponerse en blanco y negro sesentero cuando se escurre la idea de que con esta acción Estados Unidos busca quitarle o al menos aguarle el mundial de 2018 a Rusia, mismo que, presuntamente, le fue asignado a los rusos entre la bruma de la corrupción, así como el asignado también a Qatar para 2022.
El autonombrado policía del mundo se pone la camiseta de ofendido y espantado ante tanta mugre y cochinero que ha hecho la FIFA de un deporte que ni juega, pero en el que hay millonarias expectativas en las que no participa (como quisiera). Y no es que los directivos y el mismo Blatter sean blancas palomas, pero lo que salta de este asunto es que, donde suene el clink clink del dinero, aguas, porque en cualquier momento entra rompiendo el domo de cristal un escuadrón cargado de valores, paz, democracia y unas cuantas armas largas de igual impacto.
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