Dentro de la cosmovisión maya al jaguar le corresponde el reino de la oscuridad y de la noche, mientras que a su contraparte el quetzal le corresponde el día y la luz. El jaguar está estrechamente vinculado a las deidades del Xibalbá y las cuevas o entradas a su reino infraterrestre. Por ello se le consideraba un animal poderoso y peligroso poseedor de conocimientos profundos y portador de energías sagradas.
En los relatos del Popol Vuh el jaguar es encargado de la destrucción de los hombres de madera, por ello se le considera como el gran deconstructor con la energía potencial para crear las catástrofes que pueden poner fin a la vida completa en el universo.
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