(¿Estamos en un nuevo momento histórico de la lucha?)
Por Alfredo Velarde
Con la presente y quinta entrega sucesiva del documento portador de las Diez Tesis que hemos venimos dando a conocer entre sus lectores, arribamos a la mitad de las colaboraciones que, en forma solidaria, Machetearte nos solicitó para sumarse al compromiso divulgador de su contenido a fin de discutirlo y criticarlo, con el propósito de optimizar su concepción táctica y estratégica entre el movimiento real de los inconformes e insumisos opositores a la lamentable restauración autoritaria del viejo régimen autoritario tutelado por el PRI y con el contubernio de la inefable partidocracia considerada en su conjunto. Pasamos, pues, a nuestra siguiente:
Tesis V) Ingobernabilidad positiva y articulación de tácticas: la alternativa unificada
La profunda descomposición del régimen, en parte resulta explicable porque en el nivel de la superestructura jurídico-política y la administración de la cosa pública –como en el emblemático caso de la injusta procuración de la justicia-, los llamados “vacíos de poder” que deja el gobierno, otros lo llenan (entiéndase, el hampa).
Es el caso de la delincuencia organizada que primero comenzó por coexistir al lado del gobierno en el plano de lo estatal y en múltiples expresiones municipales de la vida cotidiana nacional, y luego, procedió a confrontarse en ciertas regiones con aquel hasta extenderse inclusive al plano federal, tras un rejuego de tensiones no exentas de seguros y oscuros momentos de negociación cómplice y recíproca tolerancia mutua entre la delincuencia organizada –como el narco- y la delincuencia desorganizada –el gobierno- que terminó en la peculiar excepcionalidad mexicana que fundió simbióticamente a ambos como si fueran una sola y misma cosa indistinguible hasta el punto de confundirse, en eso que ya es un sentir general del amplio movimiento opositor cuando, al acompañar solidariamente a la lucha por la inmediata presentación de los normalistas de Ayotzinapa, por ejemplo, se señaló con corrección, el clamor que afirmaba convencido:“¡fue el Estado!” Y a la vez esgrimiendo, de esa manera, su correcta y pertinente acta de acusación en regla contra los directos responsables por la desaparición de los normalistas.
Esa condición que aquí se describe, tal vez, sea la razón de que en México se impusiera una “ingobernabilidad de signo negativo” que desde el sexenio de Felipe Calderón y el bienio de Peña Nieto, ha cobrado con escalofrío casi 130 mil muertos y 30 mil desaparecidos, cifras aproximadas aunque ominosas que a nadie benefician, salvo a la impunidad que hizo posible desde la Ley Bala en Puebla y que cobró la vida de un infante, los ajusticiamientos extrajudiciales de Tlatlaya y su escénico montaje fotográfico, así como la candente cuestión de Ayotzinapa, por citar apenas aquí algunos de los ejemplos más recientes que vienen de lejos: desde Acteal, El Charco y El Bosque o Atenco en un escandaloso estado de sangrientas y sucesivas represiones que cíclicamente prevalecen en todo México y que han hecho posible todo aquello que ya propende a colmar la paciencia de un movimiento opositor ávido de justicia en un entorno en el que no existe instancia alguna capaz de garantizarla sin dobleces ni arbitrariedades la ominosa intervención de los cuerpos coercitivos del Estado y sus gobiernos.
En tal sentido, lo que el movimiento precisa con urgencia, es una ingobernabilidad de otro tipoy cualitativamente superior; una “ingobernabilidad de signo positivo” que le impida al régimen hacer lo que mejor sabe hacer: reprimir y desfalcar en forma estafadora con inauditos despojos al común de la gente del abajo social, humillado y ofendido, en favor de sus más privatistas y egoístas intereses particulares. Así, la ingobernabilidad positiva a que aquí se hace referencia, persigue una inversión de la correlación política de las fuerzas anti-sistémicas actuantes y contra-estatales organizadas, para que sean capaces, gracias a su persistente movilización generalizada y la organización eficiente que ello implica, para que devengan autónomamente aptas para asumir la directa asunción de los asuntos que directamente les afectan e interesan de una manera inmediata y directa.
En esta segunda acepción del movimiento, ingobernabilidad positiva supone el emplazamiento de una resuelta desobediencia civil generalizada que sea capaz de implicar en forma corresponsable a la sociedad del abajo-social explotado y oprimido, en el mancomunado ejercicio de un terminante poder de veto para la producción de la justicia en favor del común de las insumisas multitudes organizadas a partir de sus propios colectivos asamblearios y siguiendo en ello el gran ejemplo histórico que legara a la posteridad la Comuna de París de 1871. Si a esto agregamos la necesidad de articular las diferentes tácticas de lucha con que el movimiento se ha venido avituallando para librar la confrontación de clase contra el principio de autoridad gubernamental estatalizado que se encara, hay que decir que todas las formas de lucha en un solo y unificado movimiento general –con excepción del inofensivo cretinismo parlamentario acotado por la farsa electoral hoy en curso-, es lo que precisa la actual etapa de nuestra lucha común contra el capitalismo salvaje de credo neoliberal a la mexicana.
Trending
- El reordenamiento
- Advertencia: solo nosotros
- Encuentros Internacionales de Rebeldías y Resistencias 2024-2025.
- Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.
- En Democracia la Mayoría No Cuenta. #1734
- Editorial. #1734
- Crítica al Poder desde la Base: la Nueva Escuela Mexicana y los Vicios Institucionales. #1734
- Pichones. #1734