Por Eduardo Ibarra Aguirre
Como “una muestra del avance y del trabajo coordinado”, presentó el titular del Ejecutivo federal la aprehensión de Servando Gómez Martínez (La Tuta) el capo de La Familia Michoacana y antes uno de los principales operadores de Los Caballeros Templarios, “de las más viciosas (sic) y violentas redes criminales de drogas en el mundo”, si nos atenemos al juicio de Michele Leonhart, directora la Agencia Estadunidense Antidrogas, la famosa y abominable DEA, por sus siglas en inglés.
El también comandante supremo de las fuerzas armadas, sin llegar a hacer el ridículo de disfrazarse de general de cinco estrellas como le encantaba a Felipe Calderón, compartió a las 10 mil personas que lo arroparon en forma festiva en Zapopan, Jalisco, para concluir el mes de la Cruzada contra el Hambre, que el trabajo coordinado entre Ejército, Marina, Procuraduría General de la República (encabezada hasta ese momento por Jesús Murillo), Policía Federal (a los que la estadunidense denominó valientes) y Centro de Investigación y Seguridad Nacional “trabajan en una estrecha y amplia coordinación, y cuyos esfuerzos han permitido la detención de delincuentes de alta peligrosidad”.
Seguramente así es. Y reconocerlo es de sentido común ahora que la crítica antigobiernista está tan extendida como ausentes, en las calles, las propuestas alternativas, no digamos los programas.
También es de registrarse que el 23 de enero pasado, el comisionado para la Seguridad y Desarrollo Integral de Michoacán, dijo al concluir su tarea de 12.5 meses: Servando Gómez “nunca fue el verdadero líder de Los Caballeros Templarios, sino se desempeñaba como la figura mediática que permitió al verdadero líder, Nazario Moreno, operar con impunidad (…) A partir de la intervención del gobierno federal, La Tuta pasó de ser la figura mediática a un delincuente furtivo (…) Hoy, como cualquier otro criminal perseguido por la autoridad, vive sólo para esconderse” (Excélsior, 24-I-15). Llegó al extremo de afirmar a Carmen Aristegui que la detención de Gómez ya no era objetivo prioritario. Todo para justificar que bajo su mando no se produjo y lo peor es que nadie lo desmintió oficialmente.
Bien que sigan cayendo capos, pero ésta es la historia de más de medio siglo e irrumpen nuevos liderazgos, previas sangrientas disputas por el control de las plazas con la sociedad colocada en medio; así como el surgimiento de pequeñas organizaciones que como Guerreros Unidos y Los Rojos, en Guerrero, emergieron tras el asesinato por marinos y con alevosía y ventaja de Arturo Beltrán Leyva, en Cuernavaca, Morelos, para satisfacer un ajuste de cuentas personal del soldadito de plomo Felipe de Sagrado Corazón de Jesús.
Capos caen a prisión, aquí o en Estados Unidos (gobierno al que se le hace el trabajo sucio) o están a dos metros bajo tierra o bien son convertidos en cenizas, pero del tráfico de drogas ilícitas México pasó a la producción en amplia escala; la diversificación de los giros de los mal llamados cárteles fue multiplicada como producto de las políticas punitivas y el número de adictos mexicanos a enervantes crece en forma gradual pero sostenida.
Y el gigantesco negocio sigue básicamente intocado, incólume, en México, USA y la aldea global porque el millón de millones de dólares que maneja forman parte de la economía realmente existente.