Por Melchor López
Es integrante del consejo de Honor y Justicia del municipio de Cherán, Michoacán. Es David Daniel Romero. Después de llegar y acercarse con los organizadores, abreva silencio. Mira detenidamente al público que se acomoda para escuchar la conferencia. Es lo único que hace. No deja de mirar. Daniel Romero es paciente; licenciado por la universidad michoacana de San Nicolás de Hidalgo, compartirá su saber, su experiencia y sus palabras/montones de historias que da confrontar a plomazo limpio con los talamontes. Y cómo, entre los carriles del miedo, tomaron de forma colectiva el poder político en su municipio y la forma en que arremetieron para rescatar su cosmovisión, sus bosques. Ahora son autoridad; son su autoridad.
Pero dejemos que corran sus frases, en el marco de la mesa redonda con el tema de los movimientos sociales, organizado en la Facultad de Filosofía y Letras, Ciudad Universitaria, en este 2015:
“Hubo una reflexión de la gente por la falta de democracia en las últimas décadas y de una imposición del Estado en la forma de gobierno en nuestra comunidad. Aunado a ello, la partidocracia se arraigaba en nuestras formas de organización. Fue un problema serio porque los esquemas de la partidocracia conllevan a la corrupción, al sometimiento, a la enajenación de nuestras mismas comunidades por la forma de expresión y de manipulación que conducen las manera de la búsqueda del poder.
“Con estas actitudes de la partidocracia nos llevó a la comunidad de Cherán a una reflexión porque se vivían situaciones complejas por la división interna debido a que había familias que estaban divididas por el asunto de los partidos, por pertenecer a unos o a otros; sin reflexionar al sentido propio de la comunidad. Otras de las formas de estar cerca de este poder de partidocracia era el compromiso de los políticos porque en sus campañas ofrecían despensas, laminas de cartón y de esta manera corrompían el discurso y la forma de llegar a la presidencia municipal. Posteriormente estas prácticas se aunaron a la delincuencia organizada que devastó el sentido de comunidad.
“Lo anterior trae el despojo de nuestros recursos naturales: las maderas que es uno de los más importantes por su sentido de la cosmovisión. Se denunció ante las autoridades locales, estatales y federales; ninguna hizo nada. En función de esto se perdieron vidas de compañeros que defendieron los bosques. También, aquí, se discutía cómo a través de décadas los valores de la comunidad se iban dejando a un lado por tomar valores occidentales. Se perdía poco a poco el sentido de comunidad hasta llegar al momento en el que estamos viviendo.
“Otro de los efectos es que a la gente mayor se le dejaba de tomar en cuenta. ¿Qué hacer en esta situación? Estas reflexiones de la comunidad llevaron a romper la relación frente al Estado y a las instituciones que estaban a su disposición. Claro, mediante un ejercicio de derecho pero visualizando al derecho desde un sentido contra-hegemónico; y con una estrategia legal que se implementó.
“La comunidad tenía claro que con esas instituciones, que llegaron a nuestra comunidad, la relación entre los propios habitantes se iba a deteriorar. En las reflexiones se decía: ´debemos romper con esa lógica`. Teníamos que implementar nuestras propias instituciones igual que nuestros antepasados; y retomar mecanismos de seguridad que mantenga el respaldo de nuestra comunidad. Y se llevó por lo jurídico de libre determinación que tenemos como comunidad originaria. Existe una normatividad que respalda esta forma de ejercicio. Está establecida en los convenios y en los tratados internacionales.
“Después se ejerce la estructura propia de la comunidad; y se vincula con otras comunidades. Obviamente al Estado no le gusta porque le interesa la centralización del poder. Y ha buscado cooptarnos. Y han existido amenazas directas para sancionarnos con las normas y aparatos del Estado. En Guerrero sí los han sometido bajo la normativa del Estado y los han querido sancionar internamente. Es un riesgo muy fuerte. En el caso de Ayotzinapa, es un problema más de fondo, porque pareciera que el Estado está propiciando estos espacios o estas formas de terror.
“Y vemos cómo las trasnacionales quieren someter y controlar nuestro territorio; y las formas de contaminación de las mercancías que se consumen. Es un reto fuerte. Nuestra defensa son acciones de vida ordinaria que debemos seguir fortaleciendo. Y dejar de lado las pequeñas diferencias porque puede haber ruptura. Y avanzar en el fortalecimiento de una ideología o de posturas que se asemejan al sentido de defender lo que más apreciamos que es el sentido de comunidad, es decir, la propia vida”.
—¿Qué puedes comentar del miedo de la gente que participa en la organización de la comunidad?— pregunta Machetearte.
Daniel Romero responde: “El temor es un flagelo que estaba en la comunidad. Pero ese temor luego se convierte en indignación y en rabia. Y fueron motivos o sensaciones que orientaron a la comunidad para poder atender el problema. Ver a compañeros que se quedaban sin familiares son condiciones que te cambian la vida; momentos en los cuales no nos queda más que luchar y enfrentar la situación. A la fecha estos dolores aún perviven. Vemos compañeros y compañeras que perdieron a sus seres queridos que eran pilares para el sustento de la casa. Y que siguen siendo motivos muy fuertes para seguir dando lo mejor de uno mismo y defender la propia ideología de la comunidad.
“Por supuesto que hay otro tipo de miedo que son fundados por el propio Estado para desestabilizar y mermar las luchas, y esas estrategias las llevan a cabo a través de sus instrumentos que tiene el propio Estado y sus medios de comunicación. Pero para la comunidad, que ha tenido un nivel de politización muy amplio en el sentido de la comunidad, ya son muy indiferentes a esas estrategias estatales”, concluye.