Por Andrea Velázquez
El 16 de diciembre de 2010, cerca de las 20:00 hrs, frente al palacio de gobierno de Chihuahua, fue asesinada de un disparo en la cabeza la activista Marisela Escobedo; se encontraba en un plantón, colocando un letrero que decía: “Justicia: privilegio del gobernador. ¿Y para mi hija cuándo?”, que refería al asesinato de su hija Rubí Frayre de 16 años. Todo quedó grabado en las cámaras de seguridad del Estado.
Dos años antes fue liberado el asesino confeso de su hija. Marisela cobró relevancia como activista en el estado de Chihuahua —el de las muertas de Juárez— durante el gobierno de Cesar Duarte. El hecho es impresionante: “Encontrar de mi hija dos, tres huesitos calcinados, y saber que el resto se lo comieron los perros, no es grato para nadie… Si una pérdida es dolorosa, de esa manera lo es más”, narró Marisela el 19 de abril de 2010 a El diario, periódico local.
A propósito del tema se entrevistó a Diana Neri, docente, con maestría de filosofía política y que participa en los colectivos Poliamor en México y Gafas Violetas.
—A 4 años de la ejecución de Marisela Escobedo, en tu opinión, ¿cómo ha cambiado la perspectiva de la población respecto a este tipo de crímenes?
—Los feminicidios es la expresión cumbre del patriarcado de nuestros tiempos —dice la especialista—. Un horror que parece que se está naturalizando, normalizando. La pasmosa cifra de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) habla de siete mujeres asesinadas cada día en éste país, y como tal aparece —en los marcos de los periódicos amarillistas y en las notas cotidianas— entre cuerpos cosificados de otras mujeres, entre el silencio y complicidad de las autoridades, pero más grave aún, entre una indiferencia constante de una población civil que aunque indignada, ‘remite el problema’ al ‘sector’ de ‘mujeres y/o defensoras de derechos humanos’ resultando por ende un doble horror”.
Diana Neri agrega: “Sin embargo, el asesinato de nuestra compañera Marisela Escobedo fue un cisma que nos colocó a muchísimas personas en la decisión de quedarse en la línea o traspasarla. Nos encontramos en el colmo de la sanidad de un sistema patriarcal que promueve un dominio que comienza desde lo sexual y pretende socializarse desde una supuesta jerarquía intelectual, económica, política contra las mujeres.
“Marisela tenía dos años de intenso activismo denunciando el feminicidio de su hija, y a partir de las contundentes pruebas señaló a la pareja ‘sentimental’ de Rubí como el asesino, el cual fue declarado ‘inocente’, colocándose —además— el discurso romántico occidental como un poderoso asesino serial que lo hace protagonista de la mayoría de crímenes contra mujeres”.
—¿A qué crees que se debe que los asesinatos de 7 mujeres al día únicamente sea parte de la nota roja en los periódicos?
—La compañera feminista Adrienne Rich señalaba que “lo que no tiene nombre, lo que no se representa con imágenes (…) lo que queda enterrado en la memoria por el colapso de significado debido al lenguaje insuficiente o mentiroso se convertirá, no sólo en lo innombrado, sino en lo innombrable”. Y no, no hablamos ahora —desde nuestro activismo a la izquierda del pecho y desde abajo— de una comunidad saqueada, la construcción de un gaseoducto o la desaparición de nuestros compañeros normalistas, sino del colonialismo y el intento de capitalismo mordaz que se ha pretendido colocar sobre el cuerpo de las mujeres, de los disidentes del sexo, género, del amor, de todos/as aquellos/as que cuestionamos lo incuestionable”.
Matiza Diana Neri: “Los/as nadies no se nombran persona, sino cuerpo violado; no se nombra mujer, sino cosificación, anulación, invisibilización. Por eso decimos de muchas maneras, que no sólo nos faltan 43 compañeros: nos faltan miles que del norte al sur han sido secuestrados/as, torturados/as, presos/as, desaparecidos/as. Ellas no gritan ‘Zapata vive’ pero se llama Ericka Casandra con 19 años; viva se la llevaron y apareció días después, desollada y a la orilla de la carretera en Michoacán. Se llama Edith, estudiante de 22 años y comprometida con la lucha del politécnico. Se llama Agnes Torres, transexual activista en Puebla; también su nombre es Edgar Sosa, activista homosexual en el Distrito Federal que apareció asesinado en el Estado de México. Sí, ese ‘paraíso de la impunidad, ese imperio del vacío’ en el que diariamente en Ecatepec, por ejemplo, aparece una mujer asesinada y donde el gobernador desde ese estado señala con desdén que ‘hay cosas más graves que atender’”.
Explica: “Y sí, parece que hasta los ‘machos (con vulva o pene) progre’ tienen tanto que atender, tanto que denunciar (…) que en este país se nos olvida que nos están asesinando sólo por ser mujeres, sólo por ser trabajadora sexual o indígena, lesbiana, transexual o disidente. Todo esto también tiene nombres y se llama patriarcado, que se consolida a través de la misoginia”.
Diana Neri, Feminista, anti-especista, anti-capitalista, matiza: “El patriarcado entonces, como el sistema básico de dominación, también levanta otro tipo de dominaciones, como son la de clase y raza; es decir, una interiorización del patriarcado que nos hace pensar que así son las cosas, dado que —se considera— que es lo natural, necesario y normal. La sociedad civil indignada no ha escapado de tan fatídicos preceptos, por eso los gritos, las denuncias, las huelgas de hambre y la solidaridad internacional no son para las mujeres, ni para las/os disidentes”.
Diana Neri, en prospectiva dice que será imposible que la justicia llegue, que las cosas cambien si no cuestionamos nuestro fascismo, nuestro status quo interno. Habla, por ejemplo, de las consignas cotidianas en las marchas como manifestaciones políticas cuando se grita: «Las putas de cabaret», «El puto y el prostituto», «La hija de la chingada”, “Al son de su puta madre». La especialista debate: «No me refiero al panfleto político lleno de frases bonitas, huecas y combativas, sino de caminar a partir de una compresión aquí y ahora de que lo personal es político, y tiene un impacto directo sustancial en nuestro cuerpo y sobre el tejido social”.
Finaliza, parafraseando a Rosa Luxemburgo, si el feminismo no es de izquierdas carecen de estrategia, pero si las izquierdas no son feministas, carecerán de profundidad. Pero como las mujeres, muchas, «no estaremos esperando la ‘acción global’. Decimos con voz fuerte: ‘No vamos a seguir jodidas, pasaremos a la acción’, y en esta construcción estamos aquí y ahora”.