Por Alberto Híjar Serrano
Llámase reserva estratégica al contingente de relevo de los combatientes en acción con preparación constante. Toda organización política de izquierdas o de derechas, asume la necesidad de preparar cuadros y lo hacen de muy diversas maneras: desde la asistencia obligatoria a marchas y plantones, hasta las escuelas clandestinas que pueden incluir preparación militar, de sanidad, de comunicaciones, de crítica histórica, como lo hacíamos en los buenos tiempos de las desmanteladas Fuerzas de Liberación Nacional.
Llámase cuadro al militante que superó la calidad de colaborador para adoptar la formación económico-política en base a los documentos fundamentales de su organización, hasta alcanzar la capacidad teórico-práctica para reproducir a su organización en todo momento, ampliar la captación de colaboradores y militantes, allegar recursos logísticos y aportar todo aquello que contribuya a construir la democracia cognoscitiva, ese proceso caracterizado por José Revueltas como producción de conocimientos colectivos en, por y para la organización. La emulación como reconocimiento de los mejores garantiza la calidad organizativa.
Viene al caso este catecismo ante las reformas electorales y el inicio de las campañas de los partidos con registro oficial y generoso patrocinio económico del Estado al que juran favorecer en sus estatutos y programas presentados como requisito para el trámite de su reconocimiento. Por ejemplo, se distribuyen volantes con fotos de sus representantes en las delegaciones del Distrito Federal al lado de sus líderes morales con atavíos informales y sonrientes porque la imagen pública resulta fundamental para la mercadotecnia. Acompaña a las fotos, la historia de vida académica y de funcionario del futuro diputado, antes delegado. La política, se infiere, es cosa de seres ilustres bien educados y avalados por el iluminado mayor. Nada de programa ni proyecto histórico, bien guardado en libros por si alguien pregunta. A cambio, la consigna oportunista del día. Esta práctica individualista de la política daña todo proyecto de crítica al Estado y reproduce el seguimiento de legiones fervorosas movidas por la creencia ciega en los caudillos.
Harto de la ausencia de relevos a la vista, Pedro Echeverría, tenaz denunciante y participante crítico en las luchas libertarias, declara la inutilidad de lo que escribimos y hacemos. Iguanas ranas, como dice el dicho en desuso. Pero no hay de otra que seguir ante la certeza de que la aparente calma chicha guarda proyectos radicales y preparativos serios para darle la razón a Lenin: también la espuma es señal de la corriente.
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