Editorial
En días recientes, el 19 de septiembre, nuestra organización sufrió la pérdida de dos entrañables compañeros: Rainer Stöckelmann y Enrique Ballesté.
Rainer Stöckelmann, de origen Alemán, se enamoró de la lucha de los pueblos latinoamericanos y se comprometió con ellos a través de su cámara filmográfica, fusil dispuesto a difundir la esperanza viva de la lucha anticapitalista. Si existe un trabajo audiovisual militante, Rainer deberá ser considerado como uno de sus más importantes referentes en América Latina: sumergiéndose con su lente en los movimientos sociales que se han gestado en este hemisferio del planeta. Testigo crítico, pero comprometido siempre con lo más ético y profundo de las luchas guerrilleras, obreras y culturales en El Salvador, Guatemala, México, Cuba, Bolivia, Venezuela, Colombia, Ecuador, Nicaragua, Palestina, y muchos otras más. Apenas en julio pasado estuvo presente en las Brigadas Internacionales de Cuba y el Caribe, inmediatamente después viajó a Venezuela a documentar la situación de los Yukpas en la frontera con Colombia, donde una complicación respiratoria acabó le robó el último aliento.
Nunca fue un videoasta para la fama o el protagonismo, Rainer llevaba su militancia con humildad pero con firmeza, poniendo su cámara en las chispas que incendian las praderas de la dignidad, testigo amoroso de los rostros y las vidas de las luchas que se gestan desde la tierra y las calles de América. Nuestra organización tuvo el privilegio de tenerlo en nuestras filas, como compañero, como crítico fuerte, como un mensajero de la utopía pendiente. Murió luchando, porque vivió amando a los pueblos en lucha, por eso su vida es una victoria latinoamericana, digna y hermosa. ¡Hasta Siempre Rainer! Honraremos tu lucha y sembraremos en nuestra memoria tu ejemplo y tu sonrisa franca.
Enrique Ballesté en Tepíto (Por Temo Pérez).
Sí, conocimos a Ballesté, uno de los fundadores del Centro Libre de Experimentación Teatral y Artística CLETA, quién el año pasado había logrado sobrevivir a una embolia severa. Solo éramos una bola de adolescentes que huíamos de nuestras viviendas con cualquier pretexto para ver, convivir , sentirnos cercas de esos “artistas” que llegaban al barrio de Tepito, “barrio bravo”, con cierto temor, lo que nos identificaba era el habla, el modo de decirnos las cosas, el quehacer del teatro en la calle, queríamos ser parte de eso, pero pues no fue posible, nosotros chavos mugrosillos, queriendo encontrar un porqué de las cosas, el objetivo invisible de la vida, ciegos, sin nadie que nos guiara, encontramos en ese hombre un apoyo para querer hacer algo, querer hacer teatro.
Fue en 1975, a mediados de año, que llegó el grupo Zumbón (grupo independiente de teatro universitario) a las bulliciosas calles, y ahí con la actividad teatral se hicieron ñeros, ellos formaban parte de CLETA. Los eventos sucedían en un foro de concreto y piedra que se construyó para que los elencos que enviara la Delegación Cuauhtémoc tuvieran un lugar en alto y pudieran ser vistos por los tepiteños, era en la explanada junto al Deportivo-gimnasio de Tépito, frente a la iglesia de San Francisco de Asís, templo del barrio.
Recuerdo pasear por las calles cantando en el convite ‘Jugando con la brisa’, y terminar las funciones con canciones como ‘El fantoche’ y ‘La lora proletaria’. Enrique Ballesté sabía que yo tocaba un poco la guitarra y cierto día me dijo: “¡abayubá, súbete a cantar!”, dudé, pero subí a ese inolvidable escenario, ¡maravilloso! Después vinieron muchas más canciones, ‘Hoy que estamos ciegos’, ‘Imperialismo’, ‘Los pobres’, ‘Que me escapé’, ‘Hablar’, ‘La otra América’ y muchas, muchas más que fueron surgiendo en nuestros contactos individuales y grupales en diferentes tiempos. Eramos casi niños, unas esponjas, nos aprendíamos todas las canciones que Ballesté componía y cantaba, esa era la marca del por qué y para qué, que buscábamos.
Algunos empezamos a descubrir nuestro destino, el que nos indicaban las canciones, empezamos a hurgar en todo, a preguntar, a preguntarnos, a abrir el razonamiento. Hoy ya muchos ñeros no están aquí, seguramente están recibiendo a Ballesté en otro tiempo, en otra dimensión, solo algunos sobrevivimos al barrio y sus calamidades, pero los que sobrevivimos llevamos el cariño y las enseñanzas del gran maestro Enrique Ballesté, “vamos caminando lento por allí, pero nuestro paso, ya no se puede negar”.
“Las aves del más dulce canto defienden también su libertad con garras”
Organización Político Cultural-Cleta.