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Quetzalcoatl y Tezcatlipoca
Por Vulgo Culto
En la cultura náhuatl antigua, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca son dualidad y antagonía. Tezcatlipoca es el dios de la noche, la guerra y las cosas materiales, su color es el negro y suele representársele en forma de un jaguar. Mientras que Quetzalcóatl es llamado también ‘Tezcatlipoca blanco’ siendo el dios de la luz, la sabiduría y el conocimiento; su imagen es la de una serpiente emplumada.
Como en la mayoría de las religiones antiguas y modernas, en el principio de los tiempos no había nada. En la cultura mexica, Ometéotl fue el creador del principio dual de lo masculino Ometecuhtli y lo femenino Omecíhuatl, para que a su vez pudieran engendrar cuatro hijos dioses: Xip Totéc, Tezcatlipoca, Quetzalcoatl y Hitzilopochtli, quienes dominaban en cada uno de los cuatro puntos cardinales (aunque antiguamente también existía en centro como punto cardinal). Pero aun no había mundo. Existía solo agua, un inmenso océano donde habitaba Cipactli, el monstruo de tierra, Luego la leyenda nahuatlaca cuenta que Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se unieron para crear el mundo. Para ello Tezcatlipoca ofreció su pie como señuelo a Cipactli, que emergió y se lo comió. Entonces ambos se apoderaron de él y lo extendieron para exponerlo al sol y convertirlo en la tierra habitable. Así se creó el mundo. Sin embargo a partir de entonces Tezcatlipoca exige ofrendas humanas; los espíritus de los muertos debían presentarse ante él para recibir su sentencia vestidos con una piel de ocelote antes de entrar al Mictlán. Por su naturaleza de vida Quetzalcoatl es su contraparte y desde entonces son deidades antagónicas que siempre están en eterno debate.
Es importante conocer nuestras raíces prehispánicas. Pero con sentido crítico, pues no se trata de remplazar una metafísica por otra; las religiones si bien históricamente han servido para crear comunidad necesaria para fundar las civilizaciones, también han sido un instrumento de dominación ideológica de las clases dominantes sobre los pueblos. Las culturas prehispánicas y precolombinas de nuestra América no fueron la excepción.
