Por El Capitán
Fuentes: https://enlacezapatista.ezln.org.mx
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A raíz de la llamada “Guerra del Dulce de Calabaza. El Inicio”, la banda de científicos y artistas se había aliado (oh, lo sé, pero es ficción pues) para encontrar y castigar el culpable. Sin fundamento alguno, ubicaron al Capitán como presunto responsable y lo citaron para comparecer en una asamblea de “algunas partes del todo” y responder por la irresponsabilidad de sus actos. Al recibir el citatorio, el apuesto Capitán negó todos los cargos y, asesorado por un sabio e incorruptible escarabajo abogado (autodenominado “el abogado-juez-fiscal-jurado-verdugo del paradójico, persistente, plural, pulcro, puro, poblado y popular pueblo”, -búsquelo así en la boleta de junio-), preparó su defensa. Artistas y científicos se autodenominaron jurado, y el mismo escarabajo cumpliría el triple papel de fiscal, juez y abogado defensor. Mientras tanto, el grupo de “Ciencias Aplicadas” probaba la resistencia de varios tipos de cuerdas o lazos, de modo que soportaran la esbelta figura de nuestro doliente Capitán. En el horizonte se recortaba la figura de … ¡un momento!… ¿es eso un patíbulo?
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Gracias a un ingenioso dron (en realidad es un avioncito de madera cuya hélice es accionada por una liga retorcida hasta su estrés máximo, y que tiene en su panza -del dron, se entiende- un espejito), creado por el colectivo científico siguiendo unos planos del Capitán, fue posible tener una vista aérea de la asamblea reunida en el antes comedor “Tacostumbras”, ahora renombrado “Juzgado La Justicia es Ciega, por eso no ha llegado”.
Mientras el atractivo acusado llegaba, el jurado escuchaba los argumentos del fiscal quien, con abundantes movimientos de manos y pies, enfatizaba su alegato:
“Las preguntas que deben hacerse, damas, caballeros y otroas del jurado, son si el futuro difunto (one more time) tenía un motivo para el crimen, si tuvo los medios para perpetrarlo y si gozó de la oportunidad para concretarlo”.
El abogado encendió una pipa que, por extraño que parezca, se parecía a una que el finado en ciernes denunció, unos días antes, como robada. Por entre el humo de la pipa, que recordaba la niebla que suele poblar la Baker Street en Londres, Inglaterra, continuó:
“Así que, estimado y nunca bien ponderado jurado (la cacofonía es responsabilidad del abogado, nota de la redacción), procederé a exponerles, mediante razonamientos inapelables, las respuestas a esos pendientes:”
¿A quién se le ocurriría hacer una batalla con dulce de calabaza? Había arroz, frijoles, y hasta chayote. Arroz y frijol hubieran asegurado un efecto como de “escopeta”, o de las bombas “racimo” que usan el ejército estadunidense y el israelí en contra de la población civil. El chayote bien cocido hubiera producido un efecto parecido al del dulce de calabaza. Además, según investigaciones, habría en ese momento al menos una docena de aguacates silvestres.
Entonces, se podría deducir una cierta hostilidad del criminal hacia esa horrible creatura (la calabaza, se entiende). Es del conocimiento de esta amable, loable y combustible comunidad (nota de la redacción: el jurisconsulto reitera sus pésimas prosodia y sintaxis), que el acusado no oculta su animadversión al perverso y detestable fruto de la curcubitácea. De hecho, en el pasado lejano y reciente, hay numerosos escritos que documentan esto.
Pero si eso no bastara, he tenido a bien traer, en calidad de testigo de cargo, a la representante de un grupo, colectivo o equipo que se autodenomina “Comando Palomitas”, formado por niñas y niños de dudosa calidad moral y reconocida irresponsabilidad. Como ustedes saben, los infantes no dicen mentiras, a menos que se trate de lo referente a la escuela, la tarea, los juegos, los estropicios, las travesuras y, en fin, su vida toda. Como se trata de menores de edad, voy a evitar el uso de palabras altisonantes, groserías y bajezas lingüísticas. Está aquí presente la Verónica, vocera y líder del mencionado grupo.
La Verónica está sentada en un banquito y consume, despreocupada, un dulce de chamoy. El fiscal inicia el interrogatorio:
“Oyes Verónica, ¿es cierto que al Capitán no le gusta “eso” ?, el abogado hace un guiño al jurado y murmura: “y con “eso” me refiero a esa palabra prohibida, malévola y perversa. La c-a-l-a..”.
La Verónica interrumpe: “A nadie le gusta “eso”. Tiene razón el Capitán. Por eso lo apoyamos como Comando Palomitas que somos. ¿Acaso a ti te gusta?”
“¡Claro que no!”, protestó el juez. Luego, recomponiéndose, el fiscal agregó: “err, quiero decir que no es el tema. Sólo queremos precisar que el Capitán odia “eso” ¿Es así?”
La Verónica asiente mientras ve con tristeza que buena parte del dulce de chamoy le ha manchado la blusa y sus mamaces no van a estar contentas.
El juez-fiscal aplaude; y el fiscal-juez, con la discreción aprendida frente a la autoridad en cualquier situación de “monta choques”, fingiendo darle la mano a la Verónica, le pasa un dulce de chamoy en forma de paleta.
Después de despachar a empujones a la Verónica, quien consideraba que un dulce de chamoy no era pago suficiente por su declaración, el fiscal continuó:
“Tenemos pues el motivo, vayamos a los medios. ¿Tuvo el culpable, quiero decir, el acusado, los medios para cometer el crimen que, lamentablemente, obligó a nuestra querida comunidad artística y científica a empeñarse al doble en el lavado de sus prendas de vestir? Dejemos de lado su evidente mal gusto en sus atuendos y que sus “outfit´s” de fin del mundo dan pena ajena, ¿es justo que estas luminarias del ya muy reducido mundo de las artes y las ciencias hayan batallado para eliminar las manchas de calabaza, es decir, de “eso”?
Es también evidente que, dada su cercanía con la Doña Juanita aquí presente (la Doña Juanita enarca las cejas y blande amenazante el sartén, el fiscal-juez traga saliva y suda copiosamente) …, de quien nadie podría siquiera sospechar que sea cómplice del grave delito que nos ocupa, el acusado podría saber que habría una paila o cazuela grande, cuyo contenido habría de abundar en dulce de “eso”, es decir, de calabaza.
Hacerse de una cuchara, así sea de madera, no fue problema. Y, bueno, estaban reunidas sus amables personitas para consumir los alimentos. Ergo: las víctimas potenciales se encontraban “a tiro de cuchara en modo catapulta”. Por lo que, es de concluir, el acusado contaba con los medios necesarios para consumar el horrendo crimen.
En cuanto a la oportunidad, bueno, sabemos que ese día al nefasto Capitán le tocaba turno en la cocina. Y que, aunque se ausentó alegando no sé qué cosa de una bicicleta y la energía imperecedera, pudo saber el menú que habría.
Ergo: el mentado delincuente tuvo el motivo, contó con los medios y disfrutó de la oportunidad de realizar su perverso y maquiavélico plan.
En conclusión: estarán ustedes de acuerdo conmigo en que el acusado es culpable del delito de dulce de calabaza, con alevosía, premeditación y ventaja.
Por lo que pido que sea declarado culpable de todos los cargos, incluido el de haber inducido a nuestra madre Eva para que sucumbiera a la tentación de la belleza virtual que le sugirió la bíblica serpiente -mediante un tik-tok de maquillaje y vestuario, que incluye una aplicación que corrige, en línea y por una módica suscripción, “quod natura non dat, Helmantica praestat”, lo que en castilla común quiere decir “no importa la falta de belleza y gracia físicas, sino la falta de una aplicación digital adecuada para enmendarle la plana a la naturaleza”. Porque, como bien se dice en los corrillos de la jurisprudencia: “Todo lo analógico se desvanece en lo digital”, lo que se puede traducir como “no importa el juez, sino cuánto cuesta”, o lo que es lo mismo “with money dancing the dog, raza”. Y, bueno, nuestra madre Eva lo sonsacó a nuestro padre Adán y el pobre no tuvo para dónde hacerse. Y, debido a ese desafortunado incidente, aquí estamos: con un pie en la tormenta y uno en el día después.
Establecido lo anterior, no pido para el acusado la pena de muerte por ahogo o ahorcamiento. Aunque es cierto que sería una pena no utilizar ese magnífico cadalso que mis colegas científicos e ingenieros, tuvieron a bien levantar. Pero piensen que bien podría servir como parte del templete para el próximo encuentro de Arte, al que, me informan, tendrán acceso gratuito todas las personas científicas que así lo acrediten… y las que no, también.
Tampoco pido que sea expulsado hacia una Nación por muy naranja que se presente. Entre otras cosas, porque ya no hay naciones, ni constituciones ni leyes que se violen para agradar y darle rating al extraño enemigo; tampoco encuestas, ni nacionalismos rancios de torta y matraca con los que, ataño, cierto partido político celebraba sus miserias y se tomaba selfies distraído por la emoción.
Mucho menos demando que sea condenado a comer sopa de calabaza por una semana, porque tampoco hay que exagerar.
El popular y poblado abogado del pueblo posible, hizo una pausa para generar suspenso… y para tratar de recordar su parlamento.
“Pido pues que el acusado sea declarado culpable de todos los cargos habidos y por haber. Pero que sea sentenciado a cubrir mis honorarios sin excusas ni pretextos, al contado y no mediante esas fraudulentas aplicaciones bancarias, ni en una tienda de conveniencia”.
Un murmullo recorrió el juzgado, quiero decir, la asamblea. Pero no por el súbito giro que el populoso y apreciado abogado del pueblo público había dado a su discurso, sino porque se corrió el rumor de que, a la Marijose y la banda de taquería Común, les tocaba turno en la cocina y se especulaba si el menú tendría tacos al pastor, de bistec, de suadero, de carnitas o campechanos. En lo alto de su local se leía el lema de tan vital sustento: “Con una buena salsa, hasta piedras, compa”.
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En un cielo vacío de estrellas, la luna no duerme. Duele su panza. No son pocos los dolores que la agobian. No pocas las lágrimas con que las nubes la acompañan. Aunque a veces, sólo a veces, hay sonrisas que abajo se crecen, porque hay historias anteriores y actuales:
Al pie de un viejo olivo, rejuvenecido en flores, una niña escucha atenta las palabras de su abuela. Con cuidado las guarda en su corazón y memoria. No es un cuento lo que escucha; lo que recibe es una bandera:
كان هناك في العصور القديمة
المقاومة والتمرد
دائم، دائما
(“Hubo, en la antigüedad del tiempo…
Resistencia y rebeldía
Siempre, siempre”)
Más acá, en un cuarto cerrado; o en una prisión sin paredes y con sólo el miedo, la crueldad y la complicidad como celadoras; o bajo tierra junto a otras, otros; o entre un montón de cenizas; o en una morgue del SEMEFO; hay quien espera que alguien abra la puerta de la memoria, hay quien alimenta la esperanza de que, quien busca, le encuentre.
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¿A quién le importan esa anciana y esa niña palestinas? ¿A quién esas ausencias ignoradas en la geografía llamada México?
Bueno, pues al menos a nosotros, los zapatistas, los más pequeños.
Porque al buscar, nos encontramos.
(continuará…)

El Capitán.
Abril del 2025.