A Luis Villoro, padre de Juan
La alteridad inaceptable
Primera Parte
Por Nino Gallegos, para APIAvirtual.
Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo, se maravillaron y se horrorizaron al llegar al antiguo México. Sus miradas no podían creer lo visto: lo maravilloso y el horror. Siglos después siguen imperando lo maravilloso y el horror, la profanación de lo sagrado en los aztecas por la evangelización de los españoles
Todo reempezó en el siglo xxi, año 2000, a tres lustros de haber terminado el siglo xx. Lo que a continuación se escribe en lo maravilloso y se redacta en el horror teniendo el contexto y las interrogantes en La alteridad inaceptable, de Luis Villoro:
“Una sola generación después de la llegada de Cortés, de ese mundo cuya grandeza causaba admiración y espanto, no quedaban sino ruinas. Sus majestuosas ciudades, arrasadas; sus jardines, desiertos; sus libros que guardaban su sabiduría, quemados; sus instituciones y ordenamientos, los colores de sus danzas, el esplendor de sus ritos, borrados para siempre. Los celosos sacerdotes, los nobles guerreros, los dueños de ‘la tinta y la tinta negra’ con que pintaban sus códices, los artífices del oro, los constructores de templos, toda la élite de la civilización azteca había sido aniquilada. Sobre el cuerpo descabezado de la gran cultura indígena, los antiguos dioses guardaron silencio. ¿Cómo fue eso posible? ¿Por qué los vencedores, pese a la fascinación que esa civilización les causaba, se vieron impulsados a asesinarla? ¿Por qué esa cultura, elevada y compleja, no fue capaz de detener la mano de los hombres extraños, llegados de oriente? ¿O estará la respuesta en la extrañeza misma? Pues si para los españoles el mundo azteca era lo otro por excelencia, para los indios, esos hombres poderosos y bárbaros pertenecían a un orden diferente del tiempo y del espacio. Quizás existen culturas que no pueden aceptar la presencia de lo otro”. La profanación de lo sagrado en los aztecas por la evangelización de los españoles.
Hasta aquí Luis Villoro hace lo propio y lo extraño, la propiedad de lo ajeno, poniéndonos, a los mexicanos, en el México moderno. Todavía así, ¿qué cultura de las dos civilizaciones, no pudo aceptar la otra, la española o la azteca, con la alteridad inaceptable? La conquista fue la destrucción, la colonización con la espada y la cruz, la refundación del antiguo México por el vencedor moderno, la sumisión a los hombres extraños, poderosos y bárbaros. ¿La corrupción-el engaño y la impunidad-el crimen, fueron los actos propicios y conscientes del poder ajeno sobre el poder propio, la propiedad de la ajenidad, la corrupción y la impunidad de una cultura sobre la otra-del otro con el silencio cómplice de los antiguos dioses porque también ellos habían decapitado y asesinado a través del sacrificio ritual, cabezas y corazones?
He allí, sobre el cuerpo descabezado de la gran cultura indígena, la espada y la cruz, la corrupción y la impunidad, los criollos y los mestizos, los antiguos mexicanos con los mexicanos modernos, decapitando y lanzando las cabezas de los mismos o de los otros mexicanos a las calles para mirarnos hasta dónde hemos llegado.
Siendo así o de otro modo, del año 2000 al año 2015, las fuerzas se fueron dispersando y acomodando en plazas y en ciudades, luego la guerra, la dispersión y el reacomodo de las fuerzas, pasando de los desaparecidos a los ejecutados, a sangre y fuego, sin tregua, ningún sollozo con el decapitamiento, corre la sangre como la corrupción en arroyos de impunidad en las calles y en las instituciones: los hombres y las mujeres, los políticos y los empresarios, los militares y los narcotraficantes con los sicarios: guerra sin cuartel contra los cárteles y poniéndolos en las cárceles: renovadas cabezas al frente decapitan las mismas cabezas de siempre, los desaparecidos se van hacinando en las fosas clandestinas.
Llega quien llegó con el lastre a rastras de doce años de servilismo y de autoritarismo, reformando lo imposible porque la corrupción y la impunidad se agitan con la voz, el cuerpo y las manos de la simulación. Otra vez, y para qué, las promesas incumplidas. Hay quienes se imaginan -ociosa y estúpidamente- un Camelot, a la mexicana, y todo a la mexicana, es una copia de segunda mano, de trasmano a traspatio. 2015: un país de y en sombras espectrales con un gobierno de la República lastrado, desde siempre, por la corrupción. Una nación, una sociedad y un pueblo separados por lo transnacional, lo transcultural y lo transmarginal, transexenalmente, en la transición-transada corrupta, impune e inatacable, pero, perforada por todos lados y por todas partes. El todo modo de las clases políticas, partidarias y militantes, convertidas en semidioses y semidiosas con el dios del dinero en sus conductas y prácticas corruptas. La ética y la moral como simulación de lo políticamente correcto, es la especulación inmobiliaria del confort en el statu quo económico y social: no se sirve a la nación; se sirven de la nación, por herencia y por donación. Nadie tiene casas, departamentos, condominios ni aviones en ninguna parte del mundo: nomás, en Estados Unidos. Hay malentendidos, malas interpretaciones, malas leches, ganas de chingar el erario nacional del país con los ricos cuando los pobres son los culpables, y no hay que pedir perdón por la situación en que viven. Cuando uno de los personajes dijo que Perú estaba jodido, dijo que estaba pensando en México, por lo de la dictadura perfecta, imperfectamente, novela peliculesca, saga criminal de todos los posibles y seriales crímenes de Estado. No sabe si México es un Estado-nación o un Estado-fragmentación, porque la fragmentación del todo por sus partes, da para un Estado-desmembrado y decapitado, fallido y desaparecido, ejecutado por el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Más Estado-urgente y luego Estado-emergente por tanto ejecutado-enfosado emergiendo de todas partes y de todos lados: lo que hay que saber para ignorarlo, lo sabe y lo dice la simulación del siniestro simulacro. Lo maravilloso de la muerte es el horror de la vida, porque no consta en actas de defunción en hospitales, en cementerios, en fosas y en hornos crematorios. Todo está quedando en, mientras que el país maravilloso es la nación del horror, y lo que viene con más es la cargada nacional y paisajística, en full color, del peorvenir en un país de sombras espectrales, de donde los semidioses y las semidiosas seguirán en el trance del cómplice silencio.
¿Qué-es-eso de la alteridad inaceptable de los mexicanos en un país de sombras espectrales, cuando la identidad y la pertenencia nos vienen por la vía sanguínea del engaño que es la corrupción y la suplantación de la sangre indígena por la sangre española, herencia y donación de la sangre mezclada en dos culturas que chocan en la posesión del amasiato forzado a la colonización de los genes con las gentes, teniendo que cohabitar en lo sagrado profanado por lo evangelizado de la espada y la cruz, poderosas y bárbaras? Ninguna versión real como la visión de los vencidos por la fatalidad y la tragedia de los antiguos mexicanos a los mexicanos modernos, tan dados y tan vencidos de nosotros mismos, sacando de nuestras verijas el machismo del cuchillo fálico y la pistola vaginal tan propio de lo español llorándole a la Madre Patria del viejo y del nuevo mundo, lo cual en lo mexicano es la devoción a la Virgen de Guadalupe y a la Santa Muerte con los arrestos de lo deprimido, lo reprimido y lo oprimido, largas caminatas por las mandas y las ofrendas por sobrevivir a las enfermedades de los milagros recibidos en vida, así como en la vida los encaminamientos a las fosas clandestinas de los ejecutados, muertos y desaparecidos, no salvándolos nadie más que el milagro de la muerte, también ejecutada, muerta y desaparecida.
En el México moderno existe un constante transmigrar hacia ninguna parte en el país de las sombras espectrales, por más que se vaya al norte, seco, insolado y ahogado. Del sur vienen los que no habrán de llegar a ninguna parte por más que, a La Bestia, se le ondule y se le pandeé el lomo metálico, el destino es un paradero y un descarriladero de seres ahumados por el sol y aireados por el viento. Más adelante, donde unas mujeres dan de comer a los viandantes-viajantes, un párroco de iglesia y un asistente de casa dan la bendición a la fe de la incertidumbre y al cansancio de la desesperanza: todos esos que han llegado como cuando los españoles llegaron a México, les esplende lo maravilloso y los atenaza el horror de lo que somos.
Sobre los templos de lo sagrado-las iglesias de la profanación, los corazones y las cabezas, el largo ceremonial sangriento, las largas marchas de las enfermedades y el hambre, el centro y la periferia, el calpulli azteca y el barrial español donde la riqueza y la pobreza, lo más lejos y no tan cerca, el amo y los perros del amo, la espada ensangrentada y la cruz bañada en oro, la visión de los vencidos es la renovada visión del catecismo, la buena nueva de la mala vieja, el ancestro imperial despojado por el ancestro monárquico, el virrey provincial y el rey presidencial, las casas que no dejan ver el bosque de la corrupción, los mexicanos en el conflicto de intereses con los españoles: pinches gachupines, igual de corruptos que los mexicanos, les dijeron a los de Repsol y de Santander, pero, ¿quién corrompió a quién con la cruz y las cuentas de vidrio, con la espada y las piezas de oro, con la sangre y el fuego, mientras La Malinche fornicaba con Hernán Cortés?
La alteridad inaceptable fue, siguió y sigue siendo un conflicto hasta en los días y en las noches en este presente del peorvenir pasado, y que del futuro se encarguen y se lo carguen los futuristas, porque entre la credibilidad y la confiabilidad de hoy, no creer y no confiar es más un tema creído y confiado a los que creen y a los que confían, dejando de lado lo que se hace y lo que se pasa a los inveterados y cascados asuntos públicos y problemas sociales, no siendo posible más que la imposibilidad de que este país en sombras espectrales, si llegase a cambiar no sería mediante y mediáticamente por una huelga nacional porque el proceso electoral nacional coarta cualquier actividad radical (de y para) las armas, porque, además, la alteridad inaceptable, no debe ser y hacerse desde una análisis estructural antropológico, filosófico, cultural, y menos, sociológico, dejándolo a la lógica y a la logística del capitalismo curricular de la inteligencia mexicana, la liviandad de la gravedad nacional con las estadistestificaciones de los que desaparecen y de los que mueren, sea al tiempo y al cabo de unos años, atando cabos, sean los del Gobierno de la República, la Gobernanza de los estados, la Municipalidad de los Alcaldes, los del Inegi y los del Ine, y del Alma Mater de la Rectoría-Unam.
La simplejidad de la alteridad inaceptable siempre fue, es y seguirá siendo lo que para Luis Villoro es al final de la lectura, las palabras y las cosas, entrecruzadas con Michel Foucault: “La aniquilación de las grandes culturas americanas era el resultado inevitable de la imposibilidad de una cultura de aceptar la alteridad. Fue una hazaña de la mentalidad moderna”, a lo que para MF es: “a que el hombre se borraría, como en los límites del mar un rostro de arena”, no habiendo más reserva que la corrupción y la impunidad de cualquier sistema de poder, sustentado, por el hombre: he aquí la gran hazaña de la mentalidad moderna que ha depredado a través de la historia simple y compleja que, en una voz en escena sin cuerpo, manifiesta: “Los pueblos indígenas deben seguir exigiendo sus derechos porque se quiere engañar a los pueblos dándoles espejitos a cambio de que se establezcan los proyectos mineros, lo que únicamente traerá muerte para el ser humano”, evidenciándose que es el hombre del capital inversor extractivo y socavador que siempre ha explotado a la naturaleza y corrompido al ser humano de todas las maneras impune, salvaje, barbárica, cruel y civilizada. Sí, es en la alteridad inaceptable, lo que en el moderno mexicano no es aceptable la alteridad del mexicano antiguo, existiendo un reductivo integrismo social como rezago social, los usos y las costumbres de una cosmo(a)gonía aparte, a la que la indiferencia y la indolencia sociales, la ha dejado en la marginación social que desde el año 1994 se alzó el Ya Basta Indígena-Campesino Zapatista, la refundación y la reconstrucción autónomas y sociales con Los Caracoles, el devenir integral de la ancestralidad y la alteridad propias de aceptarse como iguales en la justicia de ser y de hacer lo que para adentro es el México profundo, rebelde y revelador de su condición humana como seres humanos, quedando afuera la explotación y la marginación de la mentalidad moderna en los paisajes mexicanos de la corrupción y la impunidad, a sangre y fuego, a la intransparencia y a la rendición de cuentas con fraudes nacionales.